El primer ministro de Canadá e Ivanka Trump / d. r.

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¿Por qué amamos a Justin Trudeau?

¿Te gustan los hombres inteligentes y honestos? ¿Y qué tal si son guapos y feministas? ¿Y si además gobiernan un gran país? No, no es un sueño, es el primer ministro de Canadá

El encuentro entre "la bella y la bestia" -así describieron algunos la reciente visita de Justin Trudeau al presidente norteamericano Donald Trump- dejó algunas estampas memorables. Sobre todo, la de Ivanka Trump mirando abducida al primer ministro canadiense. La misma mirada que ya habíamos visto en Kate Middleton, Rania de Jordania, Emma Watson y hasta la reina de Inglaterra. ¿Alguien se resista a la trudeaumanía? Te explicamos por qué.

Porque es digno hijo de sus padres

Si uno es el primogénito de dos grandes mitos de la historia de Canadá, Pierre y Margaret Trudeau, tiene dos opciones: dejarse aplastar por el peso del apellido o demostrar que la genética ha hecho bien su trabajo. Justin escogió la segunda. Sus padres eran una de las parejas más cool de la década de los 70. Él, Pierre Trudeau, era primer ministro de Canadá, tenía 51 años y arrastraba fama de play boy cuando se casó con Margaret. Ella era la hija del ministro de Pesca y un bellezón de 22. Pierre se mantuvo en el cargo de 1968 a 1984 y está considerado el artífice de la Canadá moderna.

Pero Margaret nunca se adaptó a las exigencias de ser primera dama y se entregó a los placeres de sexo, drogas y rock and roll. Sonados fueron sus idilios con el stone Ron Wood y el senador Ted Kennedy, o sus noches en la discoteca Studio 54. Su matrimonio, sin embargo, se alargó 13 años y tuvo tres hijos: Justin, Michel y Sacha. Pierre consiguió su custodia mientras Margaret luchaba contra un trastorno bipolar. "Su salud mental se deterioró a medida que yo crecía y hubo momentos en que sentí que debía cuidar de ella más que lo contrario", reconoció Justin en el libro Common ground (Terreno común).

Hoy Margaret es una entregada abuela y dedica su vida al estudio de las enfermedades mentales. Dicen que Justin heredó de ella su espontaneidad y empatía. Y de Pierre, más carisma que brillantez.

Porque es el marido y padre ideal

Aviso: la familia Trudeau es tan perfecta que puede dar hasta un poco de grima. Incluso Justin llega a ser algo empalagoso cuando se lo propone. "En la primera cita, me miró a los ojos y me dijo: tengo 31 años y he estado todo este tiempo esperándote. Vamos a casarnos y formar una familia", reveló su esposa Sophie Grégoire a una revista. Aunque se conocieron de niños -Sophie coincidió en un colegio con el hermano menor de Justin-, no se reencontraron hasta 2003, en un baile benéfico, y se casaron dos años después. Una fecha que Justin suele celebrar cogiéndose el día libre.

Ella, de familia acomodada, estudió en la Universidad de Montreal y fue reportera y presentadora de televisión hasta que decidió entregarse en cuerpo y alma a la carrera política de su marido. Sus tres hijos, Xavier (9), Ella-Grace (8) y Hadrien (3), completan una estampa de anuncio. Todos son guapos, educados, deportistas, simpáticos... Igual que los Kennedy ­-dramas y escándalos familiares incluidos- o los Obama.

"Ser padre es el mejor trabajo que hay y mi motivación es pensar en el mundo en el que van a crecer mis hijos", ha afirmado Trudeau. Lo del "yerno perfecto" se queda corto cuando besa a su mujer en un mitin mientras sostiene a su hija en brazos. Insuperable.

¿el lado maternal de la canciller? A Angela Merkel también se le vio disfrutar de su compañía. / d. r.

Porque es feminista

"Lo cierto es que son los hombres los que deberían sentirse afortunados por haber formado un Gobierno paritario", dijo el primer ministro cuando dio a conocer su gabinete, compuesto por 15 hombres y 15 mujeres. "Voy a seguir diciendo alto y claro que soy feminista hasta que me respondan encogiéndose de hombros porque no debería ser algo que generase una reacción. Como afirmar que el cielo es azul y la hierba es verde. Es simplemente decir que creo en la igualdad entre hombres y mujeres y que todavía tenemos mucho que hacer hasta llegar ahí", argumentó Trudeau, embajador de la campaña HeforShe, que lidera la actriz Emma Watson, en un acto de ONU Mujeres.

Normalmente cuando un hombre afirma ser feminista se disparan todas las alarmas -ya saben, excusatio non petita, accusatio manifesta-, pero en el caso de Trudeau resulta creíble. Tal vez sea por la influencia de su mujer, Sophie Grégoire, muy comprometida con la igualdad. "Hace unos meses ella me dijo: "Está muy bien que eduques a tu hija para que sea una persona fuerte y segura de sí misma, pero debes esforzarte más en transmitir a tus hijos cómo deben tratar a las mujeres y crecer para ser feministas como papá", declaraba Trudeau en una reciente entrevista.

Porque es la antítesis de un político

Probablemente, lo mejor que se puede decir de un político es que no lo parece. Divertido, natural e imprevisible -cualquier parecido con otros es pura coincidencia-, es como un hombre del renacimiento adaptado al siglo XXI: boxeador amateur, avezado yogui, experto en redes sociales, gran bailarín y actor ocasional.

Luce un enorme tatuaje en el brazo y reconoce haber fumado marihuana varias veces. Y lo mismo hace un conato de strep tease en una gala benéfica -no se hace de rogar para quitarse la camisa, precisamente- que besa en la boca a un presentador gay en un programa de televisión, luce una camiseta de Superman en una feria de comic, acude a una fiesta con falda escocesa o llora públicamente en un encuentro con un refugiado. ¿Quién dijo que la política no podía convertirse también en un espectáculo?

Porque es tremendamente atractivo

Hay que decirlo alto y claro, aun a riesgo de ser tachadas de frívolas: Justin Trudeau es un cañón. Ya sabemos que no hace falta tener un físico privilegiado para ser un gobernante de altura -a veces es todo lo contrario-, pero es una grata sorpresa poner los informativos de televisión y toparse con el bueno de Justin entre tanto político corrupto y futbolista poligonero. Alto (1,88 m), ojos azules, encantadora sonrisa, nariz contundente, cuerpo de atleta y pelazo negro. Y encima, habla francés. ¿Qué más se puede pedir?

Si ya apuntaba maneras desde niño, cuando saludaba educadamente a Margaret Thatcher o Juan Pablo II, Trudeau es hoy un mix perfecto de la belleza de sus progenitores. Con pinta de buen chico, pero con un punto asilvestrado. Un cruce entre el príncipe de La Sirenita y Matthew McConaughey. Por eso, hasta le perdonamos que haya lucido perilla con melena y se haya casado con un traje beige con corbata dorada. Un error lo tiene cualquiera... hasta él.

El show de miradas arrobadas llegó al mismísimo Trump. / d. r.

Porque es solidario

Todavía es pronto para saber si Justin Trudeau pasará a la historia como un gran primer ministro -igual que su padre Pierre­- o se quedará en buenas intenciones. Pero en solo año y medio al frente del Gobierno, tras una década de liderazgo del conservador Stephen Harper, ha vuelto a situar a Canadá en el mapa -con permiso de Ryan Gosling-, restaurando su reputación de país acogedor y progresista.

Recibió su primera ovación cuando presentó un Gobierno, además de paritario, compuesto por personas de perfiles, razas y orígenes diferentes: desde una refugiada de origen afgano en el Ministerio de Instituciones Democráticas y un expolicía sij en Defensa y una aborigen canadiense en Justicia.

Pero lo que ha despertado la admiración internacional ha sido el cumplimiento de su promesa de acoger a 25.000 refugiados sirios, aunque ya son 40.000. "Hoy salieron de esta terminal como residentes permanentes en Canadá, con número de la Seguridad Social, cobertura médica y la posibilidad de convertirse en canadienses", declaró en el aeropuerto cuando acudió a recibir al primer grupo. "Celebramos esta época del año mostrando nuestra generosidad a familiares y amigos. Estoy seguro de que este año haremos lo mismo con estas de personas que están viviendo por primera vez las fiestas en Canadá", dijo días más tarde en su discurso navideño.

Meses después anunció que Canadá dejaría de participar en los bombardeos internacionales contra el ISIS. "El enemigo letal de la barbarie no es el odio, es la razón. Y la gente aterrorizada por el ISIS no necesita nuestra venganza, necesita nuestra ayuda", afirmó.