El trabajo de la artista madrileña Elena Bajo apenas sería conocido en nuestro país si no fuera por ARCO. Es un caso sintomático de lo que debe ser el arte en un mundo globalizado, ya que se había dado a conocer mucho antes fuera que en casa. Elena cursó una carrera de ciencias y, tras licenciarse, viajó a Nueva York y Londres, donde se formó en artes escénicas, moda, arquitectura y, finalmente, en arte contemporáneo en la Saint Martins. Después, una vez asentada entre Berlín y Los Ángeles, se dedicó al arte.
Su trabajo aglutina piezas elaboradas con materiales reciclados que mezcla en estructuras que hablan de lo artificial y lo orgánico, insistiendo en sus puntos de coincidencia y de choque, para expresar ideas con alto contenido social y medioambiental. En España, salvo dos únicas exposiciones en su galería madrileña, García Galería, y alguna participación en colectivas, apenas se tenía noticia de ella. "ARCO me ha brindado todo en España. Ha sido fundamental para que aquí se conociese mi obra, porque nadie sabía de mi existencia. El primer año que presenté trabajo, en 2013, con mi galería de Bruselas, fue fabuloso", reconoce.
Presencia constante desde entonces, este año presentará el proyecto que le ha hecho ganar el Premio Audemars Piguet que concede la feria. "La obra tiene algún tipo de relación con la marca de relojes, claro. Pero además el tiempo es algo que siempre me ha fascinado", resume. Una de las fases de este proyecto es una instalación de 12 esculturas hechas con materiales de poliuretano y bolsas de plástico. "Son bolsas que contaminan ríos y océanos. Las vinculo a una noticia que encontré sobre una ballena varada y muerta en la playa con 40 kilos de plástico en su interior. Un plástico que no digirió y la llevó a la muerte. Me interesa reflexionar sobre cómo esta densidad de objetos inasible que nos rodea se materializa de repente en un hecho concreto: la muerte de un ser inmenso, el fin de una vida".
Para ella, la presencia en ARCO y otras ferias es fundamental para un artista. "Trato a mis obras como si fuesen esos hijos que no tengo. ¿Qué harías tú por un hijo? Llevarlo a la mejor escuela, que se enriquezca de todos los ambientes... cualquier cosa menos encerrarlo en casa. Pues lo mismo: no quiero tener mis obras en un estudio o en un almacén y que no las vea nadie. Cualquier venta, tanto para una institución como para un particular, es una oportunidad de que mis hijos vivan. Todo lo que les den -exposición, visibilidad...-, me viene bien, porque el intercambio y el diálogo son vitales para la obra. Además, la mayoría de los coleccionistas privados tiene un interés genuino por el arte y no lo ven como una inversión, así que charlar con ellos es estupendo", afirma.
20 de enero-18 de febrero
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