El último tabú, así ha definido la redactora jefe de M, el magazine del diario francés Le Monde, Marie-Pierre Lonnelongue, el desnudo masculino. Un tabú cuyos efectos ha padecido en carne propia tras las numerosas cartas de protesta recibidas en la revista por haber publicado un número de junio sobre sexo con desnudos del conocido actor porno Rocco Siffredi.
Y no puedo estar más de acuerdo con Lonnelongue, de hecho, lo he escrito alguna vez. El último tabú, la gran frontera que aún no ha superado el movimiento de igualdad de las mujeres, es precisamente la igualdad sexual, por ejemplo, en el tratamiento de los desnudos femeninos y masculinos.
Esa misma revista ha publicado, por supuesto, números con desnudos femeninos, como la gran mayoría de revistas este mundo, tanto de información general como de moda, de deporte, de cualquier materia. Y no hay protestas jamás. Se considera perfectamente natural, aceptable y de buen gusto el desnudo femenino.
Edurne Uriarte
Incluso esos desnudos disfrazados de reportajes de lencería que más parecen exhibiciones eróticas para hombres. A nadie se le ocurre calificarlas de "voyeurismo" o de "violentas", como han hecho algunos lectores de Le Monde, mujeres incluidas. Porque lo que es natural con las mujeres resulta que ya no lo es con los hombres.
En esta polémica, no he leído al menos esa habitual tontería de que los desnudos femeninos son más bonitos que los masculinos o esa tan asombrosa de que las mujeres, en realidad, preferimos ver cuerpos femeninos que masculinos. Y algo hemos avanzado, ahora también las periodistas se atreven a enfrentarse al tabú. Pero dudo mucho que logren derribarlo en breve.
Probablemente, no lo veremos las mujeres de mi generación. Prueba de ello es esta airada reacción contra la revista M o ese temor tan extendido aún entre las mujeres heterosexuales a reconocer la obviedad de que prefieren ver hombres desnudos a mujeres, no vaya a ser que las califiquen de "salidas" o cualquier otra descalificación asociada a la sexualidad femenina no reprimida.
Este tabú me hace recordar una vez más a la desaparecida socióloga marroquí Fatema Mernissi y su brillante El harén en Occidente en el que relativiza la supuestamente enorme diferencia entre occidentales y musulmanes en autonomía y libertades femeninas. La cultura musulmana tapa a las mujeres y las separa de los hombres para evitar los efectos "impuros" de su sexualidad.
Pero la cultura occidental diferencia igualmente a hombres y mujeres, hace de los primeros consumidores de sexo, desnudos femeninos en los medios incluidos, y convierte a las segundas en objetos sexuales de los primeros. Impuras, cuando cuestionan su papel tradicional para ser consumidoras de sexo. Lo de ellos es natural, lo de ellas es indecente. O demasiado revolucionario.
20 de enero-18 de febrero
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