Profesora enseñando a niños /
Ustedes no imaginan el sufrimiento de los padres que tienen hijos disléxicos, hiperactivos, con déficit de atención, o con las tres cosas a la vez. Y es que nuestro sistema educativo no contempla estos problemas.
Hace unos días, recibí una carta de una madre que me contaba con angustia cómo su hija adolescente quería dejar el colegio porque es disléxica y le avergüenza serlo. Para ella, leer en voz alta es poco menos que un tormento y, cuando los profesores le entregan sus exámenes corregidos con muchas palabras subrayadas en rojo porque están mal escritas, a duras penas contiene las lágrimas.
Pero el problema no es de esta niña, el problema es de nuestro sistema educativo, que no contempla cómo abordar y ayudar a los críos que sufren dislexia o déficit de atención o hiperactividad. Cuántos niños han sido calificados de malos alumnos y revoltosos porque no son capaces de estarse quietos en clase, no porque no quieran, sino porque no pueden. Porque esa es la diferencia.
De la misma manera que otros muchos alumnos han escuchado a sus maestros decirles que, si confunden letras o leen mal, es solo porque no se fijan y no prestan atención. O porque son unos vagos redomados.
Las estadísticas arrojan una cifra a tener en cuenta: 700.000 niños en edad escolar padecen dislexia en nuestro país. Es un número impresionante, porque supone 700.000 niños que sufren, 700.000 familias que sufren. Y sin embargo, ya digo, nuestro sistema educativo no les tiene en cuenta, les ignora, lo que supone que muchos de ellos terminan dejando las aulas.
Aunque más bien habría que decir que es el sistema el que les empuja a abandonarlas. Hace unas semanas, creo que fue el grupo parlamentario de Ciudadanos quién presentó en el Congreso una proposición no de ley, aprobada luego por unanimidad de todos los grupos parlamentarios, en la que pedía al Gobierno la aprobación de un Plan Nacional contra la Dislexia. El curso ha comenzado y el Plan, similar al que existe en países como Francia o Alemania, brilla por su ausencia, por más que se diga que se está trabajando en él. Lo primero que hay que hacer es formar al profesorado.
Conozco profesores que reconocen que carecen de la preparación necesaria para afrontar la enseñanza de alumnos que tienen estos problemas.
Lo que es inaceptable es que ir a la escuela se convierta en un suplicio para los niños. De manera que sus señorías deberían, de vez en cuando, poner los pies en el suelo de la realidad de los problemas cotidianos y poner en marcha ese Plan Nacional que dé respuesta a los problemas de dislexia, déficit de atención e hiperactividad. Hay 700.000 niños con ese problema que están esperando.