Los expertos en gimnasia deportiva estaban deseando que llegara el día del debut de Simone Biles (Ohio, Estados Unidos, 14 de marzo de 1997). A sus 19 años muchos aseguraban que estaba llamada a ser la nueva Nadia Comaneci, aunque con un puñado de años más que aquella niña rumana que maravilló al mundo en Montreal 76.
Simone no ha decepcionado. Ella ha sido la encargada de tirar del equipo de Estados Unidos, que se colgó el oro por equipos hace unos días. La seleccionadora Martha Karolyi explicaba hace unos meses, cuando Biles se proclamaba por tercera vez campeona del mundo, que todas en el equipo eran conscientes de que tenían que darle ese rol de líder.
No falló por equipos y no falló anoche en la competición individual, donde ayer se coronó como la gran reina de la gimnasia modena. Los 'flashes' la perseguían conscientes de la excelencia con la que había concluido el trabajo para el que había acudido a la ciudad brasileña: inscribir su nombre como la mejor gimnasta de estos juegos en todos los aparatos y a nivel grupal e individual.
Y eso que la vida le tenía preparada una infancia dura. Como la de muchos otros deportistas. Parece que, cuando peor lo han pasado en los comienzos de su vida, más capacidad tienen para despuntar. Debe ser que esa especie de superviviencia les curte y les hace tener una resistencia al alcance de muy pocas.
Como decimos, la de Simone es una historia con un comienzo amargo. Su madre era alcohólica y tanto ella como sus siete hermanos tuvieron que ser acogidos por los servicios sociales en el momento en el que ésta se encontraba en unas condiciones que le impedía atenderlos.
su entrenadora
Una vez entraron en juego estos servicios sociales, a los tres años, ella y una de sus hermanas, Alice, se fueron a vivir con sus abuelos maternos, que las acogieron para, finalmente, acabar adoptándalas. Tres años más tarde comenzó a practicar la gimnasia y fue descubierta por Aimée Borman, quien a día de hoy sigue siendo su entrenadora.
"Un día decidió que sería una gran gimnasta y desde entonces lo ha hecho todo para lograrlo", relataba recientemente Borman. Desde luego que, si ese era su objetivo principal en la vida, solo con lo que hecho hasta el momento lo ha cumplido con creces.
A pesar del drama vivido de pequeña, Biles sigue teniendo contacto con su madre. La llama un par de veces al año y, cuando ha sido preguntada en alguna entrevista por su relación y sus complicados primeros años, no ha dudado en contestar, consciente de que no tiene nada que ocultar, procurando mostrar cómo ha sacado fortaleza de donde no la había.
"Cuando era más pequeña me preguntaba qué habría sido de mi vida si no hubiese pasado nada de esto. A veces todavía me pregunto si se arrepiente y querría haber hecho las cosas de manera diferente, pero evito plantearme estas preguntas porque no las tengo que responder yo", manifestaba hace unas semanas.
Biles ha relatado alguna vez que, cuando ganó su primer campeonato del mundo se quedó paralizada, porque nunca se creyó capaz. En 2014, un año después, comenzó a confiar en sus posibilidades. Ahora, sin saber lo que pasa por su mente en este momento, podemos asegurar que aquella confianza ha sido el motor que le ha llevado a ser una de las grandes mujeres de estos Juegos a los que aun les queda mucha medalla que colgar.
20 de enero-18 de febrero
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