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Marcos acaba de quedar finalista del Planeta con El asesinato de Sócrates, una novela ambientada en la Grecia de Pericles.
Mujerhoy: No dan ganas de ser mujer en la Grecia clásica…Marcos Chicot. Marcos Chicot: Sí, la mujer tenía dos funciones: parir guerreros y ocuparse de la casa. No tenía poder de decisión, no era ciudadana y siempre estaba tutelada por su padre o su marido. Por eso me interesaba mucho mostrar a dos mujeres fuertes, Casandra y Deyanira, que no se resignan, a pesar de tener tantas cosas en contra.
Mujerhoy: La política, el populismo, la manipulación de las masas... ocupan un lugar central. ¿Se inspiró en nuestra realidad actual? Marcos Chicot: Sí, Atenas fue la primera democracia del mundo, y ya entonces se vieron los grandes defectos de ese sistema. Sabían que, sin mecanismos de contención, la democracia se convierte, como dice Eurípides, en la dictadura de los demagogos.
Mujerhoy: Primero Pitágoras, luego Sócrates... Esa afición por matar filósofos, ¿oculta una opinión sobre nuestro sistema educativo? Marcos Chicot: [Risas] ¡Yo quiero resucitarlos! Pero el sistema educativo sí que los está asesinando. Una sociedad jamás debería perder la fi losofía o, simplemente, el pensamiento crítico, porque eso nos deja en manos de demagogos.
Mujerhoy: Le dedica el libro a Lucía. Todo empezó con ella, ¿no? Marcos Chicot: Yo llevaba muchos años escribiendo. Y cuando ella nació, dejé mis dos trabajos, de economista y de psicólogo, para escribir. Seguramente no lo habria hecho si no hubiera sido por mi preocupación por garantizar su futuro.
Mujerhoy: Todo un salto de fe, pasarse a la literatura para hacer dinero. Marcos Chicot: ¡No lo recomendaría a nadie! Mi mujer tenía una fe ciega en mí, pero creo que era la única.
Mujerhoy: ¿Cómo sienta ser fi nalista del Planeta tras tanto esfuerzo? Marcos Chicot: Llegué a la gala sabiendo que la novela tenía “novios” y que probablemente se publicaría. Pero el premio me hizo muy feliz, porque eso ayuda más a Lucía. Tengo la foto de mi hija en el ordenador y, cuando no puedo más, que es a partir de cierta hora todos los días, la miro y digo: “Sigo trabajando por ti”. Y eso es lo que me da esas horas extra que, al fi nal, hacen que una novela te quede redonda.