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Todo empezó como una broma de Andy Borowitz, escritor satírico de la influyente revista The New Yorker. Borowitz imaginó una intempestiva aparición televisiva de Isabel II que, en un mensaje histórico, ofrecía al pueblo americano restaurar la tutela británica sobre su antiguo territorio ultramar, “debido a la desesperada situación en el que este se encuentra”.
“Estos 250 años de autogobierno comenzaron con la mejor de las intenciones, pero creo que todos estaremos de acuerdo al concluir que no ha terminado demasiado bien”, decía esa hipotética Isabel II. “ El Parlamento no pintará nada en este trato. Ofrezco una monarquía a la antigua usanza. Sólo yo y después, si no os quedáis con Carlos, podemos pasar directamente a William y a esos hijos suyos que tanto os han fascinado”.
La broma, intrascendente en principio, ha recobrado una inusitada fuerza en las redes, donde una ola de tuiteros han comenzado a preguntar a Gran Bretaña si tendría compasión de sus antiguas tierras al otro lado del Atlántico y se haría cargo de ellas en estos momentos de tribulaciones políticas. “Querida Gran Bretaña. Sentimos mucho haberos dejado durante estos 200 años. Claramente no somos maduros como para gobernarnos a nosotros mismos. Por favor, acéptanos de nuevo”, se lee en Twitter.
No es la primera vez que el humor recurre a la revocación de la independencia de Estados Unidos ante momentos de dificultad. En los 90, el humorista John Cleese también parodió a la Reina en una carta que anunciaba la vuelta al redil de las ex colonias: “Su Soberana Majestad la Reina Elizabeth II asumirá sus deberes monárquicos sobre todos los estados y territorios (menos Kansas, que no le gusta). Congreso y Senado serán desmantelados. El año que viene haremos circular un cuestionario para averiguar si alguno de vosotros se ha enterado”.