En la calle, cuatro o cinco paparazzi se colocan estratégicamente en las inmediaciones del hotel de lujo. Han recibido el chivatazo: Jennifer Lawrence está en Londres y sus fotos se pagan a precio de oro. Cuando por fin se abre la puerta de la suite, primero entra su guardaespaldas, pinganillo en la oreja. Seguridad férrea y omnipresencia de la prensa, esa es la realidad cotidiana de la actriz más famosa del planeta. Lawrence llega a Londres procedente de Venecia, donde ha presentado su última película.
"Obviamente, estoy muy descansada", dice riéndose y dejando claro que la fiesta posterior al estreno se alargó más de la cuenta. Pero si ha dormido poco, no se le nota. Está perfecta. Con una sofisticada y vaporosa blusa negra adornada por varios colgantes, la melena rubia suelta y ligeramente ondulada y un maquillaje tan natural que resulta casi imperceptible, la actriz y embajadora de Dior parece llegar de un día de compras y spa.
"Ayer la vi con público por primera vez. Me pasé toda la película tapándome los ojos. Sabía lo que iba a pasar y aun así... ¡estaba aterrorizada! Es una experiencia muy visceral". Habla de 'Madre!', su última película. Y tiene razón. La cinta de Darren Aronofsky es toda una experiencia. Pero, ¿de qué va? Es difícil de explicar. O, mejor dicho, imposible. Hay que verla. Y no es fácil. Todo empieza (y termina) en una casa, con dos personajes, una pareja interpretada por Lawrence y Javier Bardem. " Trabajar con Javier fue maravilloso. Es un actor increíble. Todo lo que hace es real", dice sobre el madrileño.
'Madre!' es una película inquietante y surrealista, a ratos fascinante e hipnótica; a ratos, desagradable y claustrofóbica. Por eso, parte de la crítica la ha masacrado sin piedad (recibió abucheos en el Festival de Venecia) mientras otros la han calificado de "obra maestra". " Es el tipo de película que odias o amas. No deja a nadie indiferente. Tiene un millón de aspectos diferentes con los que la gente se identificará, se asustará, se intrigará... Amar a alguien da mucho miedo, enamorarse da miedo, mostrarse vulnerable es aterrador; pero no permitirte a ti mismo serlo, también es terrorífico", explica crípticamente la actriz.
Antes de rodar, ella y Bardem ensayaron durante tres meses en un almacén de Brooklyn. Pero, pese a la preparación, la intensidad y el dramatismo del guion terminaron pasándole factura. " Hubo un momento que me superó. Tenía que interpretar una situación muy oscura que no le deseo a nadie... Empezó a afectarme días antes de rodar la escena. Y en la primera toma, me desmayé. Empecé a hiperventilar y me lesioné el diafragma. Nunca he tenido que llegar tan lejos y no creo que quiera volver a hacerlo. Si alguna vez vuelvo a leer algo así en un guion, diré: "No, gracias", explica.
El equipo de la película preparó un espacio para que pudiera relajarse y desconectar. Su "lugar feliz", decorado con fotos de las Kardashian (Jennifer es fan) y una televisión donde los episodios de su reality se reproducían en bucle. "Nunca llegué a utilizarlo. T erminé con el médico y una mascarilla de oxígeno en la nariz -dice riéndose-. Luego, te vas a casa, te pones tu ropa y eso te ayuda a aterrizar. Me da un poco de vergüenza... Siempre se me ha dado bien desconectar después de rodar. Este era un territorio desconocido para mí.
Jennifer no es, precisamente, una actriz del método. Al contrario. Nunca ha recibido una clase de interpretación. Creció en Kentucky y odiaba ir al colegio, donde solo destacó por ser la alumna más habladora de su clase. Un fotógrafo la descubrió en Nueva York cuando tenía 14 años, una cosa llevó a la otra y con 20 años protagonizó la película indie 'Winter's bone' y recibió su primera nominación al Oscar. El suyo es un caso prácticamente inédito. A sus 27 años, ha recibido cuatro nominaciones al Oscar, es propietaria de una estatuilla (por 'El lado bueno de las cosas') y ya figura entre las favoritas de las quinielas más madrugadoras por su trabajo en 'Madre!'. Por poner sus logros en perspectiva, un dato: Meryl Streep, que ostenta el récord de 20 candidaturas al Oscar, no había recibido ninguna nominación a la misma edad.
Pero los premios son lo de menos. Ella no es solo la estrella más importante del momento, se ha convertido en un fenómeno que amenaza con dinamitar (si no lo ha hecho ya) las reglas del juego de Hollywood. Para empezar, ha demostrado que se puede ser estrella del cine de palomitas y musa indie, arrasar en la taquilla, coleccionar premios y seducir hasta al crítico más despiadado. De paso, ha dejado claro que las películas con protagonista femenina también llenan los cines: la saga de 'Los juegos del hambre' recaudó más de 2.300 millones de dólares en todo el mundo.
Y hace dos años terminó con el tabú sobre la desigualdad salarial en Hollywood publicando una encendida carta en la newsletter de su amiga, Lena Dunham. Ahora, es una de las actrices mejor pagadas (24 millones de dólares en 2016, según Forbes) y ha aprendido a pelear sin complejos en los despachos, aunque ese no era su objetivo: " Nunca quise que aquella carta sonara a queja... Se trata de lo que es justo y lo que no lo es. Todavía hay un 21% de diferencia salarial en muchos sectores profesionales en Estados Unidos, no se trata únicamente de Hollywood", dice en tono reivindicativo.
Sin embargo, talento, inteligencia y activismo aparte, el ingrediente secreto de su éxito siempre ha sido su refrescante personalidad. Tan honesta que a veces resulta políticamente incorrecta, no tiene filtro en las entrevistas: lo mismo suelta un taco que cuenta una anécdota escatológica o comparte una intimidad. Se ha construido una imagen de estrella desenfada, divertida, espontánea y aguda, que no se toma demasiado en serio a sí misma. Alguien con la que a todo el mundo le gustaría irse de marcha. No es una pose, pero en esta ocasión parece más apaciguada. Habla con otra templanza, mide más sus palabras, evita titulares indeseados, sabe hasta dónde puede contar y cuándo merece la pena callarse. Ha desarrollado un instinto de supervivencia mediática. También es que se acerca a la treintena...
Jennifer ha atravesado varias fases en su complicada relación con la fama. Al principio, la digestión fue pesada: tenía 22 años y llegó a decir que su vida personal "estaba arruinada". Se sentía excluida del mundo y ha reconocido que se pasó varios años "enfadada". Le costó cuatro años más entender (y resignarse) a los peajes de la celebridad, el acoso de los paparazzi, las intromisiones... Pero, en el proceso, aprendió a defenderse. Cuando en 2014 un hacker robó y distribuyó fotos privadas en las que aparecía desnuda, tachó el incidente de "crimen sexual". ¿Ser famoso es como estar en una película de terror? Se ríe. "No... No lo es. Me encanta mi trabajo y mis fans, pero merezco disfrutar de ciertos límites porque también soy humana. A nadie le gusta que se viole su espacio personal", explica.
Después de eso, no es fácil tocar el tema, pero es el gran elefante en la habitación y hay que intentarlo. Lawrence y el director de 'Madre!', Darren Aronofsky, son pareja desde hace un año. "Estamos tratando de que solo se hable de la película. Después de todo el trabajo que hemos hecho, sería una pena que la brillante idea de Darren quedara eclipsada o diluida por una tontería... Así que, desafortunadamente, tengo que decir: no comment. Simplemente porque si digo algo, se convertiría en el titular de esta entrevista", dice con serenidad y demostrando que está sublimando el arte de enfrentarse a la prensa y salir victoriosa.
Pero su guerra es otra. A la actriz le apasiona lo que hace. "Me gustan los desafíos. Si leo un guion fantástico, pero es algo que ya he hecho y sé que puedo repetirlo con los ojos cerrados, deja de interesarme", explica sobre su método para escoger personajes. Su agenda inmediata está llena de retos: será una bailarina metida a espía en Red Sparrow; dará vida a la emprendedora de Silicon Valley Elizabeth Holmes, en Bad blood; y está preparando un biopic sobre la icónica novelista y socialité Zelda Fitzgerald que dirigirá Ron Howard. Pero hay más: Spielberg cuenta con ella para ponerse en la piel de la fotógrafa de guerra Lynsey Addario y en junio los paparazzi la "cazaron" en una reunión con Quentin Tarantino, que prepara una película sobre los asesinatos de la familia Manson.
Muchos de estos proyectos consiguen financiación cuando ella estampa su firma. ¿Demasiada responsabilidad para alguien tan joven? "Es una presión maravillosa. Significa que, si un proyecto me apasiona, puedo hacer que ocurra, pero a la vez da bastante miedo. Piensas: "Toda esta gente... ¿Realmente creen en el guion o me está siguiendo a mí? ¿Qué pasa si me equivoco?". Lo único que no se le da bien es estar desocupada. Por eso, encadena un rodaje con otro. También se trata de una decisión estratégica: está exprimiendo al máximo su momento. No durará para siempre. A no ser que también consiga romper la última regla del juego en Hollywood: la dichosa fecha de caducidad de sus estrellas. Si alguien puede, es ella.
No se conocían, pero ella admiraba su trabajo. Al fin y al cabo, Darren Aronofsky (Pi, Requiem por un sueño, Cisne negro) es un cineasta de culto con el que todo actor aspira a rodar. "Cuando supe que tenía algo entre manos, quise reunirme con él. No tenía un guion, me contó un montón de ideas brillantes y explosivas", cuenta Lawrence sobre cómo conoció al director de Madre! y su pareja desde hace un año. Cuando leyó el guión (escrito en cinco días), le dijo al director que tenía "problemas psicológicos", pero aceptó. Su relación comenzó tras el rodaje. El director es 22 años mayor y tiene un hijo, fruto de su matrimonio con Rachel Weisz. Ninguno habla de su amor, pero el cruce de piropos es elocuente. Ella: "Darren es brillante. No se me ocurre una palabra mejor para definirle. Tiene un enorme talento natural". Él: "Jenn es autodidacta, nadie le ha enseñado a actuar. Y además de ser una actriz dramática increíble, es una actriz técnica estupenda que sabe moverse delante de la cámara". En Madre!, la actriz despliega un gran trabajo dramático: "La película dura dos horas, y 66 minutos son un plano corto de su cara. La película no tiene banda sonora, Jennifer nos proporcionó la que necesitábamos. Y eso es algo que no me ha pasado nunca", explica Aronofsky.
20 de enero-18 de febrero
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