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La audiencia social la ha tomado con la modelo, aunque probablemente no se le pueda achacar tanta responsabilidad a una jovencita que no solo vive en la nube de la fama y la moda, sino que ha crecido dentro de ella. Seguramente Kendal Jenner solo vio los ceros del cheque que Pepsi le tendía para protagonizar su nuevo anuncio, el segundo que elige a una modelo como embajadora en su historia (la otra fue Cindy Crawford, en 1992). Difícil que cualquier joven pusiera trabas sobre la marcha del rodaje. Hace falta una fiera como Naomi Campbell para parar un (carísimo) rodaje.
El asunto es peliagudo, porque Pepsi no solo se apropia de las manifestaciones anti-Trump y por la dignidad de los inmigrantes que se han sucedido en Estados Unidos desde que el Presidente tomó posesión, sirviéndose de ellas como telón decorativo para animar al consumo y vaciándolas de contenido, sino que roba uno de los momentos más virales de las protestas del movimiento Black Lives Matter. El asunto es más que peliagudo: es insultante.
En el instante final del spot, Kendal Jenner se acerca a uno de los policías que vigila la manifestación y, frente a frente con él, le ofrece una lata de Pepsi. La escena remite directamente al enfrentamiento cara a cara que tuvo lugar el año pasado en Baton Rouge (Luisiana), entre Leshia Evans, activista de Black Lives Matter, y un policía. La fotografía, épica, dio la vuelta al mundo. Pero uno de los momentos más emocionantes sobre el valor y la dignidad de las mujeres que se manifiestan solo ha servido, finalmente, para vender una lata de Pepsi. Trágico.