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La marcha atrás vuelve con fuerza

¿Tiene alguna validez contraceptiva y profiláctica?

La no utilización de métodos adecuados puede conllevar grandes riesgos./ADOBE STOCK

La no utilización de métodos adecuados puede conllevar grandes riesgos. / ADOBE STOCK

VALÉRIE TASSO

Hace unos días, tuvimos noticia de que un organismo público (el Servicio Galego de Saúde) distribuía públicamente un folleto informativo sobre métodos anticonceptivos en los centros de atención primaria de la comunidad y en la web del Departamento de Salud.

La noticia no era esa, sino el incluir, entre dichos métodos, la llamada “ marcha atrás” (“coitus interruptus”, para los que les sigue gustando el latín). Inmediatamente, y como suele suceder hoy en día, saltó el escándalo mayúsculo por considerar siquiera esta práctica como un método anticonceptivo y hacerlo desde un organismo público al que se le supone credibilidad y amplia difusión.

En el momento en el que escribo estas líneas, apenas tres días después de la noticia, la Xunta ya ha retirado este folletito y lo ha paralizado bajo el epígrafe de “en revisión”. En lo que no ha reparado todo el mundo (ni siquiera la mayoría de los que se aprestaron a encender una nueva hoguera), es que, al parecer, el documento data del 2010, es decir, que lleva ocho años en circulación por tierras gallegas.

También, al parecer y según la Xunta, el boletín no tiene carácter de recomendación de métodos sino simplemente informativo de los sistemas de contracepción y profilaxis genital, con lo que la primera polémica es si la “marcha atrás” se puede considerar un método anticonceptivo o no (profiláctico evidentemente no lo es… vamos, lo es tanto como pegarse un tiro en el pie).

¿En qué consiste “la marcha atrás”? ¿Es una buena idea practicarla?

Por si alguien acaba de aterrizar de la galaxia de Raticulín, o no está muy bregado en eso de los métodos anticonceptivos, diremos que la “marcha atrás” consiste simplemente, durante el coito, en retirar el pene antes de la eyaculación, de forma que ésta se produzca fuera de la cavidad vaginal y alrededores.

Como práctica, es enormemente frecuente, especialmente en aquellas uniones, estables u ocasionales, que no utilizan métodos anticonceptivos ni profilácticos, pero sucede que, el hecho de que algo se haga con frecuencia no implica que sea recomendable el hacerlo. Y es ahí donde entramos en conflicto, pues un documento sanitario emitido por una entidad pública no es nunca simplemente descriptivo sino que siempre lleva implícita una carga de recomendación. Así, no sería de esperar, por ejemplo que, entre los métodos para mantener unos niveles razonables de masa corporal se explicite el vomitar, el dejar de comer los dos días siguientes o el correr diez kilómetros después de comerse unos churrascos, sino el incidir que, para no engordar en exceso, se consuman los alimentos que sabemos que aportan nutrientes y no exceso de grasas.

Además de ese marchamo implícito de recomendación, las notificaciones de salud pública llevan también adheridas el que son comunicaciones dirigidas a un público general que puede no tener el más mínimo conocimiento, ni siquiera el juicio crítico suficiente como para poder elegir lo más conveniente de las opciones “informativas”. Y la cosa empeora si, además, esa comparativa se establece en base a unas cifras que pueden inducir al error…

En el folleto de marras, la eficacia contraceptiva se equipara a la de un preservativo sin más consideraciones que un “cuando se hace bien”. Con esto, podemos afirmar que, si bien no habría que decapitar a nadie, decididamente no fue una buena idea el incluir la “marcha atrás” como uno más de los métodos anticonceptivos. Y es que, como práctica anticonceptiva, conlleva excesivos riesgos .

En primer lugar, requiere de control eyaculatorio en su respuesta sexual por parte del varón y requiere que ese control sea efectivo siempre (algo mucho menos frecuente de lo que se pueda suponer y menos en un público juvenil), con lo que el decir que es efectiva “siempre que se haga bien” reduce extraordinariamente los supuestos niveles de eficacia de la práctica (pues es muy difícil el que “siempre se haga bien”).

Pero hay más inconvenientes: por ejemplo, el que la dependencia de la mujer depende totalmente del presunto control del varón y de sus intenciones… Éste no sólo tiene que controlar sino que, además, no puede ser un cabronazo (seguimos bajando los índices de efectividad…). El que haya fallado la “práctica” no es siempre fácil de detectar, pues puede haber una eyaculación parcial en la vagina y eso no se va a detectar hasta que llegue el “test de embarazo”. Los niveles de esperma en el líquido pre-seminal suelen ser muy bajos, pero no inexistentes, especialmente si se trata de una segunda eyaculación tras el periodo refractario y han quedado, en los “circuitos”, restos de semen. Además, la exigencia de control y supervisión condiciona negativamente los niveles de atención al placer propio y ajeno . Y un inconveniente añadido; la “marcha atrás” puede ser muy embaucadora para muchos y, entre éstos, vagos, inconscientes e irrefrenables (y pídeles a estos que la “hagan bien”…).

Profilaxis y control de la concepción son vitales

Profilaxis y control en la concepción son dos elementos vitales para satisfacernos plenamente en nuestras relaciones sexuales y, para ello, tenemos métodos de una enorme eficacia y simpleza (el condón masculino y el femenino son, en ambos objetivos, aliados inigualables) que sólo requieren saber conducirse por la vida con cariño y sentido común… Y es que, hablando de conducir, ¿quién no le ha dado nunca a una farola al salir en marcha atrás?

20 de enero-18 de febrero

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