actualidad
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En el planeta de los primeros ministros, presidentes y jefes de estado, la figura femenina tiene un papel claramente definido: lucir como elegante consorte. A las primeras damas, esposas de primeros ministros y reinas no se les pide más que mantener una imagen muy pulida que represente el tope de buen gusto al que ha de aspirar cualquier otra mujer de la nación. Jamás nos detenemos en lo que dicen porque suelen estar mudas. Lo que importa es lo que llevan puesto: qué, cuándo y cuánto.
Sabido esto, entenderemos mejor el dramón que se ha desatado en las filas republicanas (y, quizá, también en la Casa Blanca) cuando se ha comprobado que Melania Trump, la mujer que representa a los Estados Unidos en el mundo, no aparece en la lista de las mujeres más elegantes más importante del país: la de la revista “Vanity Fair”. En la nómina figuran Barack y Michelle Obama, Emmanuel y Brigitte Macron y hasta Justin Trudeau. Sin embargo, ni rastro de los Trump: ni Donald ni Ivanka ni, horror, Melania.
Desde las filas republicanas, se achaca la derrota a la mala relación de los Trump con la prensa demócrata, y se aduce que su estilo es similar al de Michelle Obama y superior al de Brigitte Macron. La que sí figura en la lista de las mujeres más elegantes es la Reina Letizia y, en la lista dedicada a las profesionales, Inés y Mercedes Domecq. El pabellón español no puede estar mejor representado.
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