Paren, que me bajo

No puedo más, no lo soporto. Estoy a punto de tomar una decisión radical: guardar el teléfono móvil bajo siete llaves.

Julia Navarro
Julia Navarro

Creo que los móviles nos están esclavizando al tenernos comunicados las 24 horas del día. Sobre todo, aborrezco el WhatsApp o más bien el uso que se suele hacer de este sistema de comunicación. Ya hay muchas personas que se están revelando ante estas maquinas, incluso algunos de los "padres" de los nuevos inventos que han dado lugar a las redes sociales.

Mi hijo me convenció de que tener WhatsApp era imprescindible y el argumento definitivo fue que a él le resultaba más cómodo poder enviarnos mensajes por este medio cuando viaja, porque las llamadas eran gratis o más baratas. El caso es que, entre la posibilidad de saber de él cuando no esta en casa o de esperar una llamada que no llega, no tuve elección y acepté que me instalara esta aplicación en mi teléfono móvil.

Desde el día que me instalé WhatsApp no tengo ni un minuto de sosiego.

Bueno, pues desde ese día no tengo ni un minuto de sosiego. Ya saben que me dedico a escribir y resulta difícil poder concentrarse en la escritura si a cada momento suena el insoportable pitido del WhatsApp anunciando la entrada de un nuevo mensaje.

No sé a ustedes, pero a mí la mayoría de los mensajes que me llegan son sencillamente prescindibles. Para empezar, me sorprende la cantidad de tiempo libre que tiene la gente y, sobre todo, la banalidad en la que se ha instalado nuestra sociedad. No hay día en que alguien no me mande algún vídeo absurdo: que si un tigre alimenta a un perro en no sé donde, que si un chiste estúpido, que si unas declaraciones que ha hecho alguien sobre algo y que se han convertido en virales... por no hablar de algunos que se creen en el deber de informar a todos los que estamos en su agenda de cuanto dicen y hacen.

Así que hay quienes me abruman enviándome sus intervenciones en tertulias y debates varios, sus artículos de prensa... o los que te mandan fotos, canciones, frases cursis... Total, que de asuntos de este calibre recibo unos cuantos WhatsApp cada día.

Me pregunto cómo es posible que a mí me falten horas a lo largo del día y que haya a quienes les sobran para dedicarse a mandar estos mensajes sin sustancia. Una cosa es llamar o mandar un mensaje a alguien sobre un asunto concreto y otro invadir la intimidad ajena enviando cualquier cosa.

Es más, no podía imaginar que algunas de las personas que conozco y a las que tengo por serias podían hacer un uso tan extravagante de esta aplicación. Las nuevas herramientas de comunicación son, sin duda, extraordinarias pero la cuestión de fondo es para qué se usan. Y me temo que la mayor parte de la gente las usa para contar nada. 

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