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Mujeres y ciencia :¿de verdad no nos gustan los números?

Informática, ingeniera... son algunos de los trabajos mejor pagados, pero muchas mujeres se excluyen de ellos porque creen que no son para ellas. Desde la infancia, hay un temor a las matemáticas. Pero, ¿cuál es nuestra responsabilidad?

Hagamos un pequeño experimento: piensa en alguien haciendo ciencia. ¿Lleva bata? Seguro que sí. ¿Lleva gafas? ¿Cómo lleva el pelo? ¿Es hombre o mujer? Eureka. La mayor parte de las personas a las que se les hace esta pregunta se imaginan a Albert Einstein. Solo haciendo un esfuerzo mayor puede que les venga a la cabeza la premio Nobel madame Curie (Maria Salomea Sklodowska, por si te suena del Trivial).

¿El motivo? Sigue sin haber referentes reconocibles de mujeres científicas y la consecuencia es clara: cuando nuestras hijas sueñan con el futuro, no son capaces de imaginarse haciendo ciencia.

Las ciencias son muy diversas y no todas tienen el mismo "problema": las carreras universitarias asociadas con la sanidad, la biología y las matemáticas tienen aproximadamente el mismo número de matrículas de chicas que de chicos, pero no ocurre lo mismo cuando miras la cantidad de profesores y de profesoras: solo el 16% de mujeres ocupan los puestos académicos de alta responsabilidad (catedráticas y profesoras titulares).

Las chicas se infravaloran. Creen que para triunfar deben ser excepcionales.

Y la perspectiva es mucho peor cuando nos fijamos en campos tradicionalmente masculinos, como la ingeniería, la física o la informática donde, incluso se ha retrocedido en los últimas décadas. En 2013 el número de mujeres que trabajaban en el sector de la informática era del 25%, frente al 40% de la década de los 80, según la encuesta elaborada por Accenture.

Un dato que corroboran también las universidades: en la Facultad de Informática de la Universidad del País Vasco (UPV), las mujeres eran el 50% del alumnado en los años 80; hoy no llegan al 15%.

La situación es semejante en el entorno internacional. En el estudio Why so few? [¿Por qué tan pocas?] (2010) de la Asociación Americana de Mujeres Universitarias (AAUW) se compara el tremendo avance que las mujeres han realizado en Economía, en Derecho o en Medicina con los lentos progresos que se dan en Ingeniería, Informática y Física.

El estudio muestra también cómo las chicas se imponen a sí mismas estándares más altos, convencidas de que, para triunfar en un campo de chicos, deben ser excepcionales. Se exigen más y, por lo tanto, muchas veces se infravaloran. Por si fuera poco, según el mismo estudio, cuando una mujer es claramente competente en un trabajo considerado masculino, se la percibe como menos atractiva.

La X de la ecuación

"En cualquier ámbito de nuestra vida influye nuestra educación... y resulta que nuestra educación es sexista", afirma Marta Macho-Stadler, doctora en Matemáticas y una de las autoras del blog Mujeres con Ciencia y profesora de la Universidad del País Vasco. A su juicio, "chicos y chicas tienen las mismas capacidades, pero ellas son menos competitivas porque es a los chicos a quienes se les educa para comerse el mundo y ser los mejores. La familia y la sociedad, de manera consciente o inconsciente, contribuyen a afianzar estos estereotipos...".

Laura Nuño, directora de la cátedra de Género de la Universidad Rey Juan Carlos, añade otro elemento a la ecuación de la desigualdad: "En los sistemas de cooptación los nombramientos, por así decirlo, a dedo, son los hombres los que más progresan; frente a los sistemas de mérito como los de oposición, en los que las mujeres obtienen más frutos. Parece que un hombre tiene más autoridad que una mujer. Se les presume una autoridad que la mujer debe ganarse. Y eso, pesa".

Ellos avanzan más en las designaciones; ellas, en las oposiciones de mérito.

Y es que el reconocimiento de que que las mujeres tienen la misma capacidad que los hombres para el trabajo científico ha llevado siglos, y los prejuicios son persistentes. Cuando en 2013 murió la química y matemática Yvonne Brill, la mujer que desarrolló el sistema para mejorar la propulsión de los cohetes espaciales, The New York Times comenzó su obituario diciendo que cocinaba una magnífica carne a la strogonoff.

El trabajo científico de Brill facilitó la exploración de Marte e hizo posible que los satélites de comunicaciones se mantuvieran en órbita, pero el diario más influyente del mundo prefirió alabar sus dotes culinarias, su decisión abnegada de apoyar la carrera de su marido, y su alejamiento de la vida profesional para criar a sus hijos. Pero Yvonne Brill "también fue una brillante científica de cohetes", decía el obituario en su segundo párrafo. Después de recibir las indignadas quejas de sus lectores, el periódico corregió el texto en la página web y eliminó la referencia al strogonoff.

Pero los ejemplos son innumerables: cuando Marie Curie ya había ganado su primer Nobel y daba clases de Física en la Sorbona, se presentó como candidata en la Academia de las Ciencias de Francia, pero sus adversarios dijeron que era judía y pusieron toda clase de excusas para evitar que entrara. Por ejemplo, su comportamiento "disoluto": Curie era viuda y tenía relaciones con un científico separado, por lo que la llamaron "destructora de hogares" en los periódicos.

Yvonne Brill era científica espacial, pero el New York Times destacó sus dotes culinarias.

Las pioneras han tenido que luchar incluso hasta por lo más básico: Jo Boaler, matemática, doctora en Educación y profesora en Stanford, cuenta que cuando llegó a esta universidad norteamericana ni siquiera había aseos para mujeres en la Facultad de Matemáticas. Cuando ella y otras compañeras se movilizaron para cambiar esa situación, lo único que consiguieron fue que la administración colocase unas flores artificiales en el orificio de los urinarios, "convirtiéndolos" casi por arte de magia en baños mixtos.

Aritmética básica

Hay datos que duelen: el 63% de los españoles cree que las mujeres no sirven para ser científicas de alto nivel, según una encuesta europea que ha consultado a 1.000 ciudadanos en nuestro país, por encargo de LOréal Paris, la firma de belleza que otorga todos los años premios y becas a las mujeres científicas.

Muchos de los encuestados marcaron como posibles causas que a las mujeres les falta interés por la ciencia, perseverancia, espíritu racional, sentido práctico y espíritu analítico, entre otros factores. Más o menos piensan lo mismo que dijo el anterior rector de la Universidad de Harvard, Lawrence Summers, que en 2005 argumentó que las mujeres carecían de una "aptitud intrínseca" para las ciencias y las ingenierías. Desde hace pocos meses, precisamente, una mujer ocupa por primera vez ese cargo: la historiadora Drew Gilpin Faust.

La carta de Jared Mauldin fue compartido más de 80.000 veces en Facebook.

Y es que en el siglo XXI, las estudiantes ya no tienen problema con los baños, pero la exclusión continúa de manera más sutil, como demuestra Jared Mauldin, un estudiante de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Washington, que dedicó una carta abierta a sus compañeras y ha acabado convirtiéndose en un fenómeno viral:

Estamos en el mismo programa educativo y muy posiblemente vayáis a obtener las mismas calificaciones que yo, pero ¿nos hace eso iguales? decía. Yo no he crecido en un mundo que me desanimaba a dedicarme a las ciencias puras. No he vivido en una sociedad que me decía que no me ensuciara o que me llamaba "mandón" cuando exhibía mis habilidades para el liderazgo. En la escuela primaria nunca tuve miedo de ser rechazado por mis compañeros debido a mis intereses. No fui bombardeado con imágenes y eslóganes diciéndome que mi verdadero valor estaba en mi apariencia (...). No, no somos iguales".

Mauldin, abrumado por la repercusión de sus palabras (más de 80.000 veces compartido en Facebook), cree que el éxito de su carta se debe a la escasez de hombres que denuncian estos hechos, y ha relatado un caso que le marcó, el de su compañera Holly Jeanneret:

Debemos potenciar su liderazgo y ayudarlas a disfrutar de los números.

"Holly superaba ampliamente mis calificaciones en los exámenes y entendía los conceptos a un nivel que yo no era capaz. Sin embargo, a menudo veía cómo otros hombres pasaban de largo por su lado y nunca la consideraban una posible pareja de estudio. Si llegaban a trabajar con ella, eran supercríticos, le interrumpían al hablar o directamente se dirigían a mí como si ella no estuviese allí. Si Holly mostraba su desacuerdo con una respuesta, en lugar de comparar ambos resultados para ver quién de los dos había hecho algo mal, los veía llegar directamente a la conclusión de que ella estaba equivocada".

¿Y qué podemos hacer para evitar que el cliché les haga creer que no están capacitadas para los números y las ciencias? "La familia y la sociedad contribuyen a afianzar estereotipos y hay que contrarrestarlos", insiste Marta Macho-Stadler. Cuantas más personas, niños y niñas, hombres y mujeres, conozcan los logros científicos de las mujeres, mejor; debemos potenciar el liderazgo de las niñas y las adolescentes sin premiar su docilidad. Y, sobre todo, ayudarlas a disfrutar de los números y las ciencias desde pequeñas con tanta pasión como ponemos por iniciarlas en la lectura. Que nuestros complejos no sean su excusa. No, a ellas no se les dan mal los números.

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Qué puedes hacer:

Si tu hija es todavía pequeña...

  • No hay juegos para chicos ni para chicas. ¿Por qué no regalarle un juego de construcción o un microscopio?

  • No decir nunca delante de ella que las matemáticas o las ciencias se te daban mal, aunque fuera el caso. No le des excusas.

  • Podéis buscar juntas, en la ciudad y en la naturaleza, ejemplos de lo que se estudia en los libros; también de patrones matemáticos como las simetrías, los giros o las multiplicaciones de filas y columnas que representan las baldosas.

  • La carrera científica es también colaborativa, pero

  • no tiene nada de malo animarla a competir.

  • Reconocer sus éxitos escolares y disfrutarlos con ella.

  • Dudar de sus posibilidades es un error.

  • Visitar el blog mujeresconciencia.com. Allí encontrarás referencias de científicas que nacieron el mismo día que ella, que se llaman igual o que viven en la ciudad que vais a visitar.

  • Elaborar juntas un póster sobre una científica y su principal descubrimiento o invención.

  • Preparar una excursión a un museo de ciencias naturales o de ciencia (encontrarás algunos en muncyt.es, mc2coruña.com, parqueciencias.com, Cosmocaixa...).

  • En vacaciones, puedes apuntarla a un campamento científico. Consulta los que organiza FECyT, y los que se desarrollan en las principales universidades de todo el país.

Si ya es una adolescente...

  • Trata de convertir las dificultades en retos. Si no sabes algo, buscadlo juntas. Cada vez es más importante saber indagar en fuentes fiables, y menos tenerlo todo registrado en la memoria.

  • Hacerle preguntas. Pídele que te explique lo que ha entendido. Las matemáticas y las ciencias se aprenden más cuando se explican que cuando se están estudiando en silencio.

  • Pedirle que invente un problema o una historia que utilice lo que acaba de estudiar, que ponga ejemplos, que dibuje mapas mentales y esquemas. Que trate de vincular los conceptos. A menudo, se aprenden como ideas aisladas y abstractas conceptos que están muy relacionados.

  • Si se le dan bien las matemáticas, hay programas de refuerzo y estímulo del talento para ella, y también olimpiadas, incluso internacionales. Consúltalo en www.estalmat.org.

  • No dudes en preguntar a sus tutores. Si necesita ayuda, busca apoyos o clases particulares.

  • No desanimarla porque no te la imagines haciendo algo que nadie en la familia ha hecho. Alguien tendrá que ser la primera.

  • Celebrar los éxitos de las científicas (premios, descubrimientos, honores, inventos, noticias de prensa) como si fueran triunfos propios.

  • Ir con ella a ferias de ciencia, resulta muy motivador.

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