Literalmente, en puestos de combate en los ejércitos y en la guerra, quiero decir. Algo que, asombrosamente, solo está permitido en una parte de los ejércitos del mundo, incluido el nuestro, y desde hace pocos años. Por eso ha sido noticia a principios de diciembre la decisión de Estados Unidos de eliminar la prohibición de acceso de las mujeres a los puestos de combate, aunque tal decisión no haya levantado pasiones porque tampoco lo hizo la prohibición, excepto en las propias mujeres militares, impulsoras del cambio.
Conozco la raíz de la indiferencia, pero no por eso deja de parecerme una enorme contradicción entre los defensores de la igualdad. Se trata de lo que algunas feministas consideran valores e ideales patriarcales moralmente cuestionables, como la guerra y la disposición a combatir en ella. De forma algo menos sofisticada, una feminista británica llegó a escribir que, entre los derechos reconocidos a las mujeres, la "capacidad para matar al enemigo" no le preocupa demasiado.
Olvidando que el principal objetivo de los soldados que entran en combate es defender la seguridad de sus países y de todos los civiles. Y obviando que el anterior desprecio hacia el derecho de las mujeres a combatir nos llevaría a eliminar la igualdad de aquellos campos con grandes debates morales. Por supuesto, una mujer no podría ser ministra de Defensa ni trabajar en ocupaciones relacionadas con el Ejército ni en otros muchos lugares.
Lo cierto es que ideas como las anteriores han ayudado a mantener ese anacronismo hasta este mes en un país tan avanzado como Estados Unidos. Junto a otros argumentos tradicionales que hacen sonrojar de tan ridículas y discriminatorias como son. Que las mujeres son más pequeñas y bajas, o que su presencia alteraría el espíritu de grupo de una unidad de combate, o que las mujeres podrían ser sexualmente asaltadas si son capturadas, o que, cuando caen, los hombres tienen una tendencia instintiva a protegerlas.
Proporción de votos favorables
Me produce hasta vergüenza repetir las justificaciones anteriores, pero son las que se han alegado. Y sin que hubiera una movilización masiva en contra. Y no por una oposición de la opinión pública. Porque se han hecho encuestas sobre la cuestión y la gran mayoría de los estadounidenses es favorable, en una proporción de 74 a 20, casi igual entre hombres y mujeres y sin excesivas diferencias entre votantes republicanos y demócratas. Pensar de otra forma sería admitir que las mujeres no son válidas para otras muchas actividades, entre ellas, las policiales, y cualquiera que requiera de fuerza física o que implique la integración en un grupo de hombres.
20 de enero-18 de febrero
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