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“Mi primer trabajo fue de vendimiadora cuando tenía 10 años. Después de una semana, ¡me pagaron con un billete de 100 pesetas que me supo a gloria!”. Su familia lleva dedicada al vino desde hace cinco generaciones así que, cuando de adolescente no tenía claro a qué se quería dedicar, acabó aceptando la propuesta de su padre para irse a Montpellier a estudiar viticultura y enología. Fue un flechazo. “Ser mujer en este mundo marca sus diferencias.
Pero cabe recordar que un 60% de los titulados superiores son mujeres, somos el 45% del mercado laboral, aunque solo el 5% accede a una dirección general”. Reconoce que aprendió cosas fundamentales de las mujeres de su familia: “De mi abuela Margarita, la dedicación al negocio familiar; y de mi madre, Waltraud, que nunca se debe tirar la toalla”.
Se siente muy orgullosa de los vinos en los que ha intervenido “si tengo que nombrar algún proyecto: un xarel·lo experimental en Jean Leon, desarrollado por el enólogo Rubires, que me encanta”.