Joana Ferrer: "Las emociones las dejo fuera del quirófano"

"Mi madre es médico y he vivido el oficio en casa. Pero fue durante las prácticas de la carrera cuando descubrí que lo que mío era la cirugía del trasplante hepático. Leí el libro El hombre puzle, de Thomas Starzl, que explica cómo se llevó a cabo el primer trasplante y me cambió la vida. ¿Sacrificios? "Muchos. Este oficio se hace por pasión, porque aquí no hay horarios. Sé que entro a las ocho de la mañana, pero nunca sé cuando salgo. Y excepto el mes de vacaciones, me pueden llamar en cualquier momento".

Me ha pasado estar cenando un viernes por la noche en un restaurante y tener que salir corriendo al hospital para operar. Pero el hecho de poder salvar la vida de una persona, de darle una segunda oportunidad, es una satisfacción tan grande que lo compensa todo". Aunque pocos somos conscientes del gran operativo logístico y médico que significa un trasplante. "Un equipo viaja, a veces en avión, a donde se encuentre el donante en muerte cerebral para extraerle los órganos, mientras vamos preparando al receptor. Y ya en el quirófano, cirugía pura y dura durante cinco horas aproximadamente. Es un oficio complejo, pero cuando todo marcha bien es un lujo".

¿Y cómo se enfrenta a un trasplante? "Antes de entrar a operar, repaso mentalmente todos los pasos que voy a dar con el bisturí, incluso las complicaciones que pueden surgir. Esto me ayuda a afrontar la tensión y las subidas de adrenalina. Las emociones las dejo para fuera del quirófano, allí no me puedo dejar llevar por los sentimientos". Eso sí, asegura que para trabajar con el bisturí hay que tener una personalidad especial. "Los cirujanos debemos tener carácter, mucha sangre fría y ser resolutivos. Frente a la presión y el estrés, serenidad y trabajo bien hecho, no hay otra". ¿Retos? "¡Uf! Poder escribir más artículos científicos y pasar más tiempo con mi familia".