Christine Lagarde / Getty

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Ellas mueven el mundo

¿Cuál es la fórmula magistral que convierte a una mujer con talento en una gran líder mundial? Analizamos los rasgos comunes (entorno,formación, carácter) de las más poderosas del momento.

En el número uno de la lista Forbes 2016 de las 100 mujeres más poderosas del mundo está la presidenta alemana Angela Merkel. La norteamericana Hillary Clinton va inmediatamente detrás. Christine Lagarde, máxima dirigente del Fondo Monetario Internacional, ocupa el sexto puesto y la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, el 48.

Pero en este ranking formado por empresarias, artistas, abogadas o periodistas hay otras muchas políticas: Park Geun-Hye, presidenta de Corea del Sur; Federica Moguerini, alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Seguridad; Nicola Sturgeon, ministra principal de Escocia; Dalia Grybauskaité, presidenta de Lituania; Sheikh Hasina, primera ministra de Bangladesh; o Tsai Ing-Wen, presidenta de Taiwán. Países como Croacia, Polonia, Namibia, Jamaica o Nepal también cuentan con dirigentes femeninas.

A todas ellas se sumó en julio Theresa May, primera ministra británica, un mes después de que se publicara la lista de las más poderosas. Pero no nos engañemos. Aunque el número de parlamentarias y ministras ha crecido mucho en las últimas décadas, no hay más que ver las últimas fotos de familia del G-20 (el grupo formado por los 20 países industrializados y emergentes más importantes) para darse cuenta de que la presencia femenina en las altas esferas del poder ejecutivo sigue siendo casi anecdótica. Ellas siguen siendo la excepción. ¿Qué tienen en común líderes mundiales como Hillary Clinton, Angela Merkel, Lagarde, Bachelet y May? ¿Por qué han conseguido llegar ellas a lo más alto de la política mundial?

Pioneras en la totalidad

Sus vidas son una sucesión de récords. "Primera en..." repiten sus biografías

Sus vidas son una sucesión de récords. De hecho, la palabra que más se repite en las intensas biografías de estas mujeres es "primera". Primera mujer presidenta del Partido Conservador británico, primera senadora demócrata por Nueva York, primera presidenta del FMI, primera presidenta de Chile, primera candidata a la presidencia de Estados Unidos, primera presidenta del bufete Baker & McKenzie, primera canciller de Alemania, primera mujer en dar el discurso de graduación, primera socia de la firma Rose Law... De fuertes convicciones feministas y temprana vocación política, todas estas pioneras han pulverizado el mítico techo de cristal y comparten una férrea disciplina y capacidad de trabajo.

Theresa May comenzó su andadura profesional en el Banco de Inglaterra pero es miembro del Parlamento desde 1997. Ministra de Interior y ministra de Mujer e Igualdad antes de ser nombrada prime minister, May es euroescéptica, dura en materia de inmigración, conservadora en los asuntos del colectivo LGTB y tiene fama de imperturbable.

La presidenta del Fondo Monetario Internacional ha tenido una trayectoria similar. Prestigiosa abogada en sus inicios, Christine Lagarde ocupó varias carteras ministeriales hasta ser escogida para dirigir la economía mundial. Tras su permanente sonrisa y su irónico sentido del humor, no le tiembla en pulso a la hora de imponer medidas de austeridad.

Con un pasado de torturas y exilio, la política siempre ha estado presente en la vida de Michelle Bachelet. Pediatra de profesión, fue ministra de Salud antes de ser investida presidenta de Chile en dos ocasiones. Adorada por sus compatriotas por su capacidad para perdonar, su carisma y empatía su índice de popularidad en las encuestas llega al 80% , sus detractores, sin embargo, la acusan de debilidad. "Durante su primer mandato desplegó un discurso y una manera de actuar que la mantenían alejada de la reyerta partidaria cotidiana explica la doctora en Ciencias Políticas María de los Ángeles Fernández-Ramil , proyectando de sí misma una imagen y una condición suprapolítica. Y lo cierto es que en un contexto de creciente desafección con los partidos, esa estrategia le resultó muy beneficiosa".

Angela Merkel, en la última reunión del G7. Theresa May y Michelle Bachelet pasando revista a las tropas; Hillary Clinton en 2010, durante su etapa como secretaria de Estado; y Christine Lagarde, en una reunión del FMI. / D.R.

También Angela Merkel se ha convertido en un símbolo. Y no solo porque en este momento sea, de facto, la mujer más poderosa del mundo, sino porque representa la cara y la cruz de las políticas sociales que más preocupan a los europeos: gracias a la férrea política de austeridad y disciplina fiscal que ha impuesto en Europa, goza de gran popularidad en su país pero se la critica en los países mediterráneos; con su política con los refugiados, sin embargo, le sucede exactamente lo contrario.

Angela Merkel es física nuclear y obtuvo diversos premios en la escuela por sus brillantes resultados en matemáticas y en ruso. Y es que lo cierto es que, al observar de cerca las biografías de estas mujeres excepcionales, queda claro que el liderazgo de todas ellas se ha forjado durante su infancia.

Pertenecientes todas ellas a familias de clase media o acomodada, crecieron en hogares donde se las animaba a formarse y ser independientes algo todavía no tan habitual en los años 60 y 70 , pero siempre bajo una férrea disciplina. Merkel y May son ambas hijas de pastores (luterano y anglicano); Bachelet, de un general; Lagarde, de un matrimonio de fervientes profesores católicos; y Clinton, de un comerciante de fuertes creencias metodistas.

Hijas de su padre

La rectitud, el pragmatismo y la autoexigencia son valores estructurales para estas mujeres líderes y la figura del padre al que no quieren decepcionar suele ser fundamental para ellas. Como explica la socióloga María Antonia García de León, en su libro Herederas y heridas (Ed. Cátedra), sobre las primeras élites profesionales femeninas en nuestro país:

"Frente al padre tradicional de la sociedad patriarcal, es decir, un padre ausente de lo privado, que delega en la mujer todo lo concerniente a este ámbito (incluida la educación) y que da por hecho el matrimonio como profesión de sus hijas, los padres de estas mujeres son activos respecto a sus estudios y sus carreras profesionales y comparten con ellas tanto su conocimiento como su capital social".

La rectitud, el pragmatismo y la auto-exigencia son valores que comparten.

Es decir, las mujeres líderes suelen haber sido socializadas por "vía masculina" y tratadas como si fueran hijos y no hijas. A eso ayuda que hayan sido hijas únicas (Theresa May); o las mayores de una familia con solo hermanos varones (ese es el caso de Hillary Clinton con tres hermanos y de Lagarde, con cuatro). Y esa es la razón de que sus madres funcionen como antimodelos, ya que les inculcan desde niñas que para ellas la domesticidad no ha de ser lo prioritario.

Paradigmático es el caso de la madre de Hillary Clinton que siempre le repetía: "En esta casa no hay sitio para cobardes"; o el de Bachelet, que también recibió una fuerte influencia paterna antes de que su progenitor fuera detenido y posteriormente asesinado como consecuencia del golpe de estado de Pinochet. Su madre y ella tuvieron que exiliarse en Australia y Alemania antes de poder regresar a Chile. Padre y madre fueron un acicate en su experiencia de militante política antipinochetista.

Preparadas para luchar

Otro aspecto que tienen en común estas mujeres es que antes de competir por el poder, lucharon por ganar en otros ámbitos y siempre fueron competitivas. Christine Lagarde estudió con una beca en un colegio estadounidense de ahí su perfecto inglés y perteneció a la selección francesa de natación sincronizada. Curiosamente, fracasó dos veces en su intento por entrar en La Escuela Normal Superior de París por donde han pasado la mayoría de los políticos galos y tuvo que conformarse con estudiar Derecho, pero pronto se convirtió en una reputada abogada y en 2004 llegó a presidenta de Backer & McKenzie (uno de los principales bufetes de abogados en asuntos internacionales, con 4.600 empleados en 35 países).

Hillary Clinton, por su parte, era la favorita de los profesores y la perfecta girl scout, ganó numerosos premios en el colegio, fue voluntaria en organismos sociales, compitió en béisbol y natación, y estudió Derecho en Yale.

¿Líder por accidente?

Pero, ¿por qué ellas y no otras? Además de por su extraordinaria preparación, personalidad y carisma, casi siempre en la llegada de una mujer al poder siguen jugando circunstancias excepcionales. Theresa May llegó a primera ministra de Gran Bretaña tras el referéndum del Brexit y la dimisión de Cameron; mientras, Lagarde se convirtió en presidenta del Fondo Monetario Internacional tras el escándalo sexual de Strauss-Kahn y su caída en desgracia.También Angela Merkel fue vista en su día como una "líder accidental", ya que se trataba de una persona protestante proveniente de la Alemania del Este, una auténtica rara avis en el sistema. Pero Helmut Kohl (que además de político era historiador) se apoyó en ella para simbolizar la auténtica reunificación alemana.

Theresa May ha llegado para liderar el Brexit y Lagarde apagó el fuego ded Strauss-Kahn.

Como explica la catedrática de sociología Alicia E. Kauffman, "en muchas ocasiones se pide a las mujeres que se hagan cargo como manera de poner fin a largos procesos de corrupción, porque ellas suelen apoyarse más en valores éticos para el desempeño de sus cargos. En concordancia con su rol maternal, el público las ve como personas "integradoras"; pero otras veces se les permite el acceso porque se las ve como outsiders (personas que están fuera del sistema); o bien son ayudadas por hombres poderosos (particularmente si hay vínculos de parentesco) a subir en la escala de estratificación profesional".

Y es que en la cúpula del poder sigue habiendo sobre todo hombres, por lo que es muy difícil que una mujer llegue hasta allí sin haber sido apoyada o promocionada previamente por uno de ellos. Eso no significa que nadie les haya regalado nada, pero para que Merkel fuera Merkel, antes tuvo que ser aupada por Kohl y para que Theresa May sea quien hoy es, antes Cameron tuvo que nombrarla ministra de Interior. Dilma Rousseff nunca habría llegado a presidenta de Brasil si la Constitución no hubiera impedido a Lula un mandato de más de ocho años y lo mismo habría pasado con Cristina Kirchner. Ahora ellas ya están en la cúpula, así que no parece atrevido aventurar que a las próximas les será un poco más fácil llegar. 

Michelle Bachelet / Getty

Cortadas por el mismo patrón

La política y la moda nunca han sido una pareja bien avenida. Tal vez por esa ley no escrita que dice que, para triunfar en un mundo de hombres, lo mejor es usar sus mismas armas. Y eso, en el terreno de la moda, se traduce en ser discreto y abonarse a un uniforme, para no dar pábulo a quienes miden la inteligencia de una mujer de forma inversamente proporcional a la altura de sus tacones. Porque para transmitir austeridad, seriedad y eficacia conviene que el look apoye este mensaje. Si hay que lidiar con el Brexit, Donald Trump o un seísmo de intensidad ocho, ¿cómo vas a preocuparte por el largo de la falda?

Seguramente Merkel y Bachelet están de acuerdo con estas teorías. Parecen clones: fuertes, rubias, con corte de pelo castrense y escaso maquillaje. Paradigmas del normcore (el estilo de vestir que implica la elección deliberada de ropa casual anodina y anticuada), su guardarropa es una sucesión de trajes de chaqueta cortados por un mismo patrón aburrido. Eso sí, para animar un poco el asunto, echan el resto con el color.

La web The Spectacle of tragedy elaboró un divertido pantone Merkel.

La web The Spectacle of tragedy elaboró un divertido pantone Merkel, que muestra que la canciller, desde que llegó al poder, ha usado trajes en todos los tonos imaginables firmados por la diseñadora Bettina Schoenbach. Eso no la salvó de las críticas de Karl Lagerfeld. "Lleva ropa mal cortada que parece de hombre afirmó . Pantalones demasiado largos, chaquetas estrechas y colores horribles". Y para una vez que se salió del guión y fue a la ópera con un escote digno del clan Kardashian, se montó tal revuelo que parecía que había invadido Polonia.

Hillary Clinton era de la misma escuela hasta que anunció su candidatura a la Casa Blanca y "fichó" a Ralph Lauren y Giorgio Armani. La idea: captar los votos de quienes piensan que la indumentaria del presidente debe estar a la altura del cargo, sin perder el favor de los que alaban su sobriedad.

Theresa May ha seguido un camino similar. Muy Marks & Spencer en sus comienzos, hoy lo mismo se pone un discreto diseño de Amanda Wakeley que sorprende con un sexy vestido de Roland Mouret, unos botas mosqueteras o un sastre de tartán de Vivienne Westwood. "Me gustan la ropa y los zapatos. Uno de los mayores desafíos para las mujeres en el trabajo es ser nosotras mismas y quiero demostrar que puedes ser lista e interesarte por la moda. No es incompatible", suele decir a los periodistas.

Christine Lagarde es otro mundo. Ahora mueve los hilos del capitalismo y no desentona, pero en su larga etapa en el Gobierno conservador galo ya demostró que su relación con las firmas de lujo de Hermès a Chanel; francesas, claro era excelente. A sus 60 años, con 1,80 de estatura, cabello plateado y permanente bronceado, parece una modelo senior.

"En los 80 y 90, vi tantas mujeres trabajadoras que se vestían como hombres que decidí no ser una de ellas", declaró al Financial Times. De hecho, se cuenta que, cuando era ministra, siempre reservaba unas horas para "piedras" en la agenda de los viajes oficiales. Y no se trataba de alpinismo, sino de ir a comprar joyas, su debilidad; especialmente las perlas, quizá lo único que tiene en común estéticamente con todas sus colegas. Incluso con Angela Merkel.