Jugar

Hasta no hace muchos años, era frecuente ver a niños jugando en los parques y en cualquier sitio...

Julia Navarro
Julia Navarro

Hasta no hace muchos años, era frecuente ver a niños jugando en los parques y en cualquier sitio. Daba gusto verlos corriendo, hablando, dando balonazos, columpiándose, inventando juegos, haciendo travesuras... Pero eso ha cambiado. Ahora lo más frecuente es que estén ensimismados, con la mirada clavada en el móvil. Juegan, sí, pero con juegos virtuales que les tienen quietos ante la pantalla. Son juegos solitarios, en los que no se relacionan con otros niños, sin palabras, risas ni enfados. Lo peor es que muchos padres, para que no den demasiado la lata, les dejan sus propios móviles para que se entretengan.

Cuando mi hijo era pequeño, salía del cole con la ropa arrugada, algún agujero en el pantalón y una capa de tierra por toda la ropa. Daban ganas de llegar a casa y meterlo a él también en la lavadora. Una tarde, estaba en la puerta Josefina Aldecoa (la gran maestra y escritora), directora del colegio Estilo. Le dije: "Hay que ver cómo sale Alex del colegio, no hay por dónde cogerlo". Y Josefina, que era mujer sabia, me respondió: "Si saliera tan peinado y limpio como llega por la mañana te tendrías que preocupar". Tenía razón, claro. Si mi hijo hubiera salido sin una arruga, habría sido señal de que algo no funcionaba.

Por eso me ha parecido una decisión estupenda la del Instituto Torre Vicens de Lérida, prohibiendo a los más pequeños estar en el recreo con los móviles. Ojalá otros centros secunden esta iniciativa. Los profesores han alegado lo evidente: que los niños no jugaban, no se relacionaban, estaban aislados, cada uno con su pantalla. Me dirán que vivimos ya en una realidad casi virtual y que es imposible mantenerlos al margen. Pero me niego a rendirme. En beneficio de los propios niños, debemos procurar que jueguen, se sienten en el suelo y se manchen de tierra, monten en bicicleta, se tiren por el tobogán, jueguen al fútbol, a los médicos, con muñecas... que dejen volar la imaginación y no se conviertan en seres pasivos.

Y es que con la televisión y los juegos virtuales, se acostumbran a una realidad en la que cada segundo se cambia de plano, en la que todo va deprisa, tan deprisa que luego en la vida real todo les aburre porque las cosas suceden a otro ritmo. Les cuesta leer porque la lectura ya no les entretiene. Leer implica imaginar, pensar, comprender, mientras que las pantallas se lo dan todo mascado y a un ritmo vertiginoso. Soy consciente de que vivimos en un mundo en el que la tecnología se ha convertido en la nueva religión y donde nadie se quiere salir del carril. Pero creo que es compatible que los niños sepan utilizar y beneficiarse de todo lo que les ofrece sin dejar de jugar en el mundo real. Para eso es imprescindible que padres y educadores dispongan adecuadamente el tiempo de los niños dándoles todas las posibilidades para que puedan jugar. Tengo la impresión de que las maquinitas y los móviles están arrebatando la infancia a nuestros hijos.

20 de enero-18 de febrero

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