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La revolución sexual y literaria de Anaïs Nin

Lesbianismo, bigamia, voyeurismo e incluso incesto. Se reedita 'Diarios amorosos', más de 700 páginas de la primera escritora que, ya en los años 30, firmó con su nombre relatos eróticos

Foto de Anaïs Nin en la ´ecada de los '60s / CORDON

Elena de los Ríos

Su vida y su obra parecen hechas a medida de la generación 'millenial': un carrusel de erotismo sin red contado a través del género literario narciso por excelencia: los diarios. Anaïs Nin (París 1903-Los Ángeles, 1977), hija única de de un pianista cubano-catalán y una cantante cubano-francesa, comenzó a escribir con 11 años, cuando su padre las abandonó a su padre y a ella. De las 35.000 páginas que dejó escritas, las más turbadoras son las que se reúnen en " Diarios amorosos", el tomo de 700 páginas que Siruela acaba de reeditar, coincidiendo con el 40 aniversario de la escritora, la primera mujer que firmó con su nombre los relatos eróticos que escribía.

Por las páginas de Anaïs Nin transitan el escritor Henry Miller y su mujer June, quien la inició en el lesbianismo y el voyeurismo, pero también Duchamp, Alberti, Dalí, Carpentier, Artaud o el ocultista y poeta Aleister Crowley. Tanta y tanta gente famosa conoció íntimamente, que los diarios se publicaron censurados mientras los mencionados estuvieron vivos. “Le pido a mis amantes que no me traten como a una mujer corriente, que continúen su vida como antes, gozando de otras mujeres, que el amor debe ser grande y ensanchar su vida, no estrecharla”, escribe en sus diarios.

Nin se saltó todas las reglas sociales sobre cómo y con quién podía mantener relaciones una mujer en los años 30, 40, y más allá. Incluso escribió con todo lujo de detalles una supuesta relación sexual con su propio padre, reencontrado 20 años después de su abandono. La escritora cubana Zoe Valdés es la principal objetora a este romance incestuoso: se lo denegó el mismísimo hermano de Nin. Anaïs fue, también, bígama, pero este detalle parece una minucia burocrática al lado de sus aventuras eróticas. Mantuvo casi toda la vida una relación principal junto a muchas otras flotantes, pero no desalmadas: con todos elaboró un vínculo de afecto, por corto que fuera.

Anaïs Nin cambió su destino a los 19 años, cuando conoció al banquero Hugh Guiler. Pasó de trabajar como modelo y bailaora flamenca en Cuba a vivir cómodamente en París. Jamás se divorció de Guiler, que fue su sostén económico de por vida. Fue él quien la convenció para convertirse en escritora y, de alguna forma, le llevó a los brazos de Henry Miller y de su mujer, June. “June es mi aventura y mi pasión, pero Henry es mi amor. No puedo ir a Clichy y enfrentarme con los dos. Le digo a June que es porque temo que no sepamos ocultar nuestros sentimientos delante de Henry, y le digo a Henry que es porque temo no fingir bien delante de June. La verdad es que miro a Henry con ojos ardientes y a June con exaltación”.

En 1939, justo después de su supuesto incesto, emigró a Nueva York, donde se entregó al psicoanálisis, comenzó a publicar relatos eróticos y se casó con su representante, Rupert Pole. Este describió la relación con su padre que Nin sostenía mantener de la siguiente manera: "Es de algún modo tragicómica: el padre cree que culmina su carrera de donjuán intentando seducir a su hija, pero Anaïs sabe que ella actúa por consejo de su psiquiatra (y amante), el doctor Otto Rank, para seducir a su padre y luego rechazarlo como castigo por haberla abandonado siendo niña".

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