¡Feliz Navidad!

Algunos fruncirán el ceño porque las navidades les incomodan. Puedo comprenderlo...

Julia Navarro
Julia Navarro

Cuando hemos perdido a alguien querido -padres, hijos, hermanos, amigos-, es lógico que nos asalte la melancolía al recordar celebraciones donde estaban con nosotros. Nos pasa a todos. No es que el resto del año no nos acordemos de ellos, sino que en determinadas fechas su ausencia se nos antoja más insoportable. Les comprendo porque, en cuanto llega las navidades, no puedo dejar de pensar en mi madre, en el confort que me producía mirarla mientras trajinaba por la casa organizando la cena del 24 de diciembre, en la que nos reunía a la familia. Así que su ausencia me duele, pero aún así me sigue gustando celebrarlo.

Lo que nunca se me ha ocurrido es arremeter contra estas fechas, ni mucho menos instar a que se supriman, alegando que el nuestro es un país aconfesional. Me gusta la Navidad porque son días en que todos encontramos la excusa que necesitamos para encontrarnos con quienes nunca tenemos tiempo de ver, porque el trabajo y la rutina cotidiana se van imponiendo. Me gusta la Navidad porque me dejo contagiar por la alegría de la gente, sobretodo por la que aflora en los rostros de los más pequeños. Me gusta la Navidad porque procuro reunir en casa a buena parte de la familia, y durante semanas previas, voy pensando en qué libro les voy a regalar a cada uno (es una tradición) después de cenar.

Eso sí, me irritan, y mucho, quienes quieren disfrazarla, como sucede con algunos regidores municipales que organizan eventos que nada tienen que ver con el espíritu navideño. Aún me dan temblores cuando pienso en la ridícula cabalgata de Reyes que el pasado año organizó el Ayuntamiento de Madrid. Es más, pienso que, si algún ayuntamiento cree que no tiene por qué organizar festejos para celebrar una fiesta que tiene un cáriz religioso (pero también cultural, que eso se les olvida), debería decirlo e invitar a que sean las asociaciones civiles y la propia Iglesia quienes se impliquen en la organización.

Lo que sucede es que los ayuntamientos temen disgustar a buena parte de sus votantes y algunas corporaciones optan por organizar festejos ridículos y multiculturales que no tienen ningún sentido y que son parte del "buenísimo" tontorrón que está tan de moda.

De manera que me van a permitir que reivindique la Navidad; esa Navidad que me devuelve a los mejores días de mi infancia y que me hace feliz reinventar para los pequeños de la casa. Estoy esperando a Maia para poner el Nacimiento y a Mateo para que me ayude con el árbol. Y cuando el 24 esté con mi familia cenando, brindaré en silencio por mi abuelo Jerónimo y mi abuela Teresa, por mi madre, por algunos de mis tíos que ya no están, porque todos llenaron mi infancia, mi adolescencia y mi juventúd de navidades inolvidables. Asi que... ¡Feliz Navidad!

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