Fueron dos mujeres sobresalientes, poseedoras de una personalidad legendaria y capaces de elevarse en éxtasis místicos extraordinarios. Así describía santa Teresa sus potentes experiencias religiosas: “Vínome un arrobamiento tan grande que casi me sacó de mí. Senteme y aún paréceme que no pude ver alzar, ni oír misa". Juana de Arco explicaba que, durante el sueño, oía voces (“yo tenía 13 años cuando escuché una voz de Dios”, confesó) y había visto a santa Catalina y santa Margarita, además de escuchar claramente el tañer de campanas.
El neurólogo Esteban García-Albea, autor del recientísimo ensayo “ Su majestad el cerebro ”, fue el primero en diagnosticar a la santa de Ávila como enferma de “epilepsia extática” o de Dostoievski, ya que el escritor ruso también la padeció e incluso la reflejó en su novela “ El idiota”: “Durante unos momentos antes del ataque, experimento una tal sensación de felicidad imposible de imaginar en un estado normal y del que otra gente no tiene idea. Me siento en total armonía conmigo y con el mundo entero, y esta sensación es tan fuerte y tan deliciosa que por unos segundos de tal bendición daría unos gustosos diez años de mi vida si no la vida entera".
García-Albea descubrió que santa Teresa, al igual que Dostoievski y Juana de Arco, sufría crisis epilépticas que comenzaban con una luz muy fuerte, y seguía con parálisis de cuerpo, alucinaciones multisensoriales y una sensación final, mezcla de placer y bienestar. Tenía una disfunción del lóbulo temporal derecho que produjo páginas impagables sobre sus “arrobos” para la historia de la literatura:
"En fin, no alcanza la imaginación, por muy sutil que sea, a pintar ni trazar como será esa luz, ni ninguna cosa de las que el Señor me daba a entender con un deleite tan soberano, que no se puede decir, porque todos los sentidos gozan en tan alto grado y suavidad que ello no se puede encarecer y ansí es mejor no decir más".
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