Estoy escribiendo frente al mar, rodeada de pinos y embriagada por la belleza que me rodea en este rincón de la Costa Brava. He alquilado una casa donde solo escucho el rumor de las olas rompiendo en las rocas, el graznido de las gaviotas y el viento al atardecer.
Este verano he decidido prescindir del móvil durante mis vacaciones. Aquí no hay wifi y ha sido la excusa perfecta para dejarlo en Madrid. Desde hace unos meses, y debido a mi necesidad de aislarme para acabar mi libro, he desarrollado una autentica fobia por este aparato al que ya no le encuentro ningún encanto. Leo que España tiene el dudoso mérito de tener el porcentaje más alto de móviles por habitante del mundo.
Hay más de 50 millones de teléfonos en nuestro país y se consulta la dichosa pantallita hasta 150 veces al día, una vez cada cinco minutos. Entre el tiempo que dedicamos a leer y responder whatsapp o llamadas, el móvil ocupa cinco horas de nuestra vida diaria.
No hay más que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta del uso abusivo que hacemos de él. Ya no puedes disfrutar de un viaje placentero en tren porque siempre hay un pasajero incluso en los vagones de silencio hablando por teléfono en voz alta sin importarle los demás. Tampoco en vacaciones nos podemos librar de su incómoda presencia porque hasta en la playa más remota puedes encontrarte a alguien enfrascado en una larga y absurda conversación, rompiendo toda la magia.
Por fortuna, las vacaciones sin móvil cuentan cada vez con más adeptos. Desde hace un año proliferan los hoteles que apuestan por la "desintoxicación digital" y ofrecen a sus clientes la experiencia de pasar unos días sin su dispositivo. Es muy sencillo: al llegar entregas el móvil o la tableta para evitar tentaciones. Ya no podrás utilizarlo como despertador, ni comprobar las calorías que quemas, ni consultar la Bolsa, pero ganarás en calidad de vida y el tiempo te cundirá más. Hay también casas rurales donde no hay cobertura y puedes disfrutar del contacto de la naturaleza.
llegamos a consultar el móvil al día
A cambio ofrecen rutas a caballo, senderismo, avistamiento de aves, clases de cocina, yoga, catas de vino y masajes terapéuticos. Algunos restaurantes cuelgan el cartel de "Prohibido móvil" para que sus comensales disfruten de una cena sin sobresaltos. En Estados Unidos, una cadena ofrece descuentos de hasta el 50% a los clientes que renuncian al móvil durante la comida.
Llevo dos semanas sin móvil y he comprobado que no solo puedo vivir sin él, sino que me relaja no tenerlo cerca. He recuperado el arte de la conversación en las sobremesas, he leído más que nunca, he caminado por el campo y me he deleitado con atardeceres de película. He descubierto lo maravilloso que es el silencio y cuánto lo echaba en falta. A los adictos, a los que creen que no pueden vivir sin él, les animo a hacer la prueba. Guárdenlo en un cajón y disfruten de los pequeños placeres de la vida.
Foto: Getty Images
20 de enero-18 de febrero
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