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Vuelve el espectáculo de los Premios Grammy a confirmar que la innovación musical en Estados Unidos (y un poco en el circuito mundial de la música de masas) está en manos de la cultura afroamericana o, en todo caso, no blanca, con Beyoncé, Drake, Rihanna, Kanye West y Chance the Rapper liderando las nominaciones con 9, 8 y 7 candidaturas.
Sin embargo, el comentario de estos premios no se detendrá tanto en lo acomodaticio de la propuesta de la mayoría de los artistas anglosajones, sino en el duelo de divasque se producirá en las candidaturas más importantes.
Adele y Beyoncé se disputan los premios al mejor álbum, mejor canción y mejor grabación. Se dirimirá, en algo más de un mes, quién es la reina del pop global.
Beyoncé sale como ganadora porque juega en casa. 'Lemonade', el sexto álbum de su carrera en solitario, ha obtenido las mejores críticas posibles gracias a unas canciones introspectivas, lentas y sofisticadas, a años luz del perreo electrónico que lucen otras divas del ramo.
El argumento, además, tiene miga: sus problemas matrimoniales con Jay Z y sus sospechas de infidelidad. "¿Quién coño te crees que soy? No te has casado con una zorra cualquiera", llega a cantar la esposa cabreada.
El disco sirve solo a medias a su agenda feminista, ya que al final la esposa es complaciente y perdona, y pone en juego su nueva militancia atrapafans: la reivindicación de lo afroamericano y su apoyo a 'Black Lives Matter', la campaña que denuncia las muertes de personas negras a manos de la policía. En 'Lemonade', lo personal es político, pero tanta exposición puede ser un problema.
Algunas lecturas de este disco cuestionan el empoderamiento que promociona Beyoncé: ¿tanta mujer de rompe y rasga para, al final, pasar por el aro de los cuernos?
La cuerda de Adele es absolutamente otra. La británica no cuenta con la desenvoltura coreográfica de la estadounidense, ni con su 'sex appeal' infinito.
No se preocupa en absoluto por su imagen pública, no ha profesionalizado su visibilidad en las redes ni controla al milímetro cada foto en la que aparece. Al contrario. Su total naturalidad la lleva a aparecer sin maquillar, con fiebre, comiendo a dos carrillos o en chándal, sin un 'community manager' que pueda convencerla de lo contrario. Adele no hace política: es ella misma.
Una chica británica cualquiera con una voz prodigiosa. En el fondo, es una antiestrella: si Beyoncé se llevó de calle la Superbowl en 2013 y 2016, Adele se negó a participar en ella este año "porque es un espectáculo que no tiene nada que ver con la música". Adele no juega a la moda ni al sexo ni a la política ni al marketing social. Sólo quiere saber de cantar.
¿Con cuál te quedas?