Silvia Navarro, valenciana y portera de la Selección Española de Balonmano, también emigró para jugar. "Las pasó canutas un año en Rumanía", cuenta Mari Carmen Jiménez, su madre.
"Se fue porque le ofrecieron un buen contrato, pero luego le dejaron un montón de dinero a deber. Y a mí se me encogía el corazón cuando me llamaba llorando, por el idioma, por la soledad, por el clima... No tenía amigas. Yo le decía: "Vente, olvídate de lo que te deben, el dinero no es importante. Vales más tú". Ahora juega en el Rocasa de Gran Canaria. Prefiere ganar menos y estar más cerca. No necesita más para ser feliz".
Mari Carmen Jiménez
Y jugar al balonmano, claro. Porque esa ha sido su pasión desde que empezó, con solo nueve años. "El entrenador enseguida vio que tenía aptitudes y me dijo que quería que la viera Cristina Mayo, que es la mejor entrenadora que ha habido en España. Pero la niña decía que no, que le daba vergüenza. La tuve que llevar de una oreja y a día de hoy siempre me dice que fue gracias a mí que ha conseguido llegar tan lejos, que no hubiera podido hacerlo sin mi apoyo, porque yo las llevaba y las traía a los partidos y ponía la gasolina y la merienda para todas si hacía falta".
Cuenta Mari Carmen que Silvia era una cría muy viva y que todos los deportes se le daban bien: "Prefería un balón a una muñeca y yo veía que tenía un don, pero jamás pensé que llegaría tan alto. Claro que le ha costado muchas renuncias: no pudo estar en la boda de su hermana ni en la comunión de su sobrino porque estaba con la selección. Para mí, lo peor son los viajes, porque el avión me da terror".
Por eso no irá a los Juegos de Río. Lo verá por la tele, como cuando ganaron el bronce en Londres12, que le prepararon tal recibimiento en El Faro de Cullera, donde veranean, que hasta vino la policía. "¡Es que aquí vive una medallista olímpica!", explicaron los vecinos. Y eso te llena".
20 de enero-18 de febrero
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¿Qué me deparan los astros?