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Jill Stein, la candidata secreta

Hillary Clinton no es la única mujer que se presenta a la Presidencia de EE.UU. La líder del Partido Verde puede amargarle la victoria

Jill Stein haciendo campaña de su partido. / Getty

E. de los ríos Madrid

A principios de septiembre, con la campaña presidencial norteamericana bullendo por el cruce de insultos entre Donald Trump y Hillary Clinton, Jill Stein, tercera en discordia como candidata del Partido Verde, tomó una de esas decisiones que conquistan el corazón del electorado más sensibilizado con la sostenibilidad, la protección del planeta y el cambio climático: acudir a la llamada de las mujeres sioux de Dakota del Norte, empeñadas en salvar el agua, la fauna, los cementerios tribales y las tierras de su reserva de la construcción de un oleoducto. La acción se zanjó con un parón en la obra y una demanda y orden de arresto contra Stein por una pintada. ¿Imagina alguien a un candidato demócrata o republicano en una acción similar?

La candidata verde insiste en cada una de sus intervenciones en el vacío interesado al que son sometidos los partidos alternativos

Fuera de Estados Unidos, apenas sabemos de los otros pretendientes a la Casa Blanca, algunos tan improbables y satíricos como el gato Limberbutt McCubbins, y otros tan decididos en sus aspiraciones como Gary Johnson, republicano moderado y líder del Partido Libertario; o la propia Stein, que ya se presentó en 2012. La candidata verde insiste en cada una de sus intervenciones en el vacío interesado al que son sometidos los partidos alternativos.

"El electorado ha dejado claro su disgusto tanto con Trump como con Hillary. Sin embargo, los medios siguen centrándose en ellos para que la gente no se dé cuenta de que tiene otras opciones. La gente no tiene porqué resignarse a votar a uno de los dos políticos corporativos". A este obstáculo, Jill Stein suma las dificultades añadidas de ser mujer. "Somos descartadas -se ha quejado en entrevistas y mítines-. Se nos margina porque somos consideradas ciudadanas de segunda clase, sin méritos para el debate o para ser protagonistas de cobertura mediática".

En el granero demócrata

Su perfil comprometido, y una agenda política marcada por un viraje de la economía hacia las energías verdes y la disminución del gasto militar, están convirtiendo en una amenaza para Hillary Clinton a esta doctora, graduada en Medicina en Harvard, en 1979. Los analistas señalan mayor probabilidad de desvío de electores entre los demócratas: tanto los jóvenes millenial, a quienes promete librar de sus créditos estudiantiles, como los seguidores a la izquierda de Bernie Sanders, desencantados con Clinton, podrían votarla.

El mismo Donald Trump anima a quienes no le voten a decidirse por Stein y no por Hillary Clinton. De momento, las encuestas le dan un 5% de intención de voto: para una candidatura verde en un país abocado al bipartidismo, es todo un logro. Casi un triunfo.

"Es momento de luchar por el bien mayor", asegura.

"El mayor motivo por el que la gente pierde su poder es por no saber que cuenta con él desde el principio escribe la candidata en un documento de campaña. Es el momento de rechazar el mal menor y luchar por el bien mayor, porque nuestras vidas dependen de ello". Stein propone una especie de New Deal verde que crearía 20 millones de empleo en la industria de las energías renovables, en una transición rápida hacia el fin de los combustibles fósiles, allá por 2020.

Su agenda, en realidad, se parece mucho al sistema de protección pública de muchos países europeos y, aún así, es percibida por los medios de comunicación y el electorado como "radical", a años luz de la sensatez del programa demócrata. Para la líder verde, sin embargo, la agenda de Clinton es esencialmente corporativa, porque su campaña depende del dinero de las corporaciones para financiarse. En realidad, Stein (Chicago, 1950) no ha sido la primera mujer candidata a la Presidencia de Estados Unidos.

La vía verde. Puntos fuertes de su campaña.

  • Cambio de modelo energético hacia uno renovable que crearía 20 millones de empleos.

  • Establecer una renta básica universal y crear un sistema de salud público y gratuito.

  • Detener la privatización de las escuelas públicas.

  • Cancelar las deudas de los universitarios y que la educación superior sea gratuita.

  • Revisar los derechos de personas en prisión.

  • Recortar el gasto militar en un 50% y retirar las tropas en Irak y Afganistán.

  • Prohibir la compra-venta de armas con Arabia Saudí.

  • Congelar cuentas de quienes financian grupos radicales islámicos.

La pionera se llamaba Victoria Woodhull y era sufragista. Se presentó en 1872, medio siglo antes de que se aprobara el voto femenino en todos los estados federados, como líder del Equal Rights Party, el partido que luchaba por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. 12 años más tarde, por el mismo partido se presentó Belva Ann Lockwood, quien repitió en 1888. Tras las heroicas sufragistas y hasta Stein solo hubo intentos anecdóticos o muy discretos. En 1968, Charlene Mitchell fue la primera afroamericana candidata y, además, del Partido Comunista. Apenas recibió un millar de votos, aún así muchos más que sus predecesoras.

A favor del tercer partido

Desde entonces, ha habido candidatas en partidos minoritarios, aunque nunca superaron los 100.000 votos. Jill Stein cambió la tendencia en 2012, cuando logró casi 500.000 votos populares. Desafortunadamente, no le sirvieron de mucho: en el sistema electoral norteamericano, los votantes no eligen directamente a los candidatos a presidente, sino a delegados que emiten el voto que decide la Presidencia.

En cada Estado, el partido que gana, aunque sea por un voto, consigue todos los delegados. Este sistema indirecto convierte en una misión casi imposible romper el bipartidismo que, en la práctica, domina las elecciones presidenciales americanas. Aún así, una reciente encuesta de Gallup revela que el 57% de los estadounidenses quisieran un tercer partido mayoritario. En 2012, solo un 46% expresaban el mismo deseo.

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