Eso es lo que gritan al mundo tantas y tantas mujeres que denuncian haber sido víctimas de acoso sexual en el trabajo, en este caso, del mundo artístico en EE.UU. Y son muchas, más de lo que imaginamos, que han callado durante años. Es el último gran escándalo que copa titulares en Norteamérica por lo relevante de algunas de sus protagonistas y por lo grave y vergonzoso del asunto.
Hombres con poder que ejercen presión sobre las mujeres acosándolas sexualmente. Algo que sigue siendo, desgraciadamente, común ahora sale a la palestra, porque, en este caso, las que han iniciado esta cadena de denuncias, son, como digo, grandes estrellas del celuloide que no están dispuestas a callar más. Lo llaman el 'coach casting' –selección en un sofá–. Sobran explicaciones.
Bajo la supuesta cordial invitación a una entrevista de trabajo más ‘relajada y cercana’, se escondían acercamientos e, incluso, abusos camuflados de galantería interesada y sucia. Pero eso es solo el hilo de un ovillo con una falsa pátina de lujo que apesta a delito camuflado.
El hecho de que sean personas conocidas, y muchas veces muy bien situadas socialmente, ha hecho que gane esta denuncia en repercusión y, aunque sea así de triste, más veracidad. Sea como fuere, tengo la sensación, y me alegro de ello, de que esto no ha hecho más que empezar.
Caras como las de Meryl Streep o Kate Winslet acaban de ser noticia por declarar contra este tipo de actos. Ambas de manera distinta: la oscarizada actriz descubre atónita que su amigo de años, el productor Harvey Weinstein, es acusado por varias mujeres –algunas compañeras de profesión y renombradas actrices como Winslet– de acoso laboral y abuso sexual.
Seguimos. Estrellas de la talla de Gwyneth Paltrow o Angelina Jolie son solo un ejemplo de lo que estamos hablando. Los infinitos agradecimientos públicos a este reputado productor se tornan ahora en focos que dejan en evidencia la difícil situación atravesada por algunas intérpretes y profesionales más importantes del negocio. Ninguna de ellas está dispuesta a que se manipule y extorsione a mujeres por el mero hecho de serlo, asumiendo que esa supuesta vulnerabilidad les da permiso a sus superiores a decidir con quién y a quién deben tratar íntimamente. No, señores productores todopoderosos de Hollywood. Sepan ustedes que dicha vulnerabilidad es solo aparente. Y que, además, es una gran aliada para ser fantásticas actrices y comunicadoras.
Pero este 'Yo también' se extiende a todos los ámbitos de la vida cotidiana a los que nos hemos tenido que acostumbrar muchas veces y durante toda la vida, desde nuestra infancia, todas o casi todas las mujeres. Y por eso nos sumamos a ese grito, porque creemos en las relaciones profesionales de igual a igual. Sin tener que ‘escapar’ de las encerronas de superiores que, con una sonrisa y en modo sibilino unos, y de manera mezquina unos y socarrona otros, se divierten con sus 'presas'.
Su pequeñez humana les delata con esa fuerza impuesta para exigir lo que no saben ganar. No se confundan. Y prepárense, porque las nuevas generaciones, además, vienen pisando más fuerte y valientemente que las anteriores. Nosotras nos encargaremos de explicar a nuestras hijas, como lo hicieron nuestras madres, que el talento y la capacidad profesional se mide con resultados y muchas virtudes que poco tienen que ver con el sometimiento al que están acostumbrados.
Este me too/yo también es un movimiento que va más allá que un hashtag y lleva ya mucho tiempo reivindicando la denuncia pública de aquellos hechos que denigran a mujeres en actos cotidianos, comentarios fuera de lugar y gestos con los que algunos hombres se autodescalifican. Tengo la gran suerte de haber trabajado con fantásticos productores en un mundo en el que la mujer tiene poder. Son, de hecho, ellas las que han ejercido de productoras ejecutivas, directoras, realizadoras o coordinadoras.
Quiero desde aquí agradecer públicamente a tantos hombres que han creído en nuestro trabajo y nos han dado labores de responsabilidad con confianza plena. Porque solo así se evitarán situaciones denigrantes en una sociedad a la que le queda mucho por hacer. ¡Yo, también!
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