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4 mujeres libres tras las rejas

Las actrices protagonistas de Vis a vis, la serie más rompedora de nuestra ficción televisiva, hablan del bien y del mal, del miedo, la supervivencia y la libertad.

La lluvia torrencial hace aún más lúgubre la prisión Cruz del Sur. Es un escenario de ficción muy real, construido en las tripas de una vieja fábrica de cosméticos de Colmenar Viejo (Madrid). Ahí están los muros grises de hormigón, las rejas, las celdas deshabitadas, los uniformes amarillos que cuelgan, inertes, en el cuartucho de vestuario. El rodaje de la segunda temporada de la serie Vis a vis ha terminado y hace ya 10 días que todas las reclusas fueron puestas en libertad. El inmenso espacio vacío es imponente. El silencio, abrumador. Y hace un frío que pela.

En la planta de arriba, al otro lado de un largo pasillo, tan oscuro que hay que andar por él a tientas, están los camerinos de los actores. Las puertas aún tienen sus nombres: Maggie Civantos, Najwa Nimri, Berta Vázquez, Alba Flores, Roberto Enríquez, Carlos Hipólito... Allí vuelven a reunirse estas cuatro actrices tras poco más de una semana sin verse. Y se abrazan como si hubieran pasado siglos.

Maggie Civantos

  • "Con este personaje he sentido la falta de libertad, como si la vida fuera pasando y tú te la estuvieses perdiendo".

  • "Busco despojarme de todo lo que no me pertenece, de criterios y opiniones ajenas. Tengo una identidad al margen de la sociedad".

  • "Macarena se mete en un triángulo amoroso y a mí me parece supernatural. Me ha pasado, por confusión mental o porque realmente es posible querer a dos personas a la vez".

Maggie Civantos, que interpreta a Macarena esa niña bien que ingresó en la cárcel por un delito de blanqueo de capitales y que a medida que avanzan los capítulos se va haciendo menos mojigata y cada vez más fría y calculadora, cuenta que el papel le llegó en un momento crucial de su vida. Maggie era una actriz cansada de pelear. Harta de buscarse la vida, de trabajar en varias obras de teatro simultáneamente para apenas sobrevivir en Madrid. Tras 10 años buscando su oportunidad, estaba a punto de pasar al plan B, de soltar un poco el hilo de su sueño.

Tras 10 años buscando su oportunidad Maggie estaba a punto de soltar el hilo de sus sueños.

Había tenido algunos periodos buenos en su carrera, en los que participó en series como Hospital Central, Bienvenidos al Lolita, Cita a ciegas o Yo soy Bea, y otros no tan buenos. "A veces no era ni mileurista, ¡ojalá! Justo antes del casting de Vis a vis ya estaba decidida a irme con mi mochila a recorrer mundo. No tenía dinero, no tenía nada, pero aprendí que no hay que esperar nada de la vida, solo hay que vivirla, que no hay que luchar por sueños, hay que tenerlos sin ahogarse en ellos".

Y entonces, como en un buen giro de guion, sucedió: consiguió este papel y su vida cambió. "Básicamente ahora soy más feliz. Al final solo viajé al interior de una cárcel, pero ha sido un viaje maravilloso".

Lo que Maggie no sabía era que iba a protagonizar una de las series que marcaría un antes y un después en nuestra ficción. Alabada por la crítica, multipremiada, exportada (será la primera producción española emitida en abierto en el Reino Unido) y bendecida por la audiencia, que ha recibido con entusiasmo un thriller arriesgado, una fórmula distinta de las series diseñadas para niños, adolescentes y abuelos que han dominado el prime time televisivo durante décadas.

Najwa Nimri

  • "Los jóvenes entienden bien las tramas porque las identifican con el bullying, con las relaciones de poder, y las llevan a su terreno".

  • "Prácticamente nací haciendo acción. En 'Salto al vacío', mi primera película, me la pasé corriendo con un arma en la mano y aprendí a disparar".

Zulema, el mal absoluto

La antagonista, Najwa Nimri, lo vio más que claro. En la planta de debajo de la vieja fábrica, cuando gritan acción, ella es Zulema, la mala. "El mal absoluto", como la define la actriz. En la de arriba, es la que despliega un inagotable sentido del humor. Tiene aspecto de adolescente urbana, con su gorra y sus pitillos negros. Es adicta a las series y vio que esta era diferente, "si no, no habría aceptado, ni por dinero ni por nada. Pero vi que podía hincarle el diente interpretativamente hablando".

Le encanta ser la mala, aunque a veces, dice, es muy cansado no sonreír jamás. Lo cuenta en su camerino, del que ya se ha llevado casi toda la decoración que lo convirtió en su hogar. Quedan algunas fotos enviadas por sus admiradores. "Lo que más me dicen es: "¡Eres la puta ama! ¡Eres la puta jefa!". Alguno seguro que se cambiaría de acera si se cruzara con ella por la calle.

De madre vasca y padre jordano Najwa Nimri se siente muy vinculada a su lado árabe.

"El personaje da miedo, haría cualquier cosa y, además, desde la calma, por lo que resulta imprevisible. Ella tiene asumida su maldad, vive con naturalidad en su veneno. No teme al dolor ni a la muerte. No le interesa ser la buena ni la guapa, no le interesan el afecto ni el sexo. Su único motor es recuperar la libertad y para ello le da igual lo que tenga que hacer: fugarse, matar, torturar, traicionar...".

Nimri, de madre vasca y padre jordano, se siente muy vinculada a su lado árabe. Procede de una familia cristiana antiquísima. "Tengo un legado muy loco: árabe cristiana. He viajado mucho allí, justo al lado de la frontera con Siria, donde miles de personas llegan descalzas, sin nada. Cuando vuelves a Europa te das cuenta de que estás en Disney World. Estoy orgullosa de ser árabe, por eso pedí encarecidamente que no me convirtieran en un estereotipo de radical".

En la segunda temporada de este thriller, producido por Globomedia para Antena 3, se potencian sus señas de identidad: ritmo frenético, afilado humor negro y una dirección y una fotografía propias de una producción cinematográfica. Otra es, sin duda, el protagonismo absoluto de las mujeres. "Me siento orgullosa de la serie por muchas razones, pero una de ellas es esta", afirma Maggie Civantos.

Y su compañera, Alba Flores, le da la razón: "Hemos conseguido superar el famoso test de Bedchel, que dice que para no ser machista, una película tiene que tener ciertos minutos de diálogo entre mujeres y que el tema de conversación no sea en torno al hombre. Y los hombres también se sienten identificados por los conflictos morales y las formas de actuar que se plantean, aunque estén encarnados por chicas".

Alba Flores

  • "¡Cuánta gente habrá entre rejas por necesidad más que por maldad! Lascárceles las llenan las personas con menos recursos y oportunidad es".

  • "Me las doy de más rebelde de lo que soy. Siempre termino haciendo lo que me dicen. Si todos tenemos un lado chungo, puede que el mío sea el orgullo; soy muy orgullosa, ese es mi defecto".

Alba Flores es pura vitalidad, canturrea mientras le peinan su larguísima melena y charla con ganas. Hija de Antonio Flores y nieta de La Faraona, dice que ella es conocida "de rebote", pero trata de hacerse un nombre propio al margen de la fama de la saga familiar y lo va logrando: tras grabar Vis a vis, ha estrenado en el teatro La rosa tatuada, de Tennessee Williams, junto a Aitana Sánchez Gijón.

La serie ha dejado huella en sus almas y en su piel. en forma de moratones y cicatrices.

Aunque el gran público la recordará por su interpretación de Jamila en El tiempo entre costuras. Ahora es Saray, una gitana de una familia apegada a las tradiciones de su cultura y enamorada de otra presidiaria. "En su caso, el amor en la cárcel no es una tabla de salvación. Dentro, ella puede vivir una relación y unos sentimientos que fuera nunca habría podido tener. En prisión vive con más libertad un asunto que fuera le causaría mucho conflicto. El exterior es para ella una cárcel mayor".

Cuatro puertas más allá, en su camerino, donde un sofá con flores estampadas pone el contrapunto chic al entorno industrial decadente, Berta Vázquez se lía un cigarrillo con soltura mientras reflexiona sobre el amor: "En las cárceles, la mayoría de las relaciones que surgen entre mujeres son de supervivencia, por necesidad de afecto o protección. Pero no es amor, qué va, no es el lugar más idílico para que crezca una relación sana".

Berta Vázquez

  • "¡Por fin la tele tiene personalidad! España necesita series como esas a las que todos nos enganchamos. El público reclama cultura, arte, calidad...".

  • "Los negros no son los malos de la cárcel, pero sí los discriminados, la diana fácil. Me inquieta caer en el estereotipo del racismo, pero eso es lo que hay".

  • "Yo he tenido muchísima suerte en la vida y jamás me he sentido discriminada. Tal vez porque nunca me he sentido distinta".

Ella es Rizos, la presidiaria cuyo amor se disputan Macarena (Maggie Civantos) y Saray (Alba Flores). La actriz, criada en Elche, compró un billete con destino a Madrid para buscarse la vida en el mundo de la música o de la danza. Pero la vida tiene sus planes y el cine se cruzó en su camino. A falta de mayor experiencia ( este es su segundo papel, tras 'Palmeras en la nieve'), Berta penetra en el alma de sus personajes a base de instinto y sensibilidad.

" Rizos es muy cafre, alegre e impulsiva. En eso somos iguales, pero en su caso, es una fachada. Más allá de lo evidente, es muy insegura y no se siente capaz de ser responsable, de aceptar la vida, los problemas, el rechazo...".

La serie ha dejado huella en sus almas y también en su piel: el rodaje ha sido duro física y emocionalmente. Hay "gajes del oficio" en forma de moratones y cicatrices. Tampoco se han esquivado las escenas de duchas y sexo lésbico rodados bajo una luz que transmite frío, dolor, angustia...

"Trabajamos con sentimientos muy desagradables. Cuando dicen corten nos damos un abrazo porque es tan delicado lo que estamos tratando, que tiene que quedar muy claro que estamos en un set y esto es un juego", dice Maggie.

En la planta baja de la fábrica, en las celdas y los pasillos, todo son insultos, odio, traiciones y desolación. Arriba, la zona de camerinos es el espacio para la alegría, el comadreo y el buen rollo. Lo que pasa entre rejas, se queda entre rejas.