En una gala benéfica en 2016. / d. r.

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Gwyneth Paltrow: las rubias también lloran

La actriz y cantante estadounidense ganadora de un Óscar sufrió acoso por parte de su productor.

Hace tiempo que una mujer de 45 años como Gwyneth Paltrow ha dejado de ser el objeto de deseo de un hombre de 65 como Harvey Weinstein. Da igual que los 40 sean los nuevos 30. O que la protagonista de ¡Shakespeare in love' siga siendo una campeona de la belleza normativa. Las élites extractivas necesitan siempre carne fresca y vulnerable. De hecho, en 1995, cuando Brad Pitt se arrodillaba al final de Seven para abrir "aquella" caja del horror, estaban naciendo las penúltimas víctimas de Weinstein. Actrices que siguen entrando en ascensores sin saber qué puerta se va a abrir (o cerrar) y a qué altura. Por entonces Brad y Gwyneth estaban a punto de casarse. Ella fumaba Camel light y no tenía ni idea de cómo sabía un zumo de perejil y kale. Ninguno de los dos se había inyectado bótox, todavía.

En 'El talento de Mr. Ripley' (1999). / d. r.

A Weinstein no le importó que la rubia fuese una patricia de Hollywood y repitió con ella su modus operandi: acoso y masaje. Hija de Bruce Paltrow, un poderoso productor, cuando a los 12 años la pillaron fumando su padre llamó a Sean Penn para que Madonna le escribiera una carta pidiéndole que lo dejara: "Querida Gwyneth -le escribió-, las chicas sanas viven más". Pero ni el kale ni el feminismo ni las manzanas nos han salvado: en 2017 lo que había en aquella caja de cartón sigue aterrorizando.

*Artículo originalmente publicado en el número 968 de mujerhoy.