Beyoncé es la artista actual más trascendente del planeta. Y no solo porque se codee con los Obama con total naturalidad, porque su hija y la de Gwyneth Paltrow sean íntimas, porque se atreva a viajar a La Habana antes que nadie (en 2013, por más señas) o porque se sitúe en el número uno de todas las listas (en las de discos arrasa y la de Forbes la confirma como la celebrity más rentable). Lo es por el poder que le otorgan sus cifras: 160 millones de discos vendidos, 73 millones de seguidores en Instagram, 250 millones de beneficios, 20 Grammys... Y también por su audacia creativa.
Pero nada de esto parece casar con la genialidad de un espíritu revolucionario. Y, sin embargo, Beyoncé lo es. Y en muchas más dimensiones de las que parecen a simple vista. Ella, que podría vivir sin sobresaltos en su personal torre de marfil, ha hecho de saltar sin red su máxima vital. Cuando todo el mundo espera que siga la corriente, ella se ha salido de la pecera de lujo en la que parece transcurrir su existencia y ha dejado a todos con la boca abierta.
Lo acaba de hacer con el lanzamiento de su último disco, Lemonade. Tras dos años de mutismo absoluto y de especulaciones sobre si las supuestas infidelidades de su marido fueron el detonante de una famosa y patética pelea con su hermana Solange en un ascensor en 2014, este nuevo álbum parece desgranar, canción a canción, su dolor por la deslealtad del que consideraba el amor de su vida. En la película de una hora que acompaña a la música se la ve destrozando ventanas de coches con un bate y lanzando con desprecio su alianza a la cámara. Todo apunta a que acusa a su marido. Y con frases muy claras, como "¡A ver si creces!", "¿Qué escondes?" o "¿Me estás engañando?".
Pero lo mejor es que, en una vuelta de tuerca casi imposible, Beyoncé es capaz de convertir lo que podría ser una historia de culebrón en un análisis creativo de su propio crecimiento personal y en una metáfora del papel de la mujer en la sociedad actual. Nada menos.
Su nuevo trabajo no es solo la posible crónica de una venganza que nadie esperaba, también es un despliegue artístico sin precedentes. Es un disco de una modernidad casi vanguardista por el original desarrollo musical, lleno de citas literarias y complejas colaboraciones, y la demostración palpable de una creatividad desbordante. Nada más revolucionario que convertir un folletín en una obra maestra. Y de paso ha vendido más de medio millón de copias en una semana.
Texana y sureña, la artista descubrió que lo suyo era el espectáculo con apenas siete años, a pesar de demostrar una timidez extrema en todos los demás ámbitos de su vida. Su familia apostó por su talento desde el principio. Su padre dejó su trabajo como agente comercial de Xerox para dedicarse por completo a lanzar su carrera y fue su manager durante 15 años. Hasta que ella lo despidió en 2010, cuando su madre se divorció de él, harta de sus infidelidades conyugales (incluso le salió una hija secreta con una modelo de lencería).
Su progenitora, que, como la de Penélope Cruz, tenía una peluquería de barrio, se encargaba de diseñar y crear el vestuario para las actuaciones. Acudieron a todos los concursos, a todas las emisoras, a todas la discográficas. Al más puro estilo americano de autosuperación y coraje. Todo para conseguir hacer de ella una estrella. Aunque fuera como parte de su grupo de cinco chicas, Destinys Child. Y ella se echaba todo el peso a la espalda porque su esfuerzo era el que daba de comer a su familia.
Fueron años duros porque el grupo tardó en despegar. Pero también fue el momento en el que aprendió a desarrollar su capacidad creativa y se forjó su personalidad workaholic: su tesón desmedido tomaba forma, su confianza en sí misma empezaba a crecer y su amor propio espoleaba sus decisiones. "Nuestra compañía nos subestimaba tanto que nos dejó hacerlo todo a nosotras mismas, desde componer a decidir los looks. Así aprendí a gestionar mi carrera, a plantearme objetivos y propósitos desde el principio", explica
Pero también entonces surgió su obsesión por controlar su imagen pública. La primera ruptura del grupo, que redujo sus miembros de cinco a tres, le hizo aparecer ante el público como culpable. Asumir ser la mala con 17 años le costó una depresión de la que tardó dos años en salir. Con ayuda de su madre blindó su personalidad y su imagen. Desde entonces, la existencia de Beyoncé se cuenta solo según sus propios términos. Te explicamos las razones que han hecho de ella un espíritu (y un producto) tan subversivo como rentable.
Beyoncé se ha esforzado por convertir la historia de su vida en la exaltación de la normalidad. Pero lo hace desde un férreo control de todo lo que se sabe de ella. Su principal herramienta para contar esta fábula de cuento es la imagen. Escogidísimas fotos de su vida cotidiana se vuelcan cada día en las redes para mostrar al mundo cómo es la verdadera Beyoncé: madre, amiga, hermana... Divertida, profesional, apasionada...
Y ha aprendido tanto sobre cómo articular su discurso visual que ha acabado firmando todas las películas y videoclips que produce. Del documental que hizo para la HBO, Life is but a dream, a los 17 vídeos musicales que, como ha sucedido con Lemonade, también sacó de golpe y sin previo aviso con su anterior trabajo.
La calidad de sus propuestas fílmicas demuestran que es una cineasta brillante, pero, sobre todo, que es una gran manipuladora. Hay quien apunta que todo eso de confesar su dolor por la deslealtad marital es solo una revolucionara estrategia de marketing. De hecho, en el documental de la HBO, no tiene ningún reparo en mostrar imágenes inéditas de su boda en su apartamento, en confesar que ha tenido que prescindir de su padre con lágrimas en los ojos o en contar que la experiencia más dura de su vida ha sido pasar por un aborto del que nadie tenía noticia.
Incluso anuncia su maternidad en una espectacular y medidísima actuación en los premios Billboard. Después se calla durante tres años y no concede ni una sola entrevista. Hasta logró que el Vogue de Anna Wintour tragara con una portada que solo llevaba un texto en el que la periodista hablaba de ella a través de terceras personas.
Hace solo tres años, parecía que el término le asustaba y se centraba en el "empoderamiento". Pero Beyoncé ha acabado convirtiendo el feminismo en el eje de su mensaje. La palabra aparecía tras ella, en letras rosas gigantes, en el escenario de su gira Mrs. Carter. Y su adhesión al movimiento tiene mucho que ver con la definición que de él hace la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie en su charla TED Todos deberíamos ser feministas ("La teoría política, económica y social de la igualdad de los sexos"). Beyoncé la cita tal cual en su tema Flawless.
Si le preguntan, ella insiste en que su lucha es por la igualdad. "No entiendo la connotación negativa del término ni por qué debería excluir al otro sexo", explicaba hace un mes en Elle americano, en la única entrevista que ha concedido en tres años.
Su apoyo a Barack Obama y su admiración por Michelle son palpables. Ha montado fiestas para recaudar fondos para sus campañas y ha cantado himnos (en playback) en su investidura. También lucha por los derechos civiles de la población afroamericana. Lo demostró pagando las fianzas de muchos de los manifestantes encarcelados por protestar en Baltimore por la muerte de Freddie Gray, un afroamericano de 25 años víctima de una paliza por la policía.
También vistió a sus bailarinas con un uniforme que recordaba al de los Panteras Negras (el movimiento afroamericano que cumplía 50 años) en la Super Bowl de este año; y lo hizo para cantar Formation, una canción que es una oda al Nueva Orleans después del huracán Katrina y a todo lo que significa ser una persona de color en América, con crítica a la brutalidad policial incluida. Hasta su hija Ivy Blue sale en el vídeo diciendo: "Me gusta mi nariz negra".
La influencia de Beyoncé en la moda va más allá de que Riccardo Tisci la considere su mejor amiga y de que ella le devuelva el cumplido en un verso del single Formation, en el que habla de su vestido de Givenchy. También trasciende el hecho de que desfilara para Tom Ford en su regreso a la pasarela en 2011, o el que Kanye West la quisiera en el front row de su primera colección Yeezy para Adidas, en 2014. Deja muy atrás los negocios de moda que su madre puso en marcha bajo el nombre House of Déreon, e incluso la segunda rama fashion de su negocio, la línea de sportwear con Topshop Ivy Park, que en dos meses es un éxito de ventas.
El influjo en la moda se deja notar a otro nivel. Uno más intrínseco, artístico y medido al milímetro, que tiene que ver con la explosión estilística de sus vídeos de los dos últimos discos. Tanto Lemonade (2016) como Beyoncé (2013) aportan una historia visual que convierte las canciones en películas (algunas casi experimentales) y en obras de arte en las que la moda es esencial.
Pero no se alinea solo con firmas conocidas. También coloca a diseñadores underground en la parrilla de salida. Cada look es una declaración de principios: el vestido de volantes amarillo con el que batea coches en Hold up, el bañador de Norma Kamali de Pretty hurts o el vestido de Gucci con el que entra en un coche patrulla en Formation; el mismo vestido que lució Rita Ora en pleno frenesí por la búsqueda de la supuesta amante de Jay-Z. ¿Quiere dar pistas de su supuesta identidad como Becky with the good hair o tomar el pelo a los fans paranoicos?
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?