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Margaret Atwood: 'El éxito me hace sentir rara'

La autora de 'El cuento de la criada', la novela en la que está basada la serie más aclamada de 2017, es, a sus 78 años, una activa usuaria de las redes, una ecologista empedernida, y una fustigadora de los totalitarismos. Tras el éxito de su distopía feminista, llega ahora a la televisión 'Alias Grace', basada en otra de sus fábulas sobre la opresión que sufren las mujeres.

'¿Le enseño mi mirada de desaprobación?', pregunta Margaret Atwood, novelista superventas, militante de los derechos humanos, autora de la novela distópica 'El cuento de la criada', que se ha convirtido en líder de audiencia entre los seriéfilos. 'El cuento de la criada' está lleno de desaprobación, especialmente de hombres puritanos hacia las mujeres que se atreven a pensar por ellas mismas. Como también lo está 'Alias Grace', la miniserie que estrenó Netflix el 3 de noviembre, sobre una mujer acusada de asesinato.

Atwood hace un cameo en la serie, basada en su novela del mismo título publicada en 1996. 'Hago de la Mujer Que Desaprueba', dice envolviéndose en su chal con coquetería. ¿Tiene diálogo su papel? 'Solo silbo'.

El éxito me hace sentir rara, pero en este momento todo me hace sentir rara"

Margaret atwood

Atwood es sorprendentemente alegre para ser alguien que escribe historias de opresión, tortura y catástrofes ecológicas. Cuando descubre que quien la está entrevistando ha estudiado en Harvard, susurra con aire de conspiración: '¿Se ha dado cuenta de que situé el Servicio Secreto de Gilead (los malos de 'El cuento de la criada') en la Widener Library?'. Widener es la biblioteca más importante de la Universidad de Harvard: la escritora fue hasta allí para investigar los juicios contra las brujas de Salem. Es un lugar más bien solemne y su perfil aguileño se ilumina con un aire infantil de travesura por haber dado ese golpe.

Su figura resulta totalmente incongruente en el adormecido oasis de la asociación Royal Over-Seas League donde hemos quedado: una figura de pájaro con una masa de cerrados rizos grises, que habla de manera torrencial y pide más café al camarero con un tono de gruñido. Me cuenta que siempre se aloja aquí cuando visita Londres. Lo lleva haciendo los últimos 30 años. 'Nunca imaginé que fuera admiradora del Imperio Británico', le digo. 'Soy canadiense –responde solemne–, soy parte de una colonia. La Reina es la cabeza de nuestro Estado. Si no lo fuera, tendríamos que tener presidente, como en Estados Unidos. Y ya ve como está la cosa por allí…'.

Cualquier parecido con la realidad...

El ascenso de Donald Trump, que coincidió con la adaptación para la televisión de 'El cuento de la criada' (aquí emitida por HBO España), ha catapultado a Atwood desde la notoriedad a la verdadera fama. Su historia de esclavitud sexual en un Estados Unidos del futuro, gobernado por la derecha fundamentalista, donde la contaminación ha dejado estériles a la mayoría de las mujeres, mientras el resto son forzadas a la reproducción, ha dado en el clavo y tocado una fibra sensible. Vistiendo como doncellas, con vestidos rojos y cofias blancas (como en la serie), muchas mujeres se han sentado en silencio a través de todo Estados Unidos para protestar contra las medidas de Trump contra sus derechos. Otras, indignadas por los comentarios sexistas del presidente, se han manifestado con pancartas en las que se leía:'Haced que Atwood sea ficción otra vez'. Aunque ella no se define como feminista –utiliza las palabras con mucha precisión y prefiere hablar de derechos humanos–, está complacida con el impacto. Y sorprendida.

'El cuento de la criada' no tiene una única moraleja ni puede leerse como un libro de instrucciones."

margaret atwood

A diferencia de 'El cuento de la criada', que describe un futuro distópico, la nueva serie, 'Alias Grace' es una historia de misterio histórico. Está basada en la meticulosa investigación sobre el caso de una mujer acusada de asesinato en el Canadá de 1840. Pero ambos libros hablan de la opresión, y las series que los han adaptado describen a mujeres que visten modestamente con cofias, esos grandes y rígidos artefactos, como pantallas de lámpara, que tanto se llevaban en el apogeo de la mojigatería victoriana.

'Creo que se ha convertido en la reina de las cofias', le digo. Se ríe, complacida. '¿Ha visto el editorial de moda de Vera Wang publicado en Vogue?', pregunta, cogiendo su teléfono para enseñármelo. 'Es un homenaje' –utiliza la palabra de forma sardónica con acento francés, al tiempo que levanta sus cejas– a 'El cuento de la criada''. Empieza a pasar la galería de imágenes, observando los vestidos. 'Son obras de arte. Los vestidos son estéticamente atractivos dentro del horror y del totalitarismo', dice. ¿Cómo le hace sentir eso?, le pregunto. 'Rara –dice de forma inmediata–, pero en este momento, todo me hace sentir rara. Rara es la manera en que me siento'. ¿Se siente rara por tener 1,6 millones de seguidores en Twitter a los 77 años? '1,75', responde de inmediato, clavándome los ojos desde debajo de sus cejas. Luego, de una forma más suave, prosigue: 'Muchos de ellos son robots. Lo sabes cuando te envían un mensaje que dice: 'Echo de menos tu gran pene'. Entonces te das cuenta de que no saben quién eres'. Pero parece que se han dado cuenta que no voy a pinchar nunca más en cosas así'.

Sospechosas habituales

Nunca tuvo intención de estar en las redes sociales. 'Me metí en ello por error, como con muchas otras cosas en la vida', dice. Empezó con un blog en 2009 para promocionar una versión musical de 'El año del diluvio', una novela sobre los supervivientes de una catástrofe biológica. 'Me dijeron: 'Vas a necesitar una cuenta de Twitter', y yo dije: '¿De verdad?'. Lo primero que tuve que hacer fue librarme de dos personas que ya estaban por allí, simulando ser yo. La única manera de parar a la gente que intenta suplantarte es hacerlo tú mismo'. Como veterana bloguera en la era de las noticias falsas, ¿piensa que las redes sociales son un medio de hacer el bien? 'No. Son un instrumento humano, y como el resto de los instrumentos humanos, tiene un lado bueno, un lado malo y un lado estúpido que no habías previsto. Internet, cuando empezó, era ese lugar idealizado en el que los científicos querían compartir sus investigaciones. ¿Pensaron que iba ser invadido por el spam o el porno? No. Nadie vio eso, nadie vio que Twitter sería utilizado para manipular elecciones'.

La clase baja blanca ha aupado a Trump. A él no le importan, pero hace como si los viera."

margaret atwood

Sabe que mi siguiente cita es un show televisivo de política y me pregunta si me hacen comentarios desagradables en Twitter. Le respondo que sí y que parecen más hirientes que las cartas que recibíamos los periodistas hace 10 años. 'Así aparece esa masa de quema-brujas', dice. ¿Qué cree que deberíamos hacer con ello? 'No tengo ni idea. ¿Acaso soy Dios? –exclama con los ojos muy abiertos, burlándose–. No se puede decir que sea necesariamente culpa de la tecnología. Es más bien una sobrevaloración de las partes buenas de la naturaleza humana y una subestimación de las partes malas'.

El cameo de Atwood en 'El cuento de la criada', con Elizabeth Moss. / hbo

Muchas de las obras más conocidas de Atwood se centran en la resbaladiza naturaleza de la verdad y en cómo los seres humanos no somos siempre honestos con nosotros mismos. 'Alias Grace' es la historia de una supuesta asesina cuya reserva, a los ojos de una sociedad muy sensible a la ofensa moral, frustra todos los intentos para descubrir si es inocente o culpable. Grace Marks fue una destacada figura en el Canadá de 1840. La encarcelaron tras el asesinato de Nancy Montgomery y Thomas Kinnear, en cuya casa trabajaba como sirvienta. James McDermott, un chico que trabajaba en los establos, fue ahorcado por los asesinatos y Grace sentenciada a ser encarcelada de por vida. Ella y McDermott dieron cada uno varias versiones diferentes de los hechos, y el chico acusó a la criada momentos antes de ser ejecutado.

Yo tampoco se si Grace es inocente o culpable. Si hubiera estado claro no tendría interés."

atwood

Le digo a Atwood que 'Alias Grace' es uno de los libros más desconcertantes que he leído nunca. 'Si todo el mundo estuviera seguro de su culpabilidad, no habría tenido interés –dice–. Hubiera sido otro relato de crímenes basado en hechos reales. Puedes comprar ese tipo de libros en las estaciones inglesas de tren, que me gustan mucho. Aunque ya no sé si los venden. Eran historias de crímenes cuyos culpables habían sido atrapados, así que eran habitualmente bastante estúpidos'. Margaret Atwood acaba casi ahogándose de risa contándome algunas de esas historias. ¿Cree que Grace lo hizo? 'No lo sé –dice–. Repasé minuciosamente todos los detalles. Por supuesto es como todo, los crímenes en los que se ven envueltos un hombre y una mujer habitualmente ocurren así: o bien el hombre lo hace y la mujer es la instigadora demoniaca de todo; o ella es inocente, y fue aterrorizada y amenazada de muerte, y es una víctima. Apenas tenía 16 años'.

Fotograma de 'El cuento de la criada'. / hbo

Durante años, Grace afirmó que no recordaba lo que había pasado. Pero Atwood introduce a un psiquiatra de ficción cuyas visitas a Grace en la prisión empiezan a desatar la oscuridad de su pasado. La tensión entre los dos personajes es irresistible y en la serie los episodios están rodados con primeros planos largos y lentos, lo que permite al espectador centrarse en sus emociones. Sarah Gadon realiza una interpretación poderosa de Grace, una inmigrante irlandesa que es a veces ingenua y a veces muy perspicaz. 'Asesina es una palabra muy fuerte. Asesino es simplemente brutal', dice Grace al comienzo del primer episodio. 'Preferiría ser una asesina a un asesino, si esa es la única elección'.

Esta y otras elusivas declaraciones hacen del personaje un puzle. Y Atwood lo enfatiza con el tema de los edredones. La sirvienta era una buena costurera y hay muchas escenas en las que se ve a mujeres cosiendo en silencio. Atwood se excita cuando habla de los edredones victorianos, explicando que la cultura de las jóvenes se movía en torno a ellos. Ella misma vio de pequeña hacerlos, porque sus abuelos vivían en una granja en la rural Nova Scotia, 'que no tuvo electricidad hasta el comienzo de los años 60'. Todos los trozos sobrantes de tela se convertían en edredones o alfombras. 'No se tiraba nada', asegura.

La escritora admira la inteligencia de Grace, y su dignidad a lo largo de una vida de pobreza y humillación. Tras publicar el libro, varios investigadores encontraron el Leavings letter de Grace Marks, un cuestionario sobre la vida en prisión rellenado por aquellos que eran puestos en libertad. 'Había unas 32 preguntas, del tipo: '¿Cómo era la comida?' o ' ¿Ha aprendido algo que le sea de utilidad? –dice Atwood–. Cuando le preguntan a qué atribuía su encarcelamiento, da una respuesta que es una obra maestra de las evasivas: 'Me encarcelaron por haber estado empleada en la misma casa que un villano'. Y eso es todo'.

¿Con qué le gustaría que la gente se quedara de 'Alias Grace'? 'Nunca tengo ese tipo de deseos. Los lectores son individuos. Cuando me preguntan cuál es la moraleja pienso: no es así como funciofunciona la ficción'. 'El cuento de la criada' es sin duda una historia con moraleja, le digo. 'Pero no tiene solo una. He visto cómo se debatía sobre el libro en foros de la red como si fuera un manual de instrucciones. Y no es así'.

Sarah Gadon en un fotograma de 'Alias Grace' / netflix

Le digo que me siento ligeramente engañada por no saber de qué lado estar con 'Alias Grace'. 'Fue una historia muy conocida en su tiempo. La gente utilizaba a Grace como una pantalla en la que proyectaban sus sentimientos sobre las mujeres, sobre los irlandeses y sobre la clase baja'. Y esa es la clase, según Atwood, que ayudó a Trump a ganar el poder. 'La forma en que el clasismo funciona en Estados Unidos es que una persona de color, de clase media y razonablemente acomodada, bajará siempre los ojos ante un blanco de clase baja'. Pero esto ha ocurrido durante décadas, le replico. 'Sí, pero la clase baja trabajadora se siente ahora como una fuerza social y se ha cansado de ser 'una panda de indeseables'. Que fue como estúpidamente les definió la señora Clinton'. Margaret Atwood pronuncia 'señora' con un énfasis irónico. Entonces dice algo que me parece central en la mayor parte de su producción literaria. ' No creo que se pueda entender de verdad a la gente a menos que estés dispuesto a admitir que su punto de vista tiene sentido para ellos por cómo han sido tratados'.

El cuento de la política

Y ¿cuál cree que es el atractivo de Trump? 'Actúa como si pudiera ver a esas personas –dice–. En realidad, no le importan ni ellos ni nadie. Está dispuesto a firmar una ley de salud que sin duda excluiría a esa mayoría de gente del sistema. Pero aun así actúa como si los viera'.

¿Le dan alguna esperanza los menguantes índices de las encuestas de Trump? Discute mi diagnóstico. 'Permanecen inamovibles', dice, haciendo el gesto de coger mi cuaderno de notas para dibujar un gráfico. 'Se mantiene entre la aprobación del 40 y del 34% –dice, dibujando uriosamente– Y la desaprobación permanece entre el 61 y el 55%'. Pero estos índices no tienen precedentes en una etapa tan temprana de la Presidencia, y esto es, sin duda, muy significativo. 'Eso es lo que dicen, que nunca han visto nada parecido. Si asumimos que es cierto, consideremos las opciones. Hacer un impeachment a Trump, que se iría y, como consecuencia, tendríamos a Mike Pence como presidente, que es un totalitario mucho más eficaz'.

En Canadá somos transigentes. Entre ir al cielo y un debate sobre el cielo, nos quedamos con el debate."

margaret atwood

¿Se ha planteado meterse en política? Me mira asombrada. 'No. Sería una política horrible. Siempre he sido de Marte'. Supongo, digo, que odia transigir. 'En realidad, no me importa hacerlo –dice–. Soy canadiense y eso es lo que hacemos. Hay un chiste sobre un grupo de personas que van hacia el cielo. Encuentran una desviación en el camino con un letrero que dice: 'Al cielo' y otro que dice: 'A un debate sobre el cielo'. Y todos los canadienses eligen el debate', dice mientras se ríe.

Es un buen chiste, aunque me cuesta imaginar a Margaret Atwood transigiendo. Pero quizá la edad la esté suavizando. 'Soy muy mayor –protesta–. Ya sé que usted cree que no, pero lo soy'. Admite que ha tenido recientemente problemas de sueño tras una lesión de rodilla, causada por lo que llama con tristeza 'un episodio con una escalera y un bebé'. Pero se muestra tan enérgica al final de la entrevista como al principio. Tiene que ir al teatro para hacer una presentación. Y con una risa seca se levanta de un golpe.