Son una máquina del marketing y las relaciones públicas. Una familia pluscuamperfecta que se esfuerza por parecerlo con pretendida y lograda naturalidad. Pero en casa de los duques de Cambridge nada se deja al azar y menos cuando se trata de representar a su graciosa majestad en otros territorios.
En Reino Unido reciben críticas casi constantes por su escasa actividad pública en suelo británico y su elevado tren de vida, pero en cuanto ponen un pie fuera, los comentarios sobre ellos cambian de manera radical. Canadá ha sido estos días el lugar en el que la opereta de la perfección familiar se ha escenificado de nuevo con éxito.
Pero el mérito de que cada una de sus apariciones públicas fuera del Reino Unido supongan un refuerzo a la imagen de la corona no es solo cosa del príncipe Guillermo y su familia. La artífice no es Kate Middleton, que pasó de ser 'waity Katie' –‘la que espera’ como la apodaban los británicos– a convertirse en la perfecta aprendiz de consorte real y conquistar el corazón de los monárquicos con su naturalidad. Su motor es todo un equipo que malea y pule esa brillante materia prima para que parezca perfecta ante los focos. 12 personas les acompañaron en su viaje a Canadá para que no fallase ningún detalle en el complejo engranaje que echa a rodar cada vez que un miembro de la familia real británica –especialmente ellos, los más mediáticos– sale de viaje oficial.
En el cortejo hay cuatro secretarios, entre ellos está Rebecca Deacon, fiel escudera de la duquesa y encargada de coordinar todos sus movimientos, cuatro jefes de prensa y una secretaria de viaje. Pero también hay otras tres mujeres que están a la sombra de la duquesa y sin las que las Catalina, o al menos su imagen, no sería la misma: Natasha Archer, su estilista, Amanda Cook, su peluquera, y la española María Teresa Turrión, la niñera de los hijos de los duques. Ellas se han encargado de que los niños aparecieran tan adorables como acostumbran y que Catalina no tuviera el más mínimo tropiezo en sus apariciones públicas.
De hecho, los looks de la duquesa en este viaje han dejado claro que nada se deja al azar: desde los colores elegidos para el vestuario hasta los accesorios. Así, a su llegada, la duquesa apareció con un vestido azul, completamente conjuntada con su marido y sus hijos en gama cromática, y con la hoja de arce –símbolo nacional de Canadá– en el tocado y sobre el pecho en forma de broche. Dicha joya se la había prestado la reina Isabel II, dejando patente de paso que la duquesa cuenta con el beneplácito de la soberana.
El resto del viaje ha seguido la misma tónica: estilismos impecables con guiños al país visitante, sonrisas infinitas, gestos de complicidad y un comportamiento intachable que hace que la visita salga según lo previsto en las agendas de las 12 personas que les acompañan. Misión cumplida.
20 de enero-18 de febrero
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