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"Soy muy inquieta. Tenía claro que en un local fijo no duraría ni un año, así que opté por montármelo por mi cuenta, aunando mis dos pasiones: la cocina de catering y los viajes", reconoce esta barcelonesa de 52 años, licenciada en administración hotelera, que montó el negocio con un orden muy claro: primero se hizo con una Renault Estafette de los años 60 en impecable estado y ya remodelada para el servicio. Luego le puso el nombre: "porque la comida alimenta el estómago, y la diversión, el alma", frase que ha convertido en su lema.
Lo siguiente era idear la carta: hamburguesas gourmet y comida sana, que empezó siendo totalmente vegetariana, como ella, aunque con los años se haya plegado a las exigencias del cliente: "Ahora trabajo también la carne, con ternera de Gerona o manitas de cerdo, pero mis hamburguesas de garbanzos con curry, lentejas o frijoles siguen teniendo mucho éxito. Hay que mimarlo todo: yo compro producto de proximidad y ecológico y tengo un huerto propio, como un buen restaurante", aclara. Finalmente, se echó a las carreteras.
"Me gusta mucho lo que hago, pero también es una vida dura", reconoce. Es un negocio con sus trabas, sobre todo administrativas. "Sólo puedes acudir a ferias o mercados. Tienes la opción de pedir un permiso de ocupación de la vía pública, pero en las grandes ciudades como Barcelona es casi imposible", añade y reclama una normativa viable para la actividad, marginada en un país que, sin embargo, está muy orgulloso de su oferta gastronómica. www.foodfuntrunck.com
El 'food truck' del príncipe veneciano
Gastrorevolución 2.0