En diciembre estuvo en España el gran Charles Aznavour cuya música amo, admiro y escucho desde hace décadas. Pero esta vez no me interesé por las nuevas canciones que compone sin descanso, por los discos que no para de grabar, sino por sus reflexiones sobre la vida, la vida desde sus 92 años. Su felicidad cada vez que sube al escenario, su amor al público, a la gente, su pasión por componer y esa sabiduría vital con la que disfruta de cada momento del presente. Sin mirar hacia atrás, porque mirar hacia atrás es algo vano, no lleva a ninguna parte, decía en una entrevista, y sin intentar controlar un futuro desconocido e imprevisible.
El azar le ha ayudado, sin duda. Quizá no habría desarrollado esa brillante carrera si sus padres armenios no hubieran emigrado a Paris donde nació y comenzó su carrera. Y la fortuna que le bendijo con ese extraordinario talento. Pero cada vez que leo sus entrevistas tengo la certeza de que su posesión más importante es otra, es esa actitud, esa filosofía de vida que le ha llevado a disfrutar con plenitud cada uno de los días y minutos de sus 92 años.
Dudo que yo llegue a su edad, aún menos con esa excelente forma física y mental, y el futuro imprevisible puede que sea largo o muy breve. Pero en este inicio de 2017 pienso que el bien más valioso que me gustaría alcanzar es esa sabiduría vital de mi admirado Aznavour, esa capacidad para gozar del presente sin nostalgia del pasado y sin miedo al futuro. No quiero despreciar todos esos propósitos de gimnasio, inglés o dieta del nuevo año, sobre todo el de dieta, ya que llevo razonablemente bien el gimnasio y el inglés. Incluso he ordenado varios armarios estas fiestas navideñas y hasta he tomado la firme decisión de terminar antes del verano el libro que dejé a medias en 2016.
Pero sé que 2017 será mucho más feliz si de verdad lleno cada día de esa pasión vital con la que personas como Charles Aznavour siguen recorriendo el mundo a los 92 años. El mundo del salón de su casa o el que está a mil kilómetros de distancia, da lo mismo el lugar. Y esto es algo con lo que no se nace, como el talento musical, ni te lo da el azar, sino que se aprende, y solo se requiere de voluntad y de deseo de hacerlo. Tan sencillo y tan complicado al mismo tiempo, mucho más que el gimnasio, la dieta y el inglés, mis armarios y mi libro.
A fines de enero, Charles Aznavour volverá a España para dar un concierto al que desearía ir, por su música, pero, aún más, por sentir de cerca esa pasión vital que me contagia. Y con la esperanza de que cante mi canción preferida, She, que simbolizó momentos importantes de mi pasado, y que, de una forma de alguna manera mágica se ha transformado completamente para estar en mi presente con otro significado, intensamente, como su compositor.
20 de enero-18 de febrero
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