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De padre médico y madre química, estaba casi predestinada a esta profesión. “Me decanté por reparar el funcionamiento del corazón y no me equivoqué es una cirugía dura pero también muy satisfactoria”. Anécdotas, a lo largo de estos cinco años de formación, unas cuantas. “El primer día, me pinché con una aguja y el segundo me desmayé en el quirófano. Entré por la puerta grande en cirugía cardiaca”. De hecho, ya ha pasado por una de las experiencias que más teme todo cirujano cardiaco:
“En dos ocasiones he oído en el quirófano la terrible frase de “para la bomba”, refiriéndose a una máquina que mantiene vivo al paciente. Y es un auténtico drama, es horrible. Me acuerdo de sus nombres y apellidos y sobre todo de sus familias”. A punto de terminar la especialidad, en mayo de este año, no deja de pensar en su futuro. “Si no logro colocarme aquí, me iré a Alemania, donde valoran mucho la formación de los médicos españoles. ¿Un sueño? "Ser una buena cirujana".