Al principio, lo que algunas mujeres podemos sentir al contemplar a un hombre con bolso es incomodidad. Incluso nos pueden parecer ridículos. Estos sentimientos sobrevenidos demuestran cómo nos aferramos a las reglas de lo que consideramos femenino y masculino. El orden de lo conocido, de alguna manera, nos da tranquilidad. Sin embargo, los tacones fueron adoptados por los aristócratas en el siglo XVII, un momento histórico en el que ellos portaban todos los símbolos de lo que hoy consideramos feminidad. Que Chanel fotografíe por vez primer a un hombre, Pharrell Williams, con bolso, chaqueta de tweed y profusión de collares coloca a la 'maison' más allá de la pretensión de un shock por marketing. Chanel propone, como en su momento hizo Gabrielle Chanel, la revolución indumentaria de los géneros. Pero, esta vez, los que se van a liberar son ellos.
A principio del siglo pasado, Gabrielle Chanel quiso devolver la libertad de movimientos al cuerpo femenino y propuso, por primera vez, el pantalón como una pieza fundamental en el armario femenino. Para la joven Chanel, el trasvase de prendas seguía una única dirección: de los hombres hacia las mujeres: “robó” la corbata, los jerseys de cuello alto, las camisetas a rayas marineras... Probablemente porque más que racionalizar la cuestión, se dejaba llevar por la pura intuición que provenía de un cuerpo femenino: Gabrielle Chanel resolvió la incomodidad, sensación de opresión y restricción de movimiento que sentía ella misma, encorsetada al igual que el resto de las mujeres en una época que comenzaba a demandar más participación femenina en las fábricas, los talleres, la política, los deportes...
“Hasta ahora, las prendas estaban diseñadas para mujeres ociosas, yo diseño para una mujer activa”, explicó Chanel sobre sus innovadores diseños. Con la perspectiva del tiempo, abundó sobre la misma idea de liberar a las mujeres del corsé indumentario de la feminidad: “En mi juventud, las mujeres no parecían humanas. Sus ropas eran contra natura. Yo les devolví su libertad. Les di brazos y piernas de verdad, movimientos que eran auténticos y la posibilidad de reír y comer sin tener necesariamente que desmayarse”.
No es de extrañar que Karl Lagerfeld , el máximo conocedor del espíritu y el archivo de Chanel, aspire también a dejar su impronta más allá de la moda, a capturar a través de sus propuestas el espíritu de esta época al menos tan incierta como la que vivió su maestra, superviviente de la Gran Depresión y de dos guerras mundiales. Lagerfeld no ha ocultado nunca su debilidad para con las estrellas que cuestionan y juegan con las reglas no escritas de lo que se considera “normal”: ahí está la militancia lesbiana de Cara Delevigne, la bisexual de Kristen Stewart o la fluidez andrógina de sus protegidos Willow y Jaden Smith. Sin embargo, este anuncio con Pharrell Williams supone su salida del armario oficial como activista de este gran e inteligente provocador.
Fotografiando al cantante de “ Happy” con un bolso que, aunque sobrio, no juega a ser masculino (el nuevo “Gabrielle”), una de sus icónicas chaquetas de 'tweed' y un buen montón de collares (un tributo a Gabrielle Chanel que Lagerfeld ha adoptado como seña de identidad), el Káiser busca sumarse a la conmoción de los cimientos de lo que se entiende por femenino y masculino que se está produciendo hoy entre los jóvenes ' millenial'. Y, de paso, demuestra lo potente que puede resultar la alianza entre generaciones, entre los abuelos que ya no tienen nada que perder y los nietos que tienen todo que decir.
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