Charlize Theron: una estrella nada fugaz

an pasado 20 años, pero el recuerdo de los inmensos carteles de Sunset Boulevard empapelados con su imagen en lencería ha marcado su carrera. Charlize Theron tenía 21 años y llevaba mucho tiempo tratando de hacerse un hueco en Hollywood, pero cuando por fi n lo consiguió, gracias a su papel de femme fatale en Dos días en el valle, enseguida se dio cuenta de que si quería ser algo más que la última sex symbol tendría que hilar más fi no. La industria iba a tratar de encasillarla. Es lo que Hollywood hace con las actrices de belleza sobrenatural y cuerpo de top model como ella. Estuvo un año sin trabajar. Quería construirse una carrera seria y longeva. Rechazó muchos papeles de mujer fl orero y fue rechazada para otros muchos. Los directores de casting siempre le ponían la misma pega: era “demasiado guapa”.

“¿Cuántos papeles hay para la espectacular modelo que luce vestidos de noche y mide dos metros? He estado en esos castings y, cuando hay un personaje de verdadera sustancia, los guapos son los primeros en ser rechazados”, se lamentó hace unos meses en una polémica entrevista. Sus declaraciones, que luego matizó, enfurecieron a muchos. ¿Cómo podía, la que es probablemente la actriz más bella del mundo, quejarse precisamente de su aspecto? Aunque sus palabras podrían interpretarse como la pataleta de una actriz malcriada por el éxito, tenían una explicación razonable.

En Hollywood todo el mundo tiene una reputación y la de Theron tiene que ver, precisamente, con su obsesión personal por no utilizar su abrumadora apariencia para justifi car un personaje. Por eso, no ha sido musa de comedias románticas tontorronas; por eso renunció a la vanidad y se rapó el pelo para protagonizar Mad Max; y por eso ganó un Oscar después de engordar 15 kilos y de afearse, gracias a algún genio del maquillaje, para Monster, la historia de la asesina en serie Aileen Wuornos. Y por eso, le molesta tanto que se cuestione si la estatuilla fue un reconocimiento a su interpretación o a su espectacular metamorfosis física.

Actuar siempre ha sido una forma de catarsis para ella, una terapia. Puede que la única forma de digerir una infancia marcada por el trauma. Creció en una granja a las afueras de Johannesburgo en los años del apartheid. No soñaba con ser actriz, pero le fascinaban las películas y estaba loca por Tom Hanks. Nunca encajó en el colegio y ha confesado que, en aquella época, su mejor amiga era una cabra llamada Bok. La convivencia en casa era difícil. Sus padres discutían a menudo. Con el tiempo, las peleas derivaron en abusos físicos y verbales hacia su madre y una noche, cuando Theron tenía 15 años, ocurrió la tragedia que marcaría su vida como un “jodido tatuaje”.

Su padre, borracho y empuñando una escopeta, amenazó con matarlas a ambas. Aterrorizada, su madre le disparó. Murió en el acto. Theron lo presenció todo. La investigación concluyó que había sido en defensa propia. “Lo que ocurrió es parte de mí, pero nunca he dejado que domine mi vida”, ha explicado sobre el suceso del que no le gusta hablar. Entonces, su madre insistió en que la joven debía abandonar Sudáfrica y continuar con su vida lejos de aquel drama.

Un espectacular vestido de noche dorado y unas gotas de perfume. Es la versión más glamurosa de Charlize Theron y la icónica imagen de J’adore, la fragancia de Dior. “La mujer J’adore es muy polifacética. Es elegante, pero atrevida. Como mujer, me gusta pensar que conozco mis fortalezas y eso me hacen sentir guapa cada día”, explica Theron sobre el ideal femenino que representa el perfume del que es imagen desde hace 10 años.

“Me encanta mi relación con Dior. Hemos desarrollado un sentimiento casi familiar a lo largo de este viaje y no podría estar más orgullosa de haber evolucionado junto a ellos”. Lascampañas que ha protagonizado se han convertido en un clásico: desde sus espectaculares escenas en la opulencia de Versalles hasta su encuentro con los elementos en el desierto, escenario de la campaña rodada por el cineasta y fotógrafo Jean-Baptiste Mondino.

“La moraleja de esta historia es que el auténtico lujo es encontrarse a uno mismo, encontrar tu sitio entre los elementos. Regresar a las raíces”.

Theron aterrizó en Milán con 16 años, después de ganar un concurso de belleza. Empezó a trabajar como modelo y, un año más tarde, se trasladó a Nueva York. Quería ser bailarina, pero se lesionó la rodilla y se acabó.

Deprimida y desorientada, su madre le compró un billete de ida a Los Ángeles y le animó a intentarlo por última vez. Se instaló en el hotel más barato (y más cochambroso) de Hollywood. En su primera noche en la ciudad, compró una botella de lejía y limpió la habitación de arriba abajo.

Incapaz, ni siquiera, de acceder al circuito de castings, durantemeses dio tumbos por la ciudad arrastrando una maleta. Luego, vivió “su momento Lana Turner en la máquina de soda”, como le gusta contar a ella: su madre le había enviado un cheque para pagar el alquiler y ella trató de cobrarlo en una sucursal bancaria, la cajera le puso problemas y el trámite terminó en bronca. Antes de irse, un agente que hacía cola detrás suyo, le dio su tarjeta. Así consiguió aquel papel de mujer fatal con el que debutó en Hollywood.

Aunque se fue haciendo un nombre gracias a cintas como Pactar con el diablo, Las normas de la casa de la sidra o La maldición del escorpión de Jade, las audiciones se le daban fatal. Por eso, con los años, la actriz fue ideando un método poco ortodoxo, pero muy efectivo, para convencer a los directores de que debían contratarla. A Jason Reitman le acorraló durante los Oscar de 2010 y le exigió que trabajaran juntos. Un año después rodaron Young adult. Ha confesado que persiguió a George Miller hasta que logró el papel protagonista de Mad Max y que solo aceptó bailar en los Oscar de 2013 para convencer a Seth MacFarlane, que aquel año presentaba la ceremonia, de que la contratara para su comedia Mil maneras de morder el polvo.

También ha aprendido a hacerse respetar. Cuando en 2014 se enteró de que Jennifer Lawrence y Amy Adams habían recibido salarios inferiores a los de sus coprotagonistas masculinos en La gran estafa americana, decidió exigir el mismo sueldo que su compañero de reparto, Chris Hemsworth, en Las crónicas de Blancanieves, el cazador y la reina de hielo.

“Las mujeres tenemos que tener los mismos derechos. Es un concepto sencillo”, explica la actriz, feminista por convicción. Y aunque ya ha traspasado esa barrera de los 40 que aterroriza a tantas actrices, no parece que los papeles escaseen para ella: será una espía en The coldest city, una madre desesperada en Tully (para la que volvió a engordar 15 kilos), una villana al volante en Fast & Furious 8…

Pero mientras iba tejiendo una fi lmografía larga y sólida, Theron ansiaba otra cosa… Siempre había querido ser madre. Ha contado que el proceso fue largo y doloroso. Y, por fi n, en 2012 adoptó a un niño de origen sudafricano llamado Jackson.

“La maternidad ha superado todas mis expectativas. Había intentado ser madre durante muchos años. Tenía una idea muy clara de lo fantástico que sería y, cuando fi nalmente ocurrió, me di cuenta de que nunca habría podido imaginarme lo maravilloso que es enrealidad”, le contó a Mujerhoy en 2015. Unos meses más tarde, la actriz ampliaba la familia con August, una niña norteamericana. “Nadie aspira a ser madre soltera, pero he aprendido que no puedes controlar todos los aspectos de tu vida. Así que me he adaptado, soy una persona pragmática”, ha explicado recientemente.

En 2014, dos años después de adoptar a Jackson, la actriz comenzó una relación sentimental con Sean Penn. Habían sido amigos durante 18 años y, de la noche a la mañana, su relación cambió de estatus. Se pasearon acaramelados por las alfombras rojas, rodaron una película juntos, se intercambiaron piropos en las entrevistas (ella le llamó “el amor de mi vida”; él dijo que quería casarse con ella) y un año y medio después… rompieron.

Theron no ha negado que el rodaje de Diré tu nombre, que Penn dirigió y ella protagonizó junto a Javier Bardem (y que se estrena el 27 de enero), fue una prueba de fuego para la relación. “Hubo momentos en los que fui injusta con él. Y hubo momentos en los que sentí que él era injusto conmigo”, ha confesado.

El fin de su relación se hizo obvio durante el Festival de Cannes de aquel año, donde presentaban juntos la película. Pese a los rumores y el dramatismo que algunos medios le adjudicaron a la ruptura, ella siempre le ha quitado hierro al asunto. “Estábamos en una relación y dejó de funcionar. Los dos decidimos separarnos. Y eso es todo”. La presencia más estable de su vida sigue siendo su madre, Gerda.

“He tenido la suerte de tener una fi gura femenina muy fuerte en mi vida. Desde que era niña, me enseñó a tener confi anza en mí misma y a no tener miedo”, ha explicado la actriz de su madre, con la que habla a diario y con la que comparte código postal en Los Ángeles. Theron ha explicado que si no fuera famosa sería “el tipo de persona que escribe a su primer ministro”. Se refiere a su faceta más militante. Crecer en Sudáfrica en los años del apartheid le dejó una huella profunda. Vio muy de cerca los estragos de la epidemia del sida y de la pobreza extrema.

Por eso, en 2007 la actriz puso en marcha el Africa Outreach Project, que lucha para prevenir el contagio de la enfermedad en ese continente. Activista, madre, productora y actriz, siempre ha sido mucho más que su hermosa carcasa de estrella glamurosa, mucho más que la femme fatale de aquellos carteles de Sunset Boulevard. Por eso, es imposible reprocharle que, de vez en cuando, se sienta eclipsada por su belleza.