A todos nos preocupa que nuestros hijos sean felices, pero no solemos preguntarles si lo son, acaso porque la felicidad es un concepto escurridizo, difícil de mesurar e incluso de reconocer. No obstante, deberíamos preguntarles: los grandes problemas en la adolescencia suelen comenzar con infelicidad.
Un tópico: solemos creer que los adolescentes son infelices por naturaleza. Falso. Según estudios realizados a escala mundial, los españoles tienen un índice de ' satisfacción con su vida' bastante alto: un 7,4, más nota que la de todos los países de nuestro entorno. Solo nos ganan los jóvenes de la República Dominicana, México, Costa Rica y Finlandia. Las encuestas se realizaron a más de dos millones de chicos y chicas de 15 años. Se les preguntó por sus ámbitos familiar, escolar y social. Los españoles se consideraron felices en los tres aspectos. Entre las causas, por cierto, la primera es la familia. La segunda, los amigos. A buena distancia, la pareja. Y si hablamos de actividades concretas que proporcionan felicidad, ahí van tres: salir, escuchar música e ir de excursión. Según los expertos, ser feliz pasa por estar a gusto con uno mismo, tener buenas relaciones sociales y hacer lo que te guste. En suma, no hay mucho de lo que sorprenderse.
Aunque las estadísticas también tienen su lado oscuro. Se ocupan de las causas de la infelicidad. Las hay obvias, que son el reverso de las otras: las malas relaciones familiares y el aislamiento social. Pero las hay muy novedosas también. Por ejemplo, no tener acceso a conexión wifi. Según confiesan nuestros adolescentes, es una de las cosas que más insatisfacción les produce. Es decir, la wifi les hace felices. ¿Peligroso? Tal vez. ¿Pasan demasiado tiempo conectados? ¿O simplemente se relacionan de otro modo? ¿Hay que proporcionarles lo que quieren o animarles a que salgan de su cuarto? ¿Seríamos nosotros, los adultos, felices sin wifi? ¿Es grave que nuestra felicidad dependa de algo tan nimio? ¿O tal vez no es tan nimio, si lo pensamos bien?
Mi hijo de 15 años se ríe a carcajadas leyendo el Quijote. Encuentra descacharrante el octavo capítulo de la primera parte, el de los molinos, con testarazo final incluido. Lo lee una y otra vez. Sus compañeros de clase le miran mal, claro está. Él lo disfruta. Creo que está empezando a comprender que ser el bicho raro no siempre es un inconveniente. Creo que le gusta serlo.
20 de enero-18 de febrero
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¿Qué me deparan los astros?