Filosofía

Dibujar la música. La artista, de dos años, no entiende por qué los adultos no entienden su dibujo.

Care Santos Madrid

Uno de los éxitos de la actual temporada de TV3, la televisión pública catalana [ahora, también en La Sexta], es una serie sobre un profesor de Filosofía y sus jóvenes alumnos de Bachillerato. Su título: Merlí (Merlín), un nombre poco ortodoxo para el muy heterodoxo profesor, magníficamente encarnado por el actor Francesc Orella.

Los alumnos que aparecen en la serie son adolescentes nada idílicos, que se enfrentan a problemas muy reales. La trama atrapó desde el principio a niños, adolescentes y padres y sirvió, además, para dar valor a una de las asignaturas más relegadas por los últimos planes educativos: la filosofía.

Olvidamos lo muy beneficioso que puede resultarles saber pensar, ser capaces de llegar a un razonamiento crítico...

Care Santos - Escritora

Contaban no hace mucho en una entrevista dos de sus jóvenes intérpretes que la gente les pide autógrafos al tiempo que les habla de los epicúreos. Me parece un efecto secundario maravilloso. Todas las ficciones televisivas deberían inclinarnos a debatir sobre los epicúreos, o sobre un asunto de igual nivel y trascendencia. Adoro Merlí porque pone el acento en algo que me viene escandalizando mucho últimamente: el descrédito, banalización y arrinconamiento de las Humanidades en todos los niveles de la enseñanza.

Parece que estamos todos muy preocupados porque nuestros hijos consigan un trabajo en el futuro, y nos hemos creído que lo lograrán con conocimientos técnicos y, como mucho, con un digno dominio del inglés. Olvidamos, sin embargo, lo muy beneficioso que puede resultarles, en cualquier momento de sus vidas, saber pensar, ser capaces de llegar a un razonamiento crítico, poder comparar unas situaciones con otras ya conocidas para extraer sus propias conclusiones, gestionar sus emociones y sus pensamientos.

La Filosofía, lo dice el personaje de Merlí en respuesta a uno de sus alumnos, nos invita a pensar qué somos. Responde a nuestras preguntas más antiguas. Y sabe conectar con el momento metafísico por excelencia en la vida del ser humano: la adolescencia. ¿O acaso no es a esa edad cuando uno se pregunta quién es, a dónde pertenece, qué desea ser en el futuro, en qué cree realmente y qué es lo que de verdad le importa?

En voz baja:

  • "La gente que tiene piano es más feliz", me dice un amigo. Decido investigar y leo sobre la relación entre música y felicidad. Por lo visto nos calma, nos ayuda a concentrarnos, nos alegra. Ahora, cuando mi hija me pregunte si puede estudiar con música, mi respuesta será diferente.

Imagen: La música de un amanecer, por Donna, de dos años.