Mireia Belmonte muerde su medalla de oro en el podio de Río 2016. / cordon press.

actualidad

Mireia Belmonte, medalla de oro en Río 2016 y mejor deportista olímpica española de todos los tiempos

Consigue su segunda medalla en estos Juegos Olímpicos, la cuarta de su carrera, y se convierte en la deportista olímpica española con más metales al cuello.

Salió de los vestuarios en penúltima posición, uno de los privilegios que le daba haber marcado el segundo mejor tiempo en las semifinales. El otro privilegio, nadar en la calle central y poder vigilar, no sabemos si por intuición o por visión periférica, a sus dos máximas rivales por el oro. Como lo leen: Mireia Belmonte es española y era una de las favoritas para lo que sucedería menos de cinco minutos más tarde.

La badalonesa aparecía por el túnel muy concentrada, con esos inseparables y discretos cascos que le permiten refugiarse en la música para que el ruido no le prive de unos minutos de tranquilidad esenciales dentro de esas rutinas que cada deportista tiene antes de ponerse al lío. Por fin, una vez despojada de su chándal, sin perder la cara de concentración, mira a la grada para comprobar que, entre los miles que van a presenciar una nueva final olímpica, están las dos personas que ella necesita para encontrar ese último pedacito de fe que le hace creer en que se puede: Paqui, su madre y Javier Hernanz, su chico, que ha llegado por los pelos, pero ha llegado. Todo ok para lanzarse al agua.

Ha hecho sonar el himno español en una piscina olímpica 24 años depués

Salta, bucea corto e, inmediatamente, comienza a batir las 'alas' de su mariposa. Controlando los tiempos. Lo hace por Paqui, por Javi, por todos los deportistas españoles y por todos los españoles, sobre todo por aquellos a los que no les ha importado que la final sea a una hora intempestiva en suelo patrio -3:54 de la madrugada- y se han quitado las legañas conscientes de que ella nunca defrauda.

Toca la primera de las cuatro veces la pared y lo hace tercera. Comienza la remontada. Primero va a por la japonesa, Hoshi. Un par de largos después, sobrepasa a Grove, la australiana. Tras el último viraje, los 50 metros que le llevarán a la gloria son de esos en los que sabes que, a pesar de que la siguen de cerca, jamás la van a alcanzar.

No lo harán, porque Belmonte ha soñado muchas veces con este día en el último ciclo olímpico y no va a tirar por la borda cuatro años de esfuerzo y sacrificio por no echar el resto en un puñado de metros.

Mireia llega primero. Le saca tres centésimas a Grove. Sobrada. Más que suficiente para que en una piscina de unos Juegos Olímpicos suene el himno español 24 años después. El último en hacerlo fue Martín López-Zubero, en Barcelona 92, en la prueba de 200 metros espalda.

Por fin, Belmonte se quita las gafas de bucear, mira al marcador y se da cuenta de que ha ganado. No lo puede controlar. Se lleva las manos a la cara y se le escapan unas lágrimas de profunda emoción: acaba de conseguir la primera medalla de oro para la delegación española en Río 2016.

Hace cuatro años, está prueba, la de 200 metros mariposa, valió para que Mireia rompiera el cero en el medallero. Ojalá este oro sea solo el primero de los que están por llegar en los 11 días que quedan de Juegos Olímpicos. No pedimos muchos, solo los necesarios para que se callen los agoreros que se ponen nerviosos cuando hay dos jornadas seguidas sin que ganemos un metal.

Los mismos a los que los sueños de Belmonte, los entrenamientos de Chourraut o las palizas del día a día de Portela solo les interesan una vez cada cuatro años.