actualidad
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A mediados de octubre se reconquistó la ciudad siria de Raqqa, convertida por el ISIS en capital de su califato del horror. Las cámaras recogieron las ruinas y el polvo gris de las calles desiertas y las banderas que blandían las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), que habían liderado el ataque apoyadas por el ejército de EE.UU. Entre ellos, se ven a muchas mujeres con uniforme militar y el pelo recogido en gruesas trenzas: son algunas de las miles de combatientes kurdas de las Unidades de Protección de las Mujeres, que han peleado codo con codo con 10.000 milicianos kurdos y sirios. Entre ellas, sonríe Rojda Felat, que agita la bandera de las milicias kurdas en la plaza de Al-Naim, que los yihadistas habían convertido en patíbulo.
Rojda tiene 36 años y nació en el Kurdistán sirio. Ha comandado la ofensiva contra Raqqa (la operación cólera del eúfrates), que comenzó hace un año. Conoce bien a los yihadistas. A los 24 años, apenas terminados sus estudios, se unió a las primeras sublevaciones kurdas contra el régimen de Bashar al Assad. Reclamaban el respeto a su nacionalidad en un país donde eran considerados ciudadanos de segunda. Las revueltas se intensificaron con el estallido de la guerra civil siria y la Primavera Árabe, en 2012. Rojda estaba en primera fila.
Rojda felat - 'Elle' Francia. Agosto, 2017
Pero la combatiente no es solo una luchadora por los derechos del pueblo kurdo y una gran estratega militar. Es también la valedora del sueño feminista revolucionario, que florece en el seno de la utopía nacionalista kurda y que ella quiere trasladar a todo Oriente Próximo. Su ideario se enraíza en el pensamiento de Leyla Qasim, la joven activista kurdoiraquí ejecutada con 22 años por su denuncia del régimen de Sadam Hussein.
'Me gustaría que las árabes estuvieran tan emancipadas como las kurdas –asegura Rojda Felat–. Mi pueblo piensa que no son los hombres los que tienen que proteger a las mujeres, sino ellas las que deben protegerse a sí mismas'. Rojda, siempre acompañada de sus jóvenes guardaespaldas, se declara musulmana y creyente; pero, más que ningún otro, su auténtico credo es el de la emancipación femenina. Su sueño: pelear por la educación de las mujeres esclavizadas por el ISIS.
Nació en Hasaka (Siria), en 1980.
Se sabe poco de su vida, salvo que proviene de una importante familia de comerciantes kurdos y que estudió en la Universidad Qamishli, en la región de Djezireh, al noreste de Siria, cerca de la frontera con Turquía.
Las mujeres son una parte sustancial de las fuerzas que luchan contra el ISIS en Siria. Algunas cifras elevan su número a 10.000 combatientes.