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La semana pasada, una investigación del periódico 'The New York Times' destapó que uno de los productores más poderosos de Hollywood, Harvey Weinstein, tiene un enorme historial como acosador sexual.
Weinstein ha ido tapando el asunto a lo largo de tres décadas pagando enormes sumas de dinero a cambio del silencio de actrices, periodistas y trabajadoras de su productora.
Los periodistas confirmaron al menos ocho acuerdos de este tipo. Harvey Weinstein es un 'semidios' en la meca del cine: suyas son 'Pulp Fiction', 'El paciente inglés', 'Shakespeare in Love', 'El Señor de los Anillos', 'Kill Bill'...
Enseguida, Twitter se llenó de mensajes de actrices apoyando la investigación: Ashley Judd reconoció que un día Wenstein se había presentado ante ella en albornoz y le había pedido que le diera un masaje.
Rose McGowan es una de las actrices que ha firmado un acuerdo de confidencialidad, no puede decir con quien: sí sabemos que fue violada a los 23 y que ha tuiteado uno de los mensajes más contundentes sobre el asunto:
"Todos los que han hecho negocios con X son cómplices".
Su mensaje pone encima de la mesa la cuestión de la que nadie quiere hablar: si, como ahora dicen, todo el mundo lo sabía, ¿por qué nadie se atrevió a decir nada sobre el asunto?
La complicidad de muchos siembra el miedo entre las actrices y profesionales del cine, expuestas al acoso sexual y la violencia desde siempre y por fin hoy autoprotegiéndose gracias a la visibilización del problema.
Recordemos todos los casos de los que hemos tenido noticia últimamente: Bill Cosby, Casey Affleck, Nate Parker, los cantantes de 'hip hop' R. Kelly y Nelly, Johnny Depp, Mel Gibson, Rick James, Josh Brolin, el fotógrafo Terry Richardson...
¿Cómo es posibleque sigamos considerando estrellas a todos estos hombres?