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Comienzan las filtraciones relativas a Melania Trump, confirmando que la Presidencia de los Trump no termina de ganarse la fidelidad de las personas que trabajan para ellos: los periodistas que cubren la Casa Blanca ya han mostrado su sorpresa por la cantidad de revelaciones que reciben cada día por parte del personal. Melania, por mantenerse en Nueva York, parecía librarse, pero ya le afecta también a ella la exposición de circunstancias que habrían de mantenerse privadas.
Un supuesto amigo ha hablado y ha contado lo que muchos pensaban: Melania no quiere ser Primera Dama. Según esta fuente, cuanto mayor es el escrutinio público al que la someten, más ganas tiene ella de esconderse en su torre neoyorquina. Su alergia a las miradas es tal, que ella se siente cada vez más deprimida por el papel de poderosa consorte que ha de jugar. “Esta vida no era su sueño. Era el sueño de Donald”, ha revelado Phillip Bloch, estilista de la pareja, a la revista 'US Weekly'.
Esta aversión de Melania Trump a las cargas que supone la posición que ya ostenta explica que sus apariciones públicas sean tan contadas, a pesar de que el staff de la Casa Blanca le ha pedido repetidas veces que se involucre más en el cumplimiento de sus obligaciones. Por ejemplo, ser la anfitriona en los puntuales tours a las visitas oficiales que se organizan en la residencia presidencial, una ocupación que todas las Primeras Damas han tenido que llevar a cabo y que incluye recibirles y hacerse fotos con ellos al final. Melania Trump puso pegas a acompañar a la esposa del Primer Ministro japonés, Akie Abe, una reticencia que el equipo no termina de comprender.