Eternamente jóvenes

Una de las conversaciones recurrentes en verano son los kilos de mas y a nosotras se nos exige, o nos exigimos, unas pautas estéticas que son las que marcan los creadores de moda.

Julia Navarro
Julia Navarro

Una de las conversaciones recurrentes en verano son los kilos de mas. Curiosamente, es a las mujeres a quienes más nos preocupan; ellos se suelen aceptar con tranquilidad y muchos no consideran que merme su "atractivo" por lucir "curva de la felicidad". Sin embargo, a nosotras se nos exige, o nos exigimos, unas pautas estéticas que son las que marcan los creadores de moda.

Y, aunque cada vez más mujeres se rebelan contra esa tiranía y en algunos desfiles aparecen modelos con redondeces, nos siguen bombardeando con imágenes de jóvenes con cuerpos andróginos a las que todo les sienta bien, porque es como colgar un traje en una percha. Lo he escrito otras veces: los creadores de moda se olvidan de las mujeres reales y, sobre todo, de las que han cumplido los 50. Cada uno va como quiere, pero los que hacen moda siguen influyendo en cuál debe de ser el patrón estético.

Todo esto viene a cuento porque estaba yo sentada en una terraza y, junto a mi mesa, había tres mujeres más o menos de mi edad, atractivas, que hablaban sobre sus kilos como si acabaran de escaparse de una tragedia griega. Una lamentaba no haber perdido suficientes para sentirse guapa en biquini. Otra se quejaba de que se había pasado el año dándose masajes contra la celulitis, sin que desa-pareciera. La tercera confesaba que había pasado por el quirófano para remodelar su figura.

Las mujeres que pasan por el quirófano terminan pareciéndose unas a otras

Me fije más en ellas y pensé que debían ser hermanas por el parecido, pero me di cuenta de que también se habían retocado la cara. Demasiado, pensé. Se notaba por los labios hinchados, los pómulos tirantes y el rostro rígido. Las mujeres que pasan por el quirófano terminan pareciéndose unas a otras. Ellas parecían contentas con sus rostros, pero no con sus kilos. A simple vista, me pareció que ninguna vestiría más de la talla 42, 44 a lo sumo, pero ansiaban enfundarse en una 40.

Al final de la comida llego una jovencita que se sentó en su mesa. Alta, delgadísima. "¡Que tipazo tiene tu hija!", comentó una de ellas. Otra respondió: "Es que nuestras hijas están estupendas. Mi hija mayor tampoco pasa de la talla 36". Y comenzaron a decirse algo que seguramente llevaban contándose media vida: cuando tenían la edad de sus hijas, eran unas sílfides.

Sentí un poco de pena al darme cuenta de que añoraban ser como fueron y que no dudaban en hacer lo que fuera necesario para lograrlo, aunque eso las convirtiera en caricaturas. Que conste que a mí también me fastidia envejecer, que si hubiera un elixir de la eterna juventud no dudaría en tormármelo, pero hace tiempo que deseché la tentación de aparentar 20 años menos.

El paso del tiempo es inexorable, aunque me acuerde de una entrevista a María Blasco que leí, donde la directora del Centro de Investigaciones Oncológicas apuntaba que en el futuro viviremos al menos 140 años y que la clave está en atajar el envejecimiento. La pena es que algunos llegaremos demasiado tarde y tendremos que cargar con las arrugas y la vejez. 

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