Mujer escribiendo en un diario. / Getty

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La vida en un diario

Muchas mujeres tienen necesidad de escribir sobre su día a día con total sinceridad. Un género asociado a la adolescencia que muy pocas se atreven a publicar.

Ya sea en el pasado más lejano, o en un presente puntual, muchas mujeres de todas las edades acuden a las páginas de un diario íntimo para poner en claro ideas o problemas, reflexionar sobre lo que les está pasando, narrar su vida cotidiana o dejarse llevar por intensas emociones difíciles de reconocer en otro contexto. El diario íntimo femenino aparece hoy como un elemento digno de estudio para la antropología, el feminismo, el arte y la literatura, por su valor en el proceso de interpretación de la realidad de la mujer a lo largo de la Historia.

A finales del año pasado, en el Centro de Arte Santa Mónica de Barcelona, la cineasta y artista plástica Xiana Gómez presentaba el proyecto Cultura de dormitorio: narraciones de adolescencia femenina, en el que concentraba más de 60 diarios personales escritos por mujeres que ahora tienen entre 20 y 55 años. La muestra se completaba con entrevistas en las que las autoras hablaban de lo que pensaban de los diarios. Gómez, que recopila estos materiales desde 2013, afirmaba en conversación con la comisaria de su exposición, Mery Cuesta, que le interesaba "esa mortificación que experimentamos al revisar textos de la época posiblemente más turbulenta, a nivel de identidad, de nuestra vida".

Un 75%

de las chicas reconoce haber llevado alguna vez un diario.

El término "cultura de dormitorio" que usaba la artista como título de su exposición no era gratuito: se basaba en los descubrimientos realizados a finales de los años 70 por la socióloga feminista británica Angela McRobbie, investigadora de los fenómenos culturales adolescentes, que analizaba la música pop o los códigos de vestimenta como partes de estas construcciones contemporáneas de la feminidad frente a los clichés de la sociedad patriarcal. "En ese sentido afirma Xiana Gómez, las prácticas de dormitorio seguramente funcionan como válvulas de escape".

De hecho, llevar un diario es mucho más común de lo que creemos. A finales de los años 90, el profesor Manuel Alberca, de la Universidad de Málaga, descubrió que un 31% de los chicos y un 75% de las chicas, llevaban o habían llevado un diario.

En España hay poca literatura de la intimidad.

Pero no deja de ser paradójico que, pese a que este tipo de narrativa testimonial la practican más mujeres que hombres, pocas voces femeninas acaban siendo publicadas. Virginia Woolf, Anais Nïn, Ana Frank, Sylvia Plath son los referentes ineludibles frente a cientos de autores masculinos. Y el resultado es más demoledor en el caso del panorama literario español: Zenobia Camprubí, Rosa Chacel... y pocas más.

"El hecho de que en España haya poca literatura de la intimidad, tiene que ver con dos aspectos vinculados entre sí", explica Laura Freixas, escritora y traductora al castellano de varios diarios de importancia, entre ellos los de André Guide. El primero, a juicio de Freixas 2es la escasa libertad y protagonismo de las mujeres en comparación con otros países en los que las mujeres tenían un papel social y cultural mucho mayor. El otro es la presencia constante de la Iglesia Católica: el reconocimiento de la intimidad y la reflexión interior suele darse en los países protestantes, ya que en ellos no existe el sacramento de la confesión, por lo que el individuo se ha de contar a sí mismo lo que aquí se cuenta al confesor".

Del desarraigo al top secret

También apunta Freixas uno de los principales motivos para decidirse a narrar la intimidad es el desarraigo. "El diario es, por ejemplo, una herramienta del exilio, porque cuando te marchas pierdes los referentes y tienes que crear tú mismo tu propia vida. La soledad e indefinición del exilio hacen que busques en ti mismo el significado, y necesites esa compañía del diario. En España, existe otro perfil añadido: el de aquel que tiene mucho contacto con las culturas extranjeras, que domina diversas lenguas o puede dedicarse a viajar, como Josep Pla o Gil de Biedma", señala.

Tras las palabras "íntimo" e "intimidad" se encuentran una serie de términos asociados: profundidad, reserva, privacidad, secreto... En el caso de los adolescentes, a veces esta necesidad llega al paroxismo. En la exposición de Xiana Gómez, uno de los capítulos repasaba la infinidad de códigos cifrados, alfabetos secretos, alusiones a personas solo con iniciales o aviesas reglas de lectura que vuelven el diario algo indescifrable. "El secreto es comprendido a edad temprana por los niños, y puesto en práctica enseguida

reflexiona Xiana Gómez. En realidad, cualquier dato, por irrelevante que parezca, puede funcionar como secreto si se trata como tal. Lo reconocen los productores industriales de diarios, ya que suelen fabricarlos con llave y candado, dejando claro que lo que hay dentro es top secret, incluso antes que la propia escritura. Esto condiciona a las autoras: las niñas aprenden que hay un tipo de información apta para este soporte y otra que no lo es. Así que el tema del que escriben por excelencia es el amor romántico platónico", considera la artista.

Sin embargo, la escritora Laura Freixas no está tan convencida: "Creer que las mujeres estamos pendientes del amor y del hombre es un mito. Yo no veo una obsesión por el amor en los pocos diarios adolescentes publicados, como el de Anna Frank. Y en el de Sylvia Plath,

tampoco: aunque hable del amor, lo que verdaderamente le preocupa es su poesía. Y sus sentimientos frente a los hombres no son únicamente de deseo, también hay mucha rivalidad".

La borrosa línea entre lo privado y lo público, lo íntimo y lo social, es objeto de un enconado debate.

Pero, ¿cómo asimila un nuevo mundo online la práctica del diario? Las redes sociales y la blogosfera han venido a sustituir la narración de la intimidad. ¿Se hace igual que en los diarios? La borrosa línea entre lo privado y lo público, lo íntimo y lo social, es objeto de un enconado debate. Desde la psicología a la sociología. Si a partir de los años 80 el doctor James Pennebaker, de la Universidad de Texas, anunciaba las virtudes de forzar a los pacientes psiquiátricos a escribir sobre los hechos traumáticos de su vida como una forma de evitar la represión de sentimientos, también recordaba que estos escritos jamás debían hacerse públicos, ya que abrir la intimidad es también darle poder al otro sobre tu persona (y ahora, dejar una ventana abierta al ciberacoso). Y se especula sobre qué puede tener de íntimo algo que el propio autor sabe que será leído por cientos o miles de personas.

El fenómeno blog, en su gran mayoría, no pasa de una constante referencia a actividades diarias, intereses personales de cualquier tipo (desde la cultura a la política) o crónicas sobre aficiones o intereses. La reflexión personal que se da en estos espacios no tiene nada que ver con la intensidad de los viejos diarios íntimos. De hecho, en las redes sociales muchas veces se falsea la intimidad para dar la versión más positiva de uno mismo. Y además, permiten la intrusión del tercero, a través de los comentarios.

Pero el mundo digital va más allá con las redes sociales audiovisuales. Desde Instagram a Facebook, la fotografía o el vídeo se muestran como las herramientas narrativas de las nuevas generaciones. Siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras, pero: ¿puede una imagen reproducir la complejidad de una intimidad verbalizada por escrito? ¿Sirve de la misma manera lo que vemos y reproducimos que lo que sentimos? El futuro de la narrativa de la intimidad es pues incierto. ¿Podrá ser sustituido por el universo online? De momento, no hay papelería sin diarios con candado.