En el verano de 2013, Madrid recibía con vítores y aplausos a un grupo de mujeres que habían hecho historia: acababan de conseguir la medalla de oro del Eurobasket, la victoria que las situaba como una de las mejores selecciones del mundo. Se trataba de la guinda de una trayectoria perfecta que comenzó en 2001. Desde aquel año, las jugadoras de la selección española de baloncesto femenino solo se había bajado del podio europeo en una ocasión, trazando un palmarés que despertó el interés de medio mundo.
Elisa Aguilar
En aquel grupo estaban Elisa Aguilar y Amaya Valdemoro, dos de las baloncestistas españolas más laureadas. Ambas saben bien que ser mujer y deportista profesional en España no es un camino de rosas. Pero también son la mejor prueba de que es posible encontrar un oasis en mitad del desierto.
Además de campeonas de Europa, fueron medalla de bronce en los últimos mundiales en los que participaron y han jugado en la archipoderosa liga WNBA (la NBA femenina), donde Amaya logró tres anillos... Y todo a pesar de que, cuando empezaron, el baloncesto femenino era un gran desconocido.
Se retiraron de las canchas poco después de aquella épica victoria de 2013 y lo hicieron con la ovación de compañeros, entrenadores y contrincantes. Pero sobre todo con la admiración de un público que agradecía que hubieran logrado que el baloncesto femenino ocupara por primera vez el lugar que se merecía en los informativos de televisión.
En la antigua Grecia una mujer solo podía asistir a los juegos que se organizaban en Olimpia, si se mantenía soltera. Hoy que ni las gradas ni las pistas están vetadas para nadie, animar a las mujeres a disfrutar del deporte es uno de los objetivos de estas baloncestistas que se han propuesto levantarnos a todas del sofá.
Por eso, estas dos exjugadoras se convirtieron en las candidatas perfectas para liderar un proyecto cuyo objetivo es potenciar a las deportistas españolas no solo dentro sino también fuera del terreno de juego, dando relevancia a su papel a nivel social. Y con ello, creando referentes para que las nuevas generaciones tengan sus propios iconos con nombre de mujer.
"La propuesta de Universo Mujer surgió hace dos años con el propósito de organizar el Mundial de Baloncesto Femenino de 2018 -recuerda Aguilar-. Al Consejo Superior de Deportes le pareció tan buena idea que se hizo partícipe y otorgó el sello de Campeonato de Interés General, lo que implica desgravaciones fiscales para los donantes. Creo que es una buena ocasión para dar al deporte femenino el empujón que se merece y que deje de pasar desapercibido", afirma.
Elisa Aguilar
"Aunque en su infancia las niñas hacen mucho deporte, la adolescencia es un punto negro explica Elisa. En baloncesto hay más licencias femeninas que masculinas hasta los 15 años, y a partir de ahí las chicas dejan de practicarlo. Creo que eso está muy relacionado con que no ven una salida a lo que hacen porque tienen pocos referentes femeninos, cosa que en el deporte masculino no pasa", reflexiona.
Pero esos referentes sí existen. Carolina Marín o Marina Alabau son números uno mundiales en sus disciplinas, el bádminton y el windsurf, pero sus nombres solo han comenzado a sonar ahora, después de años con un palmarés perfecto. Y en otros casos, ni siquiera llegan a eso. De ahí que Universo Mujer pretenda fomentar la visibilidad.
Cuando el barón Pierre de Coubertin rescató las Olimpiadas en la era moderna, dejó claro que para él la relación entre mujer y deporte estaba abocada al fracaso. "La presencia de las mujeres en el estadio resulta antiestética, poco interesante e incorrecta", decía hace 120 años. En aquellos primeros Juegos celebrados en Atenas en 1896 participaron 241 atletas y, como dejaban adivinar aquellas palabras, ninguno era mujer.
La próxima cita olímpica es un grandísimo escaparate para todo el deporte femenino. Y según Aguilar y Valdemoro (que arriba posa con las integrantes de un equipo juvenil), la mejor ocasión para ponerlo en valor. Por eso esperan que la selección femenina pueda traerse a casa la medalla que le falta.
"Dentro de todos los títulos, el único que le falta al baloncesto femenino es una medalla en los Juegos Olímpicos", recuerda Amaya Valdemoro. "Sería el colofón porque significaría llegar al Europeo y luego al Mundial de 2018, que celebramos en casa, en la lista de favoritos. Y supondría mucho para la visibilidad de todas las jugadoras. Esto hace 10 años era impensable, pero ahora está cerca".
Aunque la situación ha cambiado, nacer hombre o mujer sigue pesando a la hora de escoger el deporte como profesión. Pese al camino recorrido, las zancadillas que las atletas tienen que superar se cuentan por decenas: dificultades para atraer atención mediática, sueldos más bajos, pocos patrocinios y un largo etcétera que parece hundir sus raíces en el mismo obstáculo, la invisibilidad.
"Por desgracia, la mayoría de las deportistas españolas parece que solo existen cada cuatro años, cuando logran un triunfo en las Olimpiadas", explica Aguilar. Revertir esta situación es un reto complicado, pero ya han peleado en batallas más complejas.
Elisa Aguilar
Amaya Valdemoro cuenta que cuando escucha hablar sobre las deportistas tiene la impresión de que describen a una especie humana con súperpoderes. Dice que esa no es la realidad, aunque reconoce que el deporte forja una personalidad fuerte: "Cuando jugaba, a mí también me dolía la cabeza y algunos días estaba cansada, como cualquiera. Pero es verdad que aprendemos a gestionar la presión, la victoria y el fracaso desde pequeñas, y eso quizá nos hace distintas, porque no nos ahogamos en un vaso de agua", reflexiona.
Esas habilidades pueden proporcionar ventajas en muchos campos, aunque hasta ahora nadie les enseñaba a usarlas fuera de las canchas. Lidiar con la vida "civil" que tiene lugar más allá del terreno de juego corría exclusivamente de su cuenta, y quienes no compatibilizan carrera deportiva con formación no lo tienen nada fácil.
Ese es otro caballo de batalla de este programa: la integración de las deportistas en la vida laboral tras una carrera que no suele extenderse más allá de los 35 años. "Igual que entrenamos el cuerpo, hay que entrenar la mente comenta Valdemoro. Por suerte, nosotras hemos tenido una salida a la vida laboral rápida y con una función clara, que es la de ayudar a nuestro deporte y a la mujer. Pero somos privilegiadas, no todas nuestras compañeras han tenido esa suerte".
Porque esa es otra diferencia respecto a los hombres: mientras en el fútbol o el baloncesto masculino es posible ganar lo suficiente como para no preocuparse por la cuenta corriente tras la retirada, para ellas ni siquiera un largo listado de victorias hacen posible vencer el techo de cristal.
Sin embargo, en el discurso de Valdemoro no hay sitio para las quejas: "Creo que hay un mensaje que debemos eliminar y es el del victimismo. Es inviable que una jugadora de baloncesto, por muy buena que sea, pida lo mismo que Pau Gasol, porque nosotras llenamos puntualmente pabellones de 3.000 o 5.000 espectadores, mientras que ellos llevan a 20.000 personas y generan mucho más dinero. No podemos pedir lo mismo, aunque con esfuerzo y sumando triunfos podemos conseguir más poco a poco", dice la exjugadora.
Amaya Valddemoro
Aguilar asiente, pero añade que para que el deporte femenino despegue, además de triunfos, se necesita ayuda. "La ley del deporte es de 1991, y el deporte femenino de entonces no tiene nada que ver con el de 2016. Y no hay nada que lo fomente. Hombres y mujeres no somos iguales, tenemos peculiaridades. Por ejemplo, el embarazo", señala la exjugadora, que cree que una apuesta decidida por el deporte femenino ayudaría al sector en su conjunto, independientemente de la disciplina de que se tratara.
Mientras esas políticas llegan, ellas no se quedan de brazos cruzados. Saben que el segundo es el primero de los perdedores y que con triunfos el camino para lograr seguidores y patrocinios se hace menos cuesta arriba. Pero, una vez conseguidas las victorias, ¿cómo dar a conocer los triunfos siendo casi invisibles?
"Internet y las redes sociales han hecho mucho por el deporte minoritario porque las deportistas se hacen conocer más fácilmente si usan bien las plataformas", explica Aguilar. "Por eso queremos que aprendan a manejarse bien con las redes sociales, es fundamental", continúa Valdemoro, que imparte charlas con ese objetivo.
Antes de despedirse, Amaya y Elisa recuerdan cómo ha cambiado su vida desde aquella victoria de 2013. Para empezar, ninguna juega al baloncesto ni siquiera como hobby, aunque no han abandonado el deporte. Elisa se prepara para la media Ironman en Lanzarote; a Amaya las lesiones no le permiten hacer ejercicios muy exigentes, pero sí se pone las zapatillas de correr de vez en cuando y practica pilates.
Aunque ya han colgado sus botas de baloncesto, siguen visitando las gradas para asistir a los partidos de las generaciones que han tomado el relevo. Dicen que ese rol, el de espectadoras que animan a su equipo, nunca se pierde: si el deporte empieza por algún sitio es por la afición.
20 de enero-18 de febrero
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