actualidad

La monja como símbolo pop-feminista de 2017

Puede parecer extraño pero la figurareligiosa comienza a tener una presencia creciente

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

Puede que la idea, así en principio, nos parezca un poco rara, pero la figura de la monja ha estado muy presente en los estudios feministas (por su dedicación al saber), en la cultura pop (ahí están Sor Citroen o la Madonna de “Like A Prayer”) y hasta en la alta cultura, con la poesía de Juana Inés de la Cruz o Teresa de Ávila como lugar donde se encuentran el encierro y la emancipación, la mística y el alto voltaje erótico. La televisión ha jugado desde siempre con el morbo sexual que suscita todo lo que vista hábito. ¿Se acuerda alguien de “El pájaro espino”? Veremos si Paz Vega como Sor Lucía logra en “Perdóname, Señor”, la serie que estrena en breve Telecinco, supera la tensión sexual que suscitaba Richard Chamberlain. Se aceptan apuestas.

Lo cierto es que la figura de la monja comienza a tener una presencia creciente en los productos audiovisuales recientes, con películas magníficas como “Ida” (2013) o “Las inocentes” (2016), centradas en la vida y dilemas de estas mujeres voluntariamente encerradas en la fe. Sin embargo, este año veremos un acercamiento algo más pop y divertido al hecho de profesar, una mirada que le quita hierro a la leyenda de autosacrificio y le añade sentido del humor y humanidad. En esa línea va el retrato del vaticano de la serie “The Young Pope”, con Diane Keaton como Sor María, la mano derecha del guapísimo papa Pío XIII interpretado por Jude Law. El último éxito en Sundance, “The Little Hours”, trae a un grupo de monjas que viven despendoladas aventuras erótico-paganas en el convento, un poco en plan Monty Python. Y “Novitiate”, otro estreno del festival de Utah, retrata cómo la revolución sexual-vital de los años 60 impactó la vida en los conventos.

En las ligas mayores, ya se está rodando “ Blessed Virgin”, la nueva película de Paul Verhoeven (el director de “Elle”), sobre el amor lésbico entre dos monjas en el siglo XVII. Y se espera para 2018 “Conjuring 2”, la continuación de la película de terror “La monja”, esta vez con Taissa Farmiga como la monja diabólica. No veíamos tantas monjas en la cultura popular desde los años 60, cuando coincidieron la ola reformista del concilio Vaticano II y la llamada segunda ola del feminismo en Estados Unidos y parte de Europa. ¿Por qué vuelven a atraernos tanto estas mujeres muchas veces retiradas del mundanal ruido?

Por un lado, puede que nos hayamos cansado un poco del paradigma liberador de la bruja: al final, por mucho que soñemos por volar con nuestras escobas sobre las cabezas de quienes nos limitan, la realidad termina alcanzándonos. De alguna manera, las monjas simbolizan mejor el momento que vivimos muchas mujeres: nos contamos probablemente entre las generaciones mejor preparadas académicamente de la historia, pero seguimos encerradas en una sociedad que a veces nos impone reglas arcaicas y machistas, nos paga menos y nos vigila más. Igualmente, las monjas medievales y renacentistas eligieron liberarse del matrimonio para dedicarse al cultivo del saber, territorio exclusivo de los hombres aún hoy, pero a cambio debieron vivir tras los muros de conventos y abadías, con poco o nulo contacto con el mundo real. Somos independientes pero, a la vez, seguimos pagando un precio por serlo.

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