A Sonita Alizadeh le bastó una canción para evitar un matrimonio concertado. Tenía 16 años cuando se enteró de que su familia en Afganistán estaba buscándole un marido con el que conseguir una dote de 9.000 dólares y pensó en una salida: subir a YouTube un vídeo con el rap que había escrito, Novias en venta, en el que denunciaba una realidad que afecta a millones de mujeres en el mundo. Todo un acto de valentía en un país donde no está permitido que las mujeres canten si no es junto a un hombre, y menos aún acerca de un tema tan controvertido.
Su tema se hizo viral y aquel rap acabó salvándola del mercado de matrimonios forzados. Pero Sonita no ha sido la única a quien este género musical, caracterizado por sus largos textos cantados de manera casi monologada y sincopada, le ha servido como altavoz para defender sus derechos. Myam Mahmoud, una joven egipcia de 21 años, también usó la poesía urbana nacida en el Bronx de los años 70 para llamar la atención sobre el acoso sexual en su país. Y la abogada Iveth Mafundza rapea para que las jóvenes mozambiqueñas sepan que pueden hacer valer sus derechos. Ellas son solo algunas de las artistas que están consiguiendo cambiar las reglas en el universo del hip hop, al que los tópicos pintan como el paraíso machista y misógino donde sin pedir permiso. Con descaro y con sus propias armas, estas chicas se han colado en un escenario donde casi nadie se las esperaba.
Entre las nuevas femcees o mujeres raperas hay músicas pero también abogadas, politólogas, escritoras y periodistas que batallan a diario por los derechos de las mujeres con un micrófono, ingenio y una actitud que deja claro que no se van a dejar pisar.
La cosificación y el trato denigrante a las mujeres son habituales en las letras del rap. ¿Ejemplos de misoginia? Los N-Y (MDE Click) cantan: "No me llames papi, llámame jefe, si te agarro del brazo, ¿qué te parece?". Y esta es solo una de las perlas más sutiles de canciones que muy a menudo caen en la apología de la violencia de género.
Pero también existe otro tipo de rap. Cuando hace dos años el presidente norteamericano Barack Obama hizo pública su lista de canciones para el verano en su cuenta personal de Twitter, toda la prensa alabó su buen gusto: junto a clásicos como Frank Sinatra, Bob Dylan o Ray Charles incluyó a la artista Mala Rodríguez, la rapera española más internacional. Su inclusión en la playlist de Obama sorprendió, pero era la evidencia de que nuestra Mala, con sus himnos feministas y antirracistas ha cruzado fronteras.
Su nombre es uno de los que aparecen continuamente en los primeros puestos del ránking de artistas del hip hop comprometidas. En España fue la primera, pero su voz ha dado paso a otras raperas españolas con conciencia social que, poco a poco, se han ido abriendo un hueco en la escena. Entre ellas, la Furia, profesora de musicoterapia y rapera navarra afincada en San Sebastián, que firma temas como 'Yo maté al príncipe azul' e imparte talleres de rap para mujeres. O la recientemente desaparecida Gata Cattana, politóloga, poeta y rapera de 26 años, que falleció cuando estaba grabando su disco Banzai, dejando truncada una carrera muy prometedora.
En esta lista encontramos también a raperas como Garzía con Z, autora de Somos guerreras -"Somos guerreras y nada nos importa, luchamos por ganar lo mismo y nada nos corta", dice en una de sus letras-. O a las jóvenes alicantinas Klitosoviet, quienes el pasado verano denunciaban el machismo y las prácticas misóginas con un tema que, en apenas 48 horas, superó las 30.000 visitas en YouTube.
Y es que, aunque hay voces femeninas que se identifican con "la novia" del tipo malo, las mujeres del rap se suelen caracterizar por ir en contra de lo que en medio se suele llamar el egotrip: ese individualismo voraz, ese amarse mucho a sí mismo y estar siempre por encima de los otros en una comparación constante de masculinidades.
En los 90, las llamadas femcees seguían siendo una anécdota exótica. Y ya en el nuevo milenio, la investigación Demostrar más para ser una más: mujeres y hip hop en el Estado español, realizada por Laura Carrasco y Luz Herrero, evidencia que solo uno de cada cuatro festivales de hip hop celebrados en nuestro país incluye en su cartel a alguna mujer, y en ellos el porcentaje de artistas femeninas respecto del total no llegaba al 3%.
Para cambiar esa realidad han nacido proyectos como el de Femcees, Flow feminista: rap por los derechos de las mujeres en un CD para combatir los estereotipos de género. Una minoría ruidosa compuesta por 13 raperas de España y Latinoamérica que buscan dar visibilidad y reconocimiento a aquellas que, con sus letras, luchan contra las desigualdades. No niegan los clichés que asocian el mundo del rap a un universo exclusivamente masculino, pero quieren dejar muy claro que también existen artistas combativas. Hacia 2012, el género se había convertido en una herramienta para vender móviles, ropa interior o hamburguesas, pero ahora hemos entrado en una etapa de renacimiento, donde las letras han ganado en poesía y se han convertido en vehículo para pensar sobre raza, cultura e identidad de género.
Las nuevas raperas han sido capaces de encontrar su lugar sin necesidad de elegir entre masculinizar su imagen o declinarse hacia un modelo hipersexualizado. En países donde la voz de las mujeres es silenciada, estas raperas, usan su poesía en favor de sus derechos. Mensajes que perforan los oídos removiendo conciencias y que no dejan a nadie indiferente. Ya lo dice la uruguaya María Femcee: "No me excuso si te irrita lo que pienso. Día a día el abuso se nos va volviendo intenso".
Myam Mahmoud
Egipto
Dio la campanada hace algo más de dos años, cuando se presentó en el programa Arabs Got Talent atreviéndose a interpretar un rap sobre el acoso sexual y el trato a las mujeres como ciudadanas de segunda clase en su país. Tras el velo con el que se subió al escenario, se escondía una chica de solo 18 años que estaba harta de que no se respetaran sus derechos. "Quería decir a las jóvenes de Egipto y de otras partes del mundo que no estamos solas, que tenemos los mismos problemas, que no podemos quedarnos calladas, que tenemos que alzar la voz", decía Mahmoud a las televisiones que la entrevistaron.
En aquella época, Myam era todavía una estudiante de primer curso de Política y Economía que deseaba contar una realidad que no encontraba espacio en los medios de comunicación de su país. Ese mismo año, ONU Mujeres publicó un estudio que contenía un dato demoledor: el 99,3% de las mujeres en Egipto había padecido acoso en alguna ocasión a lo largo de su vida.
A través de sus canciones, Myam Mahmoud pretende despertar al colectivo femenino recordando que todas tiene derechos y que ser mujer no es sinónimo de sumisión. "¿Quién dijo que la feminidad es cosa de vestidos? La feminidad es cosa de inteligencia", rapea en una de sus canciones.
Aunque la cantante quedó eliminada en las semifinales del programa Arabs Got Talent, aquel escenario supuso un trampolín muy importante para su carrera, pero sobre todo sirvió para abrir el debate sobre la realidad que tienen que afrontan cada día las mujeres egipcias.
Sonita Alizadeh
Afganistán
Sonita Alizadeh huyó junto a su familia a Irán para escapar de la guerra. Después, su madre regresaró viuda a Afganistán, mientras Sonita se quedaba en Irán junto a una hermana mayor. Allí trabajaba como portera, además de asistir a talleres de música y de teatro con el apoyo de una ONG. Su sueño era ser cantante, pero en aquel país está prohibido que las mujeres canten a no ser que lo hagan junto a un hombre o ante un público exclusivamente femenino. Por eso, ella escondía las canciones que escribía. Una de esas canciones era Novias en venta, un rap donde denuncia los matrimonios concertados.
Sonita sabía de lo que hablaba: tenía 10 años la primera vez que intentaron casarla. Seis años más tarde volvió a encontrarse en la misma situación, pero entonces la directora de cine iraní Roksareh Ghaemmaghami acudió en su ayuda. Su madre quería llevarla de vuelta a Afganistán para casarla a cambio de 9.000 dólares, pero Roksareh pidió a la joven afgana que cantara su rap mientras ella grababa un videoclip que se hizo viral. En él, Sonita sale vestida de novia y con un código de barras en la frente, mientras canta: "Me miran como a una oveja, que debe crecer para ser devorada".
Ana Tijoux
Chile
Hija de chilenos exiliados en Francia, Ana Tijoux es una de las veteranas de la escena. Hace 20 años entró a formar parte de la banda de rap chilena Makiza, conocida por sus letras comprometidas. Ha estado nominada a los Grammy en tres ocasiones. Icono del hip hop femenino, la violencia de género es uno de los temas que aborda en canciones como Antipatriarcado, en la que lanza un grito de apoyo a las víctimas: "Tú no me vas a humillar, tú no me vas a gritar. Tú no me vas someter, tú no me vas a golpear. Tú no me vas denigrar, tú no me vas obligar. Tú no me vas a callar", dice en una de las canciones que le granjeó más seguidores.
Entre sus logros, llamar la atención de The New York Times, que la considera "la respuesta latinoamericana a Lauryn Hill", o llegar al público de medio mundo después de que uno de sus temas fuera escogido para la banda sonora de la serie Breaking Bad.
Rebeca Lane
Guatemala
En su país, Guatemala, 700 mujeres son asesinadas anualmente a manos de sus parejas, y Rebeca Lane no concibe quedarse de brazos cruzados ante cifras como esa. Por eso crea canciones como Este cuerpo es mío, en la que describe cómo una superviviente de violencia de género logra salir del infierno. O Mujer lunar, en la que advierte: “No vine al mundo para hacerte feliz, ni que tus golpes me dejen cicatriz”.
Socióloga y poeta además de rapera, es sobrina de la guerrillera poeta Rebeca Eunice Vargas Braghiroli, quien desapareció tras ser detenida por el ejército guatemalteco a finales de 1981. Teniendo en cuenta que su país es uno de los que sufre mayor grado de analfabetismo en América, decidió pasarse al rap para llegar al gran público. Ese tiempo le ha bastado para convertirse en la nueva diva de este género y ser referente de nuevas generaciones.
Critica abiertamente el machismo que todavía impera en el hip hop, aunque cree que poco a poco se va abriendo una brecha que ofrece motivos para la esperanza. Por eso ha creado la iniciativa Somos Guerreras, con el objetivo de visibilizar y poner en contacto a mujeres artistas de la escena del hip hop centroamericano.
Iveth Mafundza
Mozambique
Su primera vocación fue la abogacía, y ese trabajo, que le dio acceso a cientos de historias de injusticias, la llevó a la música. La razón es que, además de que le gustaba escuchar hip hop, la abogada y profesora universitaria Iveth Mafundza quería llegar a un público masivo. En sus letras critica que se pisoteen los derechos de las mujeres. Quizá por eso preside la Comisión de Derechos Humanos de la Orden de los Abogados y se ha hecho cargo del caso de Eva Anadón, la cooperante española expulsada de Mozambique por participar en un acto contra los abusos sexuales a las niñas.
Su objetivo es cambiar la realidad de su país, en la que casi la mitad de la población se casa prematuramente y tiene hijos desde la adolescencia. "Un círculo perverso por el que la mujer abandona la escuela y acaba siendo una ciudadana de segunda", dice Iveth.
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