actualidad
actualidad
Además de su incansable labor filantrópica, Debbie Reynolds, la actriz fallecida a los 84 años, solo una día después de la muerte de su hija, Carrie Fisher, se dedicó intensamente a una ocupación que hoy agradecen todos los historiadores de moda del mundo y los fans del Hollywood dorado: el coleccionismo de objetos de cine.
Durante décadas, Reynolds fue comprando en subastas y ventas privadas piezas icónicas del vestuario de las películas que, de esta manera, quedaron preservadas para la posteridad. A su labor como detective de la moda debemos, por ejemplo, la conservación de los zapatos rojos que Dorothy-Judy Garland lleva en 'El mago de Oz'.
Su labor coleccionista comenzó en la década de los 70, justo cuando se hizo patente que Hollywood dejaba atrás su época clásica, dominada por los cinco grandes estudios cinematográficas, para internarse en un sistema de productoras más atomizado y diverso. Reynolds no quiso que muchos de los objetos de los extintos estudios quedaran en el olvido o fueran destruidos con su cierre o reestructuración, y empezó a comprar...
Sobre todo, ropa. Gracias a su buen ojo, pudo rescatar los maravillosos vestidos de Audrey Hepburn en 'My Fair Lady' o el icónico sombrero de Charles Chaplin.
Debbie Reynolds siempre se quejó de la falta de visión de los estudios, sobre todo del suyo propio, MGM, que vendió todos sus objetos en subasta pública, sin darse cuenta del valor histórico que sus posesiones tenían como conjunto. "Tiraron a la basura nuestra historia, literalmente", se lamentó amargamente al 'Hollywood Reporter' en 2014, cuando ella misma tuvo que subastar sus últimas piezas.
"Fue una estupidez propia de ignorantes: lo vendían todo por casi nada. No les importaba nada la historia". Reynolds estuvo a punto varias veces de conseguir su objetivo de abrir un museo con toda su colección, pero finalmente no pudo ser y tuvo que venderla.
Solo se quedó una pieza: la estatua original del halcón maltés de la película homónima de John Huston y Humphrey Bogart.