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Números favoritos

Hace más de un año que Pablo dejó su trabajo, su sueldo, su tarjeta de empresa... Una nueva historia de Paloma Bravo.

Una ilustración de Maite Niebla para Paloma Bravo. / maite niebla

Paloma Bravo
Paloma Bravo

Hace más de un año que Pablo dejó su trabajo, su sueldo, su tarjeta de empresa... Pasó de ser un cliente deseado a ser un autónomo más, trabajando siempre al máximo de autoexigencia para que le contraten (o no, o elijan a otro), por el estado de ánimo, el resultado de la Champions, las mareas... Pero eso Pablo lo resiste.

Por lo que se vino abajo fue por sus números favoritos. "Dejaste el trabajo porque querías y tienes una familia estupenda... ¿Qué te pasa?", le presionaba su hermana, intervencionista y adicta a los consejos fáciles. Pasa que en su lista de números favoritos, había tres amigos que ya no lo son, que nunca lo fueron.

"Mis íntimos durante 20 años", matiza Pablo. Los tres tíos que han crecido con él, en su sector, en sus puestazos. Los tres tíos con los que hemos cenado en pareja, viajado con niños, bebido demasiado... Los tres tíos que le aseguraron, dándose un golpe de pecho: "Aquí estamos. Para lo que necesites. Siempre". Pablo dejó de tener un logo del Ibex en su tarjeta y ellos dejaron de llamar.

Y de quedar. Les propuso cañas, cenas, desayunos... Ellos lo tenían complicado. "Te llamamos nosotros... La próxima semana... Se me complicó, la siguiente o la otra, sin falta...". Pablo los bloqueó en el móvil para no esperarlos. Pero seguía doliendo. "Hace seis meses que no hablo con mis íntimos amigos". "Igual deberías dejar de llamarlos "íntimos"; igual deberías dejar de llamarlos "amigos". Desde fuera se veía claro: amigos que lo son mientras les interesa tu puesto. Desde dentro...

Pablo no tenía ingresos, no tenía certezas, no tenía amigos. Se sentía solo, solísimo. "Pero te tiene a ti", insistía su hermana. "Yo no soy su vida profesional, no soy su autoestima intelectual, no soy sus colegas". Pablo desbloqueó sus números ("Es infantil lo del bloqueo; práctico pero infantil") y encontró un terapeuta. En unos meses, pasó de sentir enfado a sentir paz. "Me he desintoxicado: no hay nadie en mi vida que no merezca la pena. Todos mis favoritos son gente buena". "¿Soy favorita?". "Eres idiota...".

La cosa es que, mientras su alma se derrumbaba, su cerebro se mantuvo. Pablo acaba de terminar un proyecto impresionante. Lo presentó a una empresa y se lo contrataron de inmediato. Le han ofrecido, además, otra vez, un puestazo. "Me da pereza, porque si acepto volverán a llamar mis amigos". "No son tus amigos". "Ya...". "¿Les contestarás?". "Claro". "¿Pero tendremos que volver a cenar con ellos?". "Para nada: solo se cena con los números favoritos".

Hemos reservado ya. Hay pocas historias de dignidad con final feliz y toca celebrar. Pablo se asoma y me avisa: "Que conste que no voy a aceptar...". "Que conste que vamos a celebrar".

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