Agotada y dolida por la larga campaña de desprestigio llevada a cabo por su ex, Antonio David Flores (41), que desde hace 16 años ha ido pergeñando en distintos programas de televisión y revistas el retrato de una mala madre a la que rechazan sus propios hijos, Rocío Carrasco (39) decidió a finales del año pasado poner punto y final a esta agonía presentando una querella.
La idea era lograr por los juzgados la paz familiar y un silencio mediático que no lograba obtener por las buenas debido a las constantes declaraciones públicas del exguardia civil. Aunque la querella fue presentada en los juzgados de Plaza de Castilla, lo cierto es que la Fiscalía –una vez estudiado el caso y la documentación pertinente– decidió trasladar el proceso a los juzgados correspondientes al domicilio de la demandante, en este caso, los de Alcobendas. Precisamente allí, y dada la naturaleza de los delitos, se aceptó la querella en los juzgados de violencia de género.
El pasado miércoles, Rocío Carrasco compareció, prestando declaración durante más de tres horas. El viernes, llegó el turno de Antonio David. Algunos se preguntan por qué una querella y por qué, precisamente, ahora. Todo parece tener su explicación.
Desde 2010, Rocío ha pensado que el silencio era su mejor arma. No tanto para ganar como para no perjudicar a sus hijos, menores en aquel momento. Pero el tiempo ha pasado, su hijo menor acaba de alcanzar la mayoría de edad y Rocío quiere atajar, de una vez por todas, una situación que ha deteriorado su relación con ambos, y recuperar una imagen pública dañada por el relato de su exmarido.
La querella contempla acusaciones graves, con delitos como lesiones psicológicas (tipificadas en el Código Penal en su artículo 147 y con relación también al art. 148.4), quebrantamiento de los deberes de custodia y de la inducción de menores (art. 223) y sustracción de menores (art. 225).
Recordemos que, desde el pasado verano, su hijo no ha vuelto con ella. En un primer momento, porque Antonio David no lo devolvió en el tiempo que correspondía por el convenio regulador y después, una vez cumplida la mayoría de edad, porque el padre declaró que no iba a volver con su madre. Rocío sigue a la espera de que David, de 18 años, le comunique esta decisión a ella o al juez.
Según ha podido saber Corazón, Rocío tenía todo preparado para que acudiera a su boda con Fidel Albiac. Sin embargo, su ex prefirió aprovechar este acontecimiento para atacarla públicamente con una excusa tan poco convincente como la de que Rocío no había invitado a su hijo. No necesitaba cursar invitación alguna cuando, hasta ese momento, había convivido con ella.
Con respecto a la hija, la situación es más delicada. Tanto que Rocío, como madre, ha asumido que acepta cargar con las acusaciones públicas antes que reconocer una situación que podría hacer mucho daño a la pequeña. En ese sentido, recurre a la justicia para que sea esta la que –con una sentencia a su favor– ponga fin al ensañamiento con el que Antonio David la ha tratado en distintos medios de comunicación, en apariciones muy bien pagadas en algunos casos.
Por otra parte, fuentes cercanas a la familia reconocen que tampoco ha sido precisamente conciliador a nivel privado, jugando siempre a construir ese relato de ‘mala madre’ que algunos medios han comprado sin cuestionar la veracidad del mismo. Curiosamente, todo nace cuando, al parecer, el exguardia civil descubriera que sus hijos no eran beneficiarios de la suculenta herencia de Rocío Jurado. Mucho tendrá que explicar a este respecto Antonio David que, en algunas ocasiones, se ha declarado insolvente ante la justicia, solicitando incluso asistencia jurídica gratuita. Sin embargo, algunos le acusan de usar un presunto entramado de sociedades interpuestas para cobrar todas sus apariciones mediáticas.
Si hay algo que Rocío tenía claro es que no podía presentar esta querella sin tenerlo todo bien atado, y para ello ha preparado su defensa desde hace tiempo de manera minuciosa. Porque ha estado callada, pero no quieta, guardando todos los documentos y pruebas necesarios para hacer valer su verdad.
Hubiera preferido llegar a un acuerdo para no acudir a los juzgados y, sobre todo, para ahorrarse todo el dolor y la carga negativa que recae ahora mismo sobre su imagen, pero no ha podido ser. La instrumentalización de los hijos por una de las partes ha llegado al límite. Rocío espera ahora que la justicia le proporcione una paz que, de haber acudido a un plató de televisión, habría podido encontrar antes –y de un plumazo, para siempre– aunque con unas consecuencias que, como madre, no se habría perdonado jamás.
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